Terminé de aplicar el pintalabios rojo burgundy en mis labios, y me alejé un poco del tocador para analizar el resultado final de mi maquillaje. No me iba a echar flores a mí misma, ya que la creadora de ese magnífico rostro era mi querida amiga Amalia, aunque yo era la que me había realizado el tema de labios, ya que me gustaba aplicar el pintalabios yo misma.
Me veía bien, era diferente a lo que yo me haría, ya que era un maquillaje atractivo y sexy, saliendo bastante de mi zona de confort. Un ahumado suave con una sombra más brillante que las estrellas adornaba mi párpado, mi piel lucía luminosa y lisa, y mis labios eran, simplemente, arrebatadores.
Retoqué mi peinado un poco, que, por fardar, también me había quedado impresionante. Se trataba de un moño alto del que salían tirabuzones, y mi rubio lucía llamativo a lo largo de mi cabeza, tanto en la parte estirada como en los tirabuzones. Mi cuerpo se movía por la habitación al compás de la suave melodía de "Videogames", de Lana del Rey.
Agarré mis tacones de punta negros que había comprado el otro día junto con el vestido y me dirigí a las escaleras, dando brincos por el camino para poder ponérmelos.
A decir verdad, no había sido uno de mis mejores días, y había tenido algunos altibajos. Por no mencionar el ataque de ansiedad que me abordó en cuanto salí de hablar con la investigadora.
Habíamos hablado sobre la idea que me dio la psicóloga, aquella de volver a mi ciudad natal por navidades, para ver si de esa forma se me hacía más fácil superar todo el trauma del accidente.
No había vuelto desde que me fui, y me agobiaba en sobremanera volver a pasar por esa cala, ese mar, que aquella madrugada estuviera mucho más cerca.
La Dra. Parks —así era como la investigadora encargada de mi caso se llamaba —se había mostrado bastante en contra de aquella idea, lo cual me relajó y me aterrorizó aún más al mismo tiempo. Dijo que todavía no habían avanzado con el caso —estaba bastante harta de escuchar esa frase y no obtener respuestas, pero no se lo eché en cara —, y que había alguna pequeña posibilidad de que la persona que me atacó volviera a Milos.
Esa afirmación fue la que me agrandó el nudo en la garganta, pero sin duda la ansiedad llegó cuando empezó a hablar de que, en caso de ir, tendría que ir con guardaespaldas, y estar segura las veinticuatro horas del día.
—¡Lena! ¿Bajas? Han venido a buscarte —la voz de Amalia me sacó de mis pensamientos y me salvó de volver a hundirme en las malas emociones que había sentido. Al final, aún no haciéndolo adrede, Am me salvaba de mí misma y mi autodestructiva memoria.
Terminé de acomodar mis tacones y comencé a bajar a la entrada, mientras escuchaba a mi pareja para la gala —que mal sonaba eso, mejor era llamarlo esclavo —contarle a mi amiga que no había podido salir pronto de la universidad, ya que tenían que hacer un proyecto y... milongas.
Bajé los últimos escalones al tiempo que ajustaba la raja de la larga falda del vestido para que encajara perfectamente con mi muslo. Al terminar, alcé la vista y me topé directamente con la mirada de Cole, que estaba clavada en aquella abertura lateral del vestido, mirándola con deseo.
Solté una risa divertida y nuestras miradas se encontraron por fin. Noté que, al contrario que al mirar mi vestido, su mirada se volvía cálida y con un punto de adoración. Gracioso, teniendo en cuenta que hace unos meses casi me mata y ahora estábamos en una situación en la que ambos sabíamos el deseo que tenía el uno por el otro, pero no terminábamos de saciarlo.
—¿Qué mirabas? —pregunté con tono jocoso, sabiendo la respuesta claramente.
Cole enarcó una ceja, como no creyéndose que no me hubiera dado cuenta todavía.
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Amor de Aguas Griegas
RomanceEl verano pasado Lena Ballis sufrió un grave "accidente" que causó mucho miedo y ansiedad en ella. Al llegar a su segundo año en la Universidad de Atenas, se da cuenta de que ya nada será como antes, ahora su vida está llena de miedo, ansiedad y los...