Era lunes por la mañana, y el sol apenas comenzaba a calentar las calles del Distrito Federal. Samantha había llegado temprano a la preparatoria, pero para su mala suerte, aún no abrían las puertas. Caminó un poco por la explanada frente al edificio, sintiendo el aire fresco de la mañana. Sacó de su mochila una cajetilla de cigarros, tomó uno y lo encendió con calma. Era un hábito que sabía que no debía tener, pero a veces lo hacía para calmar sus pensamientos.Apoyada en una pared, Samantha inhaló profundamente, soltando el humo con una expresión relajada. Estaba tan concentrada en sus pensamientos que no notó cuando Memo llegó.
—"¿Samantha?"— dijo él con sorpresa al verla.
Ella giró la cabeza, y al darse cuenta de que Memo la había pillado, soltó una pequeña risa nerviosa.
—"¿Qué haces aquí tan temprano?"— preguntó ella, tratando de cambiar el tema mientras daba otra calada.
Memo no respondió de inmediato. Sus ojos se clavaron en el cigarro que Samantha sostenía entre los dedos. Frunció el ceño y caminó hacia ella.
—"¿Estás fumando?"— preguntó, intentando sonar tranquilo, aunque claramente no lo estaba.
—"¿Y eso qué?"— respondió Samantha con una sonrisa traviesa, levantando el cigarro hacia él. —"¿Quieres probar?"
Memo suspiró, acercándose más.
—"No, Samantha, no deberías estar haciendo eso. Dame eso,"— dijo mientras intentaba quitarle el cigarro.
Samantha, divertida, retrocedió rápidamente, esquivándolo.
—"¡Ni lo sueñes, Memo!"— dijo con una carcajada, sosteniendo el cigarro fuera de su alcance.
Memo no estaba dispuesto a rendirse tan fácil. Avanzó hacia ella otra vez, pero Samantha salió corriendo hacia el otro lado de la explanada, riéndose como una niña traviesa.
—"¡Samantha, en serio! ¡No es gracioso!"— gritó Memo mientras corría tras ella.
—"¡Entonces atrápame!"— respondió ella, riendo mientras aceleraba el paso.
Después de varios intentos fallidos, Memo finalmente logró alcanzarla cerca de una de las bancas. Tomó su muñeca con suavidad, aunque estaba ligeramente agitado por la carrera.
—"Ya, Sam, en serio,"— dijo él con un tono más serio, mirándola a los ojos. —"No me gusta que fumes. No es bueno para ti."
Ella dejó de reír, notando la sinceridad en su voz. Bajó la mirada hacia el cigarro y, tras un segundo de duda, lo apagó contra una pared cercana.
—"Está bien, Memo. Lo siento,"— dijo ella, encogiéndose de hombros.
Él sonrió, satisfecho, y tomó su mano.
—"Gracias,"— dijo suavemente, dándole un ligero apretón.
Samantha le devolvió la sonrisa, pero cuando ambos miraron el reloj, se dieron cuenta de algo alarmante.
—"¡Memo!"— exclamó Samantha. —"¡Ya es hora! ¡La puerta!"
Ambos corrieron hacia la entrada de la preparatoria, solo para encontrarse con el portón cerrándose lentamente.
—"¡Espere, espere!"— gritó Memo al guardia, pero ya era demasiado tarde.
El sonido metálico de la puerta al cerrarse completamente marcó su destino. Ambos se miraron, respirando agitadamente después de la carrera.
—"¿Y ahora qué hacemos?"— preguntó Samantha, cruzándose de brazos.
Memo se rió suavemente, encogiéndose de hombros.