Capítulo 12: La tormenta creciente

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El viento soplaba con fuerza aquella tarde en el Bastión de Tormentas. Rhea observaba desde una ventana de sus aposentos cómo las olas del mar chocaban contra las rocas de la costa. La tormenta se avecinaba con furia, una metáfora perfecta de los días que estaban por venir.

Daemon había estado ocupado con los asuntos de Lord Baratheon, negociando términos de lealtad y asegurándose de que la casa Tormenta estuviera alineada con los intereses del Trono de Hierro. Rhea, por su parte, había estado tratando de integrarse en la corte local, observando cómo los señores de la región manejaban sus relaciones y buscando una manera de fortalecer su propia posición en la corte real. La tensión era palpable, y en los pasillos del Bastión de Tormentas, los susurros sobre la llegada de Rhea y Daemon comenzaban a multiplicarse.

La Recepción de los Baratheon

Al día siguiente, durante una gran cena en el salón principal, Rhea notó cómo los ojos de los Baratheon, y en particular los de su cabeza de familia, Lord Borros Baratheon, la observaban con una mezcla de curiosidad y escepticismo. Aunque Lord Borros era un hombre de apariencia imponente, con su gruesa barba y su estampa de guerrero, Rhea sabía que su respeto debía ganárselo si quería que la alianza fuera sólida.

Daemon se encontraba a su lado, como siempre, con su expresión confiada, haciendo su mejor esfuerzo por ganarse la simpatía de los Baratheon. Mientras las copas de vino se alzaban y los platos se vaciaban, Rhea escuchó fragmentos de conversación entre los nobles, que variaban desde elogios fingidos hasta comentarios sutilmente cortantes.

—Así que, Lady Royce, ¿qué tal su vida en la corte de la Fortaleza Roja? —preguntó Lady Maris Baratheon, su tono dulce pero con una pizca de veneno.

Rhea, sin perder la compostura, sonrió y contestó con calma.

—Es un lugar lleno de desafíos, pero también de oportunidades. Cada día trae algo nuevo que aprender, y siempre es mejor rodearse de personas que no temen cuestionar el statu quo.

Maris frunció el ceño por un momento, pero rápidamente recobró su compostura.

—Vaya, qué interesante perspectiva. A los Baratheon, nos gusta ver los desafíos de frente y siempre nos aseguramos de que nuestra lealtad sea firme y clara.

Rhea, sin apartar la mirada, respondió.

—Y es precisamente por esa lealtad que estamos aquí, Lady Maris. Para asegurarnos de que el futuro de nuestros hogares esté seguro.

La Tormenta Estalla

La tormenta de aquella noche se intensificó, como si la naturaleza misma presagiara lo que estaba por venir. Mientras Daemon y Rhea se retiraban a sus aposentos, la lluvia golpeaba las ventanas con furia. La humedad en el aire y el estruendo de los truenos parecían acompañar las tensiones que se habían acumulado durante la cena.

Al entrar en la habitación, Rhea se detuvo un momento antes de volverse hacia Daemon, que estaba quitándose la capa empapada.

—Daemon, ¿realmente crees que todo esto es suficiente? —preguntó con una seriedad que no podía esconder.

Daemon la miró, una sonrisa fugaz jugando en sus labios.

—¿Suficiente? No. Pero es un comienzo.

Rhea suspiró, caminando hacia la ventana. Desde allí, podía ver la tormenta arrasar el horizonte.

—Las casas grandes tienen formas de resistir las tormentas. Las pequeñas no tienen ese lujo.

Daemon se acercó a ella, colocando una mano en su hombro.

—Eso es lo que debemos asegurar: la fortaleza. De Runestone, de nosotros, de lo que venimos a representar. Todo depende de cómo manejemos esta tormenta. Si la enfrentamos juntos, saldremos más fuertes.

