12- Un adorable mal augurio.

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Para despejarme un poco y tomar algo de aire, me asomo por la ventana de mi habitación y me recibe la brisa de la noche. Si creía en las palabras de Fanny entonces significaba que era cierto que ella y Josuke no eran nada, al menos no más que amigos. Aunque no estaba del todo segura, había algo que no me contaban. De todas formas, sacudo mi cabeza. Otra vez estaba dejándome llevar por esas cosas.

Mi mente se enfrió un poco y me apoyé en el borde de mi ventana, mirando hacia afuera, cuando de repente escucho un maullido. Al voltear levemente me asusto cuando un gato negro hace acto de presencia por encima del techo. Cruzamos miradas por un momento. Tal parecía que Morioh estaba lleno de gatos últimamente.

- ¿Ah? ¿Quién eres tú? ¿Eres una señal de mala suerte para mí? – parpadeo con curiosidad y el pequeño animal me observa fijamente parado sobre el tejado al lado de mi ventana.

Noto la curiosidad en su mirada y en el movimiento suave de su cola. Todos los consejos de Shinobu de repente se me aparecen en la mente, y trago saliva. No perdía nada con intentarlo otra vez, y posé el dorso de mi mano hacia él, con cuidado de no asustarlo. Según Shinobu, esa era una invitación de amistad y caricias, y él no tardó en acercarse lo suficiente e inclinarse hacia mi mano con cariño, ronroneando tan pronto como siento su cabello contra mis dedos. Me río suavemente, asombrada y enternecida.

– Pero qué mal augurio tan adorable... -

Me pareció increíble, por fin un gato que no me odiaba. Entró en confianza tan fácilmente conmigo como si fuésemos amigos de toda la vida, y yo no me resistí a darle el gusto de mimarlo.

Se veía bien cuidado, su cabello brillante y suave al tacto y su buena actitud hacia un humano delataban que podría ser un gato con dueño, a pesar de no tener collar. Aunque, por la forma en que se restregaba contra mi mano y se acercaba con confianza, buscando acurrucarse en mí y ronroneando como si fuese un motor activo, podría llegar a creer que yo soy su dueña. No me quejaba, me sentía capaz de acostumbrarme a los gatos si fuesen siempre así, y no pude evitar aprovechar mi oportunidad, siendo permisiva y cuidadosa de no echarlo a perder.

-Eres muy lindo... ojalá pudiese conservarte – murmuro mientras él se restriega contra mi rostro, y yo río suavemente. Sin embargo, escucho golpes en la puerta de mi habitación, y noto como él se sobresalta asustado.

– Tranquilo, no pasa nada...- intento calmar su temor, pero no sirve de nada y huye espantado, dejándome un poco decepcionada.

-¿Mizuki? ¿Puedo pasar? - Escucho a mi hermano golpear la puerta de mi habitación, y termino aceptando mientras regreso a sentarme en mi cama.

Él entra y cierra la puerta detrás de él, preguntándome como estoy. Yo le miro con sospecha, dudando de si iba a reclamarme lo de su bicicleta otra vez, pero no fue así.

- Solo vengo a decirte que... voy a volver a Tokio -

Casi me caigo de la cama al escucharle decir tal noticia, sin duda me tomó desprevenida.

Comenzó explicándome que estaba ahorrando para, en unos meses, irse a nuestra