VI

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LUCERYS

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LUCERYS

Mientras me preparaba para el viaje, notaba los rastros de preocupación en el rostro de mi madre. Las comisuras de su boca estaban ligeramente curvadas, y una sombra de ansiedad danzaba en sus ojos, revelando que estaba muy consciente de los peligros que me esperaban.

— No espero que seas perfecto, hijo mío. Solo sé tú mismo — dijo ella, su voz baja y suave, mientras pasaba la mano por mi rostro, como si intentara grabar mi esencia en su memoria. — Recuerda lo que discutimos: el apoyo de Borros es crucial. Él es un aliado poderoso, y necesitamos asegurarnos de que siga a nuestro lado.

Sus palabras resonaron en mi mente como una campana distante, y me di cuenta de que no solo traía un mensaje; llevaba conmigo una chispa de esperanza, un símbolo del futuro de nuestra casa. Sin embargo, la idea de viajar solo a un lugar tan tempestuoso como Storm's End me inquietaba. ¿Y si algo salía mal? ¿Y si Borros no estaba dispuesto a escuchar lo que tenía que decir? ¿Y Aemond, siempre al acecho, listo para lanzar su sombra sobre mí?

En ese momento de incertidumbre, John se acercó, notando la ansiedad estampada en mi rostro.

— Oye, Lucerys, ¿estás nervioso? — preguntó él, su sonrisa cálida iluminando la atmósfera pesada a nuestro alrededor. La preocupación que me oprimía comenzó a disiparse con su presencia.

— Solo un poco. ¿Y si Borros no me toma en serio? ¿Y si Aemond está cerca? — respondí, recordando el rostro de mi tío, distorsionado por la ira y el desdén.

Él rió suavemente, tratando de aliviar la tensión que pesaba sobre mí, un sonido como el murmullo de un arroyo en un día soleado.

— Ya no eres el chico tímido que eras. Escuché cómo le arrancaste el ojo a Aemond; se lo merecía. Puedes hacerlo. Lo importante es que hables con sinceridad y determinación.

Inspirado por sus palabras, decidí que no se trataba solo de mí; se trataba de mi familia y del futuro de los siete reinos. Mi madre se acercó a nosotros, y John aprovechó la oportunidad.

— Su Majestad — comenzó él, la seriedad en su tono contrastando con el ambiente ligero que había creado antes —, si me lo permite, me gustaría acompañar al príncipe Lucerys en su viaje. No puedo dejarlo ir solo, hice un juramento a él y a usted.

La reina vaciló, considerando sus palabras, antes de finalmente asentir.

— Tienes razón, John. Si crees que puedes ser de ayuda, entonces que así sea. Pero recuerda: la seguridad de mi hijo es la prioridad. No lo dejes ponerse en peligro.

Con la autorización de mi madre, la ansiedad que me consumía comenzó a desvanecerse poco a poco. Cuando llegó el momento de partir, subí a la montaña de Arrax, mi dragón. Sus escamas brillaban bajo la luz del sol, una visión que me llenaba de determinación. El nerviosismo seguía ahí, pero al mirar el cielo abierto, algo nuevo comenzó a brotar dentro de mí. Era la libertad de volar, de dejar atrás la incertidumbre y los miedos, una emoción que me hacía sentir que podría conquistar el mundo.

𝑳𝒂 𝑺𝒆𝒎𝒊𝒍𝒍𝒂 𝒅𝒆𝒍 𝑫𝒓𝒂𝒈𝒐́𝒏 | Lᴜᴄᴇʀʏs VᴇʟᴀʀʏᴏɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora