Escucho el timbre y me levanto con prisa a abrir la puerta. Frente a mí aparecen Brenda, el pequeño Theodoro de 7 años y la dulce Lilibeth de 4. Ambos me saludan alegres y entran corriendo a la casa en busca de Devon. Brenda clava su mirada en mí.–Adivino, está muy ocupado para recibir a sus hijos –comenta con prepotencia.
–Se le han presentado compromisos de última hora, pero tratará de hacer todo lo posible para salir de ellos lo más pronto –le aseguro.
–Tsk –chasquea la lengua–. ¿Ustedes ya están saliendo? –pregunta de pronto.
–Es complicado.
–Te diré algo Iliana, lo mejor que podrías hacer es alejarte de Devon –me advierte–. Voy a dejar a los niños solo porque tú los has recibido y dile a ese... –se abstiene de lo que va a decir–. Olvídalo.
Se despide de los niños y me entrega sus maletas. Cierro la puerta tras de ella.
– ¿Dónde está papá? –pregunta Lilibeth.
Me arrodillo frente a ella.–Está trabajando, pero tratará de venir a aquí lo más pronto posible.
– Wow, ese árbol es gigante y estos regalos, ¿son para nosotros? –pregunta Theodoro.
–Sí, pero sólo se abrirán cuando llegue su padre –me pongo de pie–. Vamos para que vean su habitación.
Me siguen por el pasillo hasta la habitación del final y emocionados al entrar se suben cada uno a su cama para saltar.
–Chicos, chicos, pueden saltar pero con cuidado –les sonrío.
–Creo que deberías prohibirnos saltar –argumenta Theodoro.
–¿Por qué?, saltar en la cama es divertido.
Comienzo a organizar sus cosas en el closet y en las cómodas mientras juego esporádicamente con ellos.–¿Tienen hambre? –les pregunto– ¿Qué tal unos sándwiches?
Ambos aceptan y salen corriendo de la habitación, mientras intento guiarlos hasta la cocina.
–Si gustas Theodoro en el salón hay un televisor enorme donde puedes jugar con la consola, tu padre tiene un juego de fútbol que estoy seguro te gustara.
Va corriendo tras escucharme e intento seguirle el paso. Enciendo todo para que pueda estar cómodo y disfrutar del juego. Retomo el camino hacia la cocina hasta que siento como abrazan mis piernas, al bajar la mirada me encuentro con los tiernos ojos de la pequeña Lilibeth
–¿Puedo acompañarte en la cocina? –murmura.
–Claro que sí, vamos –le sonrío cálidamente y tomo su mano.
La ayudo a sentarse en una de las sillas que rodea el mesón y comienzo a preparar los sándwiches. La niña de ojos claros me mira embelesada por minutos hasta que rompe el silencio preguntando:
–¿Eres novia de mi papi?
–¡No! –exclamo sorprendida por su pregunta–.
Soy... como su hermana, una tía para ustedes.–Que bueno –sonríe alegre–. Quiero que mami y papi estén juntos de nuevo, ¿es malo?
La contemplo con ternura por algunos segundos.
–Para nada, a tu edad también quería lo mismo. Mis papis también se separaron, pero no volvieron a estar juntos...
–¡Aún se puede!, solo pide un deseo —me anima.

ESTÁS LEYENDO
El karma, el amor y yo
Romantik¿Has intentado dejar de amar a alguien? (sin éxito alguno), llegando a pensar que dicho amor es obra de una maldición karmica para hacerte pagar un error cometido en alguna vida pasada. Tras 14 años he amado a la misma persona, que por igual "me ha...