La noticia llegó como un golpe certero. Memo, sentado frente a sus padres en el comedor, escuchó en silencio mientras su papá le explicaba que los habían ascendido en su trabajo en Estados Unidos y que, por esa razón, ya no podrían seguir viviendo en el DF.—"Memo, sé que no es fácil, pero esto es por el bien de todos. Allá tendrás oportunidades mejores, un futuro más seguro,"— dijo su papá, con un tono que intentaba sonar alentador.
—"Pero... ¿por qué ahora? ¿Por qué tenemos que dejar todo?"— respondió Memo, tratando de mantener la calma.
—"Hijo, aquí lo hemos hecho bien porque hemos trabajado duro, y allá será igual. A veces, cambiar es necesario."—
Memo apretó los labios, frustrado. No era la primera vez que hablaban del tema, pero esta vez lo sentía definitivo. Salió del comedor sin decir más, subió a su habitación y cerró la puerta. Desde la ventana, veía las luces de la ciudad. Esa noche, el DF parecía más vivo que nunca, como si supiera que lo estaba perdiendo.
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El viernes por la tarde, Memo tomó una decisión. Reunió a sus amigos en su casa para distraerse y, al mismo tiempo, despedirse de ellos sin que lo supieran.
—"Acaban de traer un karaoke. ¿Qué dicen? Lo estrenamos hoy,"— dijo, fingiendo entusiasmo.
Esa noche, Alex, Marifer, Daniela, Tenoch y Samantha se reunieron en el patio trasero. Había bocadillos, refrescos y un par de micrófonos listos para empezar.
Cuando le tocó a Memo, se quedó de pie frente al micrófono, pero no dijo nada.
—"Ándale, Memo, no te hagas el interesante,"— bromeó Alex.
—"Mejor alguien más,"— dijo Memo, desviando la mirada.
Samantha lo miró, notando su incomodidad. Sin pensarlo dos veces, se levantó y tomó el otro micrófono.
—"Yo canto contigo,"— dijo, dedicándole una sonrisa que lo hizo sentir menos nervioso.
La pista de "No hay nada eterno" de Neón comenzó a sonar, y Samantha empezó a cantar. Memo, al principio, solo murmuraba las palabras, pero la seguridad de Samantha lo contagió. Poco a poco, su voz se unió a la de ella, más fuerte, más clara.
—"Ha cambiado todo
Voy cambiando en mí
No hay nada eterno
No puedo parar."—El resto del grupo se unió a cantar con ellos, creando un momento lleno de energía. Sin embargo, Memo no podía evitar sentir un nudo en el pecho. Cada palabra de la canción le recordaba que su tiempo en el DF estaba llegando a su fin.
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Los días siguientes, Memo comenzó a repartir sus pertenencias. A Alex le dio una bolsa con dulces importados. A Daniela, un casete de Ace of Base con las letras traducidas. Marifer recibió varios casetes que solían escuchar juntos.
La despedida más difícil fue con Tenoch. Le entregó una caja grande con su computadora, una de sus posesiones más preciadas.
—"¿Qué haces? ¿Por qué me estás dando esto?"— preguntó Tenoch, confundido.
—"Solo prométeme que no la abrirás hasta llegar a tu casa."—
—"Memo, esto no tiene sentido. ¿Por qué estás actuando así?"—
—"Por favor,"— insistió Memo, con una sonrisa que ocultaba un dolor profundo.
Tenoch aceptó, pero algo en su corazón le decía que algo no estaba bien.
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Esa misma tarde, Memo decidió visitar a Samantha en su casa. Tocó la puerta, y cuando Samantha abrió, lo miró con curiosidad.