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No estoy muerta, pero lo parezco.
Es la primera vez que me veo en un espejo desde... ¿el día de la Cacería en la mansión Hanson? Sí.
Tan solo hace un minuto me he metido en el baño de la habitación con la toalla dada por Eris, me he desnudado y me he parado frente al lavabo.
He quedado en un shock trémulo, porque la imagen que encontré es... espantosa. No solo contribuye a la percepción de que puedo estar loca, sino que también me hace desagradable a cualquier primer vistazo:
Mis ojeras hundidas y violetas. Mi cabello oscuro con frizz y despeinado. Mi piel algo opaca, como si estuviera enferma. Y me veo más delgada. Un poco más y comenzaré a parecer un cadáver.
Pero lo peor es mi mirada. Luzco exhausta de pensar, de vivir, de existir. No es el cansancio que podría reflejarse en alguien que ha trajinado durante un largo viaje o que ha dormido poco. Es un cansancio de cuerpo y de alma.
Alzo una mano de dedos temblorosos y me la llevo a la mejilla. Parpadeo, atónita, y hasta admito que entiendo por qué Damián me vio vulnerable, como alguien para intimidar.
Primero, porque parezco... desvalida, patética, una miserable y pobre criatura víctima de horribles infortunios.
Segundo, porque mostré debilidad al no hacer nada cuando me acorraló.
Y eso tiene que ser, porque, por ejemplo, a Poe no le ha gritado o lo ha acorralado o interrogado. A él no lo ha acusado como a mí. Sé que es porque en cierto modo lo debe de ver a su mismo nivel, ya que sigue siendo un Noveno. Por el contrario, a mí, la presa, me ve como la fácil de asustar.
¿Será que al conocerme se le ha despertado la misma necesidad que la del Damián de mi dimensión de usarme para saciar su hambre de miedo?
Ah, pero fue diferente en un momento. Uno solo, hace un rato atrás cuando él entró a la habitación y me interrogó. Primero, mis nervios y el temor automático que quedó en mí por todo lo vivido con el otro Damián me hicieron actuar como siempre: la sumisa que responde a todas sus preguntas.
Pero de pronto tuve el arranque de enfrentarlo, y cuando lo hice, no pudo más conmigo. Fue muy distinto, él se fue. Y se sintió... increíble.
Se me ocurre de golpe. Solo me viene. ¿Y si eso es lo que debo hacer en todo momento? ¿Y si... por primera vez...? ¿Y si por primera vez arrincono a la fuerza mis temores y lo trato como si ambos fuéramos de naturalezas iguales?
En estos momentos es como si el miedo se resistiera a abandonarme, pero, ¿y si lo fuerzo todo? ¿Y si tuerzo mi personalidad de la misma forma que se me está torciendo la realidad?
¿Y si me convierto finalmente en una Novena?
No para matar, porque sigo teniendo claro que no le haría daño a personas inocentes, sino para que parezca que ninguna naturaleza superior o inferior nos hace diferentes, y que Damián deje de sentir que puede intimidarme.
¿Serviría? ¿Acaso de esa forma en esta dimensión lograría lo que no logré en la otra: evitar que el monstruo juegue conmigo?
—¡Padmeee! —El grito de Eris al otro lado de la puerta me hace sobresaltarme frente al espejo del lavabo—. ¡Te esperamos para cenar en diez minutos!
Me aparto de mi reflejo y me ducho rápido. Me pongo la ropa que Eris escogió para mí, y solo cuando la tengo puesta es que soy inquietamente consciente de cómo me queda.
Es una camisa de tirantes color vinotinto que se ciñe al cuerpo y deja un escote. No es pronunciado. No es vulgar, es discreto, pero en lo justo para insinuar que tengo unos pechos moderados. Yo diría que causa curiosidad, y es algo sensual.
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DAMIÁN - PARTE 2 © [subtítulo pendiente]
Paranormal¿Y si nada terminó con la pregunta? «¿Damián?, ¿quién es Damián?» Eso es lo último que Padme Gray recuerda, junto al hecho de que despertó de nuevo en su casa, en donde las cosas y las personas parecen estar en sus antiguos sitios. El retorcido p...