Rhea miró su reflejo en el cristal, su rostro reflejado en medio del caos de la tormenta que azotaba la costa. La palabra "juntos" resonaba en su cabeza.

—Estoy empezando a creer que la tormenta no es lo peor de todo esto —dijo en voz baja, casi para sí misma.

Daemon, sin moverse, la observó en silencio.

—El mayor peligro es el que no podemos ver. Y eso, mi querida esposa, es lo que debemos estar preparados para enfrentar.

El Encuentro con Lord Borros

A la mañana siguiente, Rhea y Daemon se dirigieron al salón principal para la audiencia con Lord Borros. La atmósfera estaba cargada, todos sabían que este encuentro sería decisivo para el futuro de la alianza entre los Baratheon y los Targaryen. Lord Borros, sin embargo, no parecía preocupado. Su actitud era confiada, casi despectiva.

—Lord Borros, es un honor finalmente poder hablar en persona —dijo Daemon, inclinando ligeramente la cabeza.

—El honor es mío, príncipe Daemon. Y Lady Royce, ¿está disfrutando de nuestra hospitalidad? —preguntó Borros, con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.

Rhea se mantuvo firme.

—Es un lugar impresionante, mi señor. La Tormenta tiene una belleza única, aunque su clima es algo difícil de apreciar para alguien de las tierras del Valle.

Borros sonrió ligeramente ante su comentario.

—Es cierto que no hay lugar como el Bastión de Tormentas, pero esa es precisamente su fuerza. Las tormentas nos han hecho más duros, más resistentes. Algo que aprecio en aquellos con los que tratamos, como los Targaryen.

Daemon asintió, pero Rhea podía notar la tensión en su postura. Borros, aunque mostraba una fachada amigable, no estaba tan convencido de la alianza como pretendía hacer creer.

—Nosotros, los Baratheon, tenemos una reputación que mantener. Y para asegurar que este pacto sea sólido, necesitamos garantías claras —dijo Borros, mirando a Daemon con una expresión seria.

Rhea no pudo evitar levantar una ceja ante sus palabras.

—¿Garantías? —repitió, su voz tan firme como su mirada.

Lord Borros la miró a ella por un momento antes de responder.

—Sí, Lady Royce. Quiero saber que los Targaryen cumplirán con lo que prometen. Las palabras no son suficientes. Lo que necesitamos son pruebas.

Daemon se adelantó, sus ojos brillando con determinación.

—Las pruebas se demostrarán en el tiempo, mi señor. No buscamos solamente palabras vacías, sino acciones que respalden nuestro compromiso con el reino.

Borros asintió, satisfecho con la respuesta, aunque Rhea no pudo dejar de sentir que aún no se había resuelto la verdadera prueba que enfrentaban. Las palabras de Daemon le parecían solidas, pero el futuro seguía siendo incierto.

La Noche de Decisiones

Esa noche, tras la cena, mientras los dos se retiraban a sus aposentos, Daemon parecía más pensativo de lo habitual. Mientras Rhea se preparaba para descansar, lo observó en silencio, notando el peso de sus pensamientos. Finalmente, él habló, su voz baja.

—Sabes que esto no termina aquí, ¿verdad?

Rhea lo miró, sorprendida por su confesión.

—¿Qué quieres decir?

—La lealtad de Borros Baratheon es solo el primer paso. Hay fuerzas en este reino que no podemos ver, pero que ya están en movimiento. Y esas fuerzas no se detendrán por nuestra alianza.

Rhea se acercó lentamente, su expresión se endureció.

—Entonces debemos estar listos para lo que venga, Daemon. Ya no hay vuelta atrás.

Daemon la miró por un largo momento, un brillo en sus ojos.

—Juntos —dijo, como una promesa.

Rhea asintió, sintiendo que la tormenta dentro de la sala era solo un reflejo de la que estaba por desatarse en el reino. Pero, por primera vez, ella sentía que podía enfrentarla. Juntos.

Continuará...

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