Capítulo 11: Promesas en la Oscuridad

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El aire en la Fortaleza Roja estaba cargado de tensión. La corte había cambiado su tono hacia Rhea Royce desde que la habían visto junto a Daemon en los últimos días. Los rumores corrían como agua por los pasillos: algunos decían que el matrimonio estaba floreciendo, otros que era un pacto político forzado. Rhea, por su parte, no tenía tiempo para rumores.

Esa mañana, mientras revisaba los informes que le llegaban desde Runestone, recibió una carta de su padre, Lord Yorbert. La caligrafía era precisa, casi rígida, y las palabras no dejaban lugar a interpretaciones.

"Mantente firme, hija. No olvides quién eres ni de dónde vienes. Las rocas que forman Runestone han resistido siglos, y tú también lo harás."

Sus palabras eran un recordatorio de su deber, pero también una advertencia. Aunque Daemon parecía más colaborador últimamente, Rhea sabía que él era un hombre con ambiciones propias, y confiar completamente en él sería un error.

El Consejo Privado

Esa misma tarde, Daemon fue llamado a una reunión del Consejo Privado. Aunque no era oficialmente parte de él, Jaehaerys había decidido incluirlo en algunas deliberaciones para mantenerlo ocupado y, según Alysanne, "fuera de problemas".

Rhea no tenía permitido asistir, pero eso no impidió que se enterara de lo que discutían. Mientras paseaba por los jardines con Rhaenys Velaryon, notó cómo los caballeros entraban y salían de la sala del consejo con rostros tensos.

—Parece que algo importante está en juego —comentó Rhaenys, observando a los hombres que pasaban.

Rhea asintió, su mirada fija en la puerta cerrada.

—Daemon mencionó algo sobre posibles conflictos en las Tierras de la Tormenta. Puede que estén planeando una intervención.

Rhaenys arqueó una ceja, intrigada.

—¿Te lo dijo él?

—Hemos llegado a un acuerdo —respondió Rhea, mirando a su compañera con seriedad—. No es confianza, pero es un inicio.

Rhaenys sonrió ligeramente, inclinándose hacia ella.

—Tener a un hombre como Daemon de tu lado puede ser peligroso... pero también muy útil. Solo asegúrate de que las riendas estén firmes en tus manos.

Rhea no respondió, pero sabía que Rhaenys tenía razón.

La Propuesta de Daemon

Esa noche, Daemon regresó tarde a sus aposentos. Rhea estaba sentada junto a la ventana, leyendo a la luz de una vela. Apenas levantó la vista cuando él entró, pero sus movimientos lentos y pensativos la hicieron detenerse.

—¿Qué pasó en el consejo? —preguntó, cerrando su libro.

Daemon dejó caer su capa sobre una silla y sirvió dos copas de vino antes de responder.

—Están preocupados por las Tierras de la Tormenta. Parece que algunos señores están cuestionando su lealtad al Trono de Hierro.

Rhea tomó la copa que él le ofreció, observándolo cuidadosamente.

—¿Y qué tiene eso que ver contigo?

Daemon sonrió, un destello de arrogancia en su expresión.

—Jaehaerys cree que puedo ser útil como emisario. Quiere que viaje al Bastión de Tormentas para asegurar la lealtad de Lord Baratheon.

Rhea se inclinó hacia adelante, su interés evidente.

—¿Y vas a hacerlo?

Daemon dio un sorbo de su vino antes de responder.

—Eso depende.

—¿De qué?

La sonrisa de Daemon se desvaneció, su tono volviéndose más serio.

—De ti.

Rhea lo miró con escepticismo.

—¿Qué significa eso?

Daemon dejó su copa sobre la mesa y se acercó a ella.

—Si voy, quiero que vengas conmigo.

La sorpresa en el rostro de Rhea fue evidente.

—¿Por qué querrías que fuera contigo?

—Porque necesitamos mostrar unidad. Porque si los señores del reino ven que somos un frente común, será más difícil cuestionar nuestra alianza.

Rhea lo miró fijamente, buscando algún indicio de burla o manipulación, pero no encontró nada.

—¿Y qué gano yo con esto?

Daemon sonrió de nuevo, esta vez con un toque de sinceridad.

—La oportunidad de demostrar tu valía ante la corte. La oportunidad de mostrarles que no eres solo "la niña del Valle".

Rhea se quedó en silencio, considerando sus palabras. Finalmente, asintió.

—De acuerdo. Pero si esto es otra de tus tretas, Daemon, lo lamentarás.

Daemon levantó su copa en señal de acuerdo.

—¿Cuándo te he defraudado, esposa?

Rhea rodó los ojos, pero no pudo evitar una pequeña sonrisa.

El Viaje a las Tierras de la Tormenta

El viaje hacia el Bastión de Tormentas fue largo y agotador, pero Rhea lo soportó sin quejarse. Daemon, por su parte, parecía disfrutar del aire fresco y la oportunidad de alejarse de la Fortaleza Roja.

Cuando llegaron, fueron recibidos con toda la pompa que se esperaba para un príncipe y su esposa. Lord Baratheon, un hombre robusto y de pocas palabras, los recibió en el salón principal.

—Príncipe Daemon, Lady Rhea —los saludó con una inclinación de cabeza—. Espero que el viaje haya sido cómodo.

—Lo suficientemente cómodo —respondió Daemon, ofreciendo una sonrisa cortés.

Rhea observó en silencio mientras Daemon intercambiaba palabras con el señor de la Tormenta, pero no pasó mucho tiempo antes de que Lord Baratheon dirigiera su atención hacia ella.

—Lady Rhea, he oído mucho sobre usted. Dicen que tiene un temple de acero, digno de su linaje.

Rhea inclinó ligeramente la cabeza, su expresión neutral.

—Solo trato de cumplir con mi deber, mi señor.

Lord Baratheon asintió, aparentemente satisfecho con su respuesta.

—Espero que encuentren tiempo para disfrutar de nuestra hospitalidad mientras están aquí.

Un Momento de Unión

Esa noche, mientras la tormenta rugía afuera, Rhea y Daemon compartieron una cena privada en sus aposentos. Por primera vez desde su matrimonio, la conversación fluyó con facilidad, como si finalmente hubieran encontrado un terreno común.

Cuando la noche avanzó, Rhea se permitió relajar su guardia. Miró a Daemon mientras hablaba, y por un breve momento, vio algo más allá de su arrogancia y ambición.

—Daemon —dijo, interrumpiéndolo suavemente.

Él levantó la vista, sorprendido.

—¿Sí?

—¿Por qué estás haciendo esto?

Daemon la miró fijamente, su expresión suavizándose.

—Porque creo que juntos podemos lograr algo grande.

Rhea no respondió, pero su corazón dio un vuelco. Por primera vez, empezó a creer que tal vez, solo tal vez, había esperanza para ellos.

Continuará...

La Guerrera y El Dragón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora