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Mm, ¿será temblando de frío? ¿o de algo más?

Es Poe.

Lo reconozco porque se acerca más, pero no entiendo por qué está sentado en mi cama, en medio de la noche, tapándome la boca como un asesino que entra a hurtadillas a la habitación de alguien dispuesto a asfixiar con una almohada o algo de ese estilo.

El frío del miedo me deja paralizada. Solo me pregunto si es que ha venido a matarme ya, si lo hará en esta subterránea habitación, si será así como se vengará.

—Poe... —hablo bajo su mano en un intento de hacerlo entrar en razón, de suplicarle que no lo haga doloroso para mí. Pero él me interrumpe:

—¡¿Qué demonios fue eso de decirle a este Damián lo de su padre, eh?! —Su regaño es un susurro enojado. En la oscuridad, da miedo el cómo todas sus facciones naturalmente divertidas y relajadas están endurecidas y afincadas de molestia. Es un cambio tan brusco que parece demencial, demostrando que él no es uno solo jamás, que no es simplemente ese tipo juguetón y seductor, pero que preferirías que lo fuera—. ¿Piensas revelarlo todo en un ataque? ¿Sabes lo que podría pasarnos? —Me reprocha.

—Lo siento, yo... —Estoy atónita, porque no sé qué es peor, que venga a matarme o a regañarme. Aunque ya sé que no está aquí por lo primero.

—¿No te diste cuenta en la cena de cómo aquí todos son una familia y de cómo adoran a este Damián? —No me deja hablar, susurrando con los dientes apretados de severidad. Precisamente al decir «son una familia» su tono es amargo, como si le escociera el decirlo—. Él es casi su líder, así que si se llegan a enterar de lo que hiciste, de lo que eres capaz contra Damián, la propia Archie de aquí va a arrancarte la piel de la cara a mordiscos.

—Sí me di cuenta... —No sé por qué sigo tratando de hablar bajo la palma de su mano, si ni siquiera me está escuchando.

—Tienes que controlarte o harás que nos maten —exige como si esta fuera la última advertencia que me da, porque de lo contrario se encargará de hacerme callar. Y afinca cada palabra agriamente—: No sé qué está pasando en tu cabeza, pero ordénala. No quiero que reveles nada más sobre ti ni sobre nosotros. A lo que sea que le tienes tanto miedo, no tiene sentido, porque Damián ya está muerto. No puede hacerte nada. Entiéndelo ya.

Es que ese era el problema, que yo siento que el monstruo sigue vivo.

Pero Poe no lo comprenderá jamás. Sería en vano buscar empatía en él. Seguimos teniendo una visión muy diferente de Damián, por eso se le hace fácil exigirme que no tenga miedo y lo olvide. En todo caso que mis peores pesadillas se hagan realidad, el Damián acuchillado jamás va a venir a vengarse de él, a tratar de poseerlo a él. Es a mí.

Poe finalmente libera mi boca de la mordaza de su mano. Se endereza sentado en la cama, y se calma un poco, exhalando aire. En la oscuridad solo puedo ver las líneas de su perfecto perfil.

—Vamos a ayudarlos en lo que piden para que nos devuelvan a nuestra dimensión —me da la indicación en cuanto a cómo procederemos como "equipo", y aunque ya no suena enojado, su perturbadora seriedad se mantiene.

—¿Y si no cumplen su palabra? —Por supuesto, ya las dudas y la desconfianza están en modo autoencendido en mí.

—Lo harán —asegura él—. Verne lo hará. Es igual que yo y no me quedan dudas, solo no sé por qué lo esconde. Siento que hay una razón, pero no doy con ella... —lo susurra de una manera que me da a entender que ha estado pensando mucho en eso, tal vez demasiado.

Y me siento tan identificada con él que inevitablemente se me escapa:

—¿Crees que tiene un secreto? Yo también creo que este Damián tiene un secreto...

DAMIÁN - PARTE 2 © [subtítulo pendiente]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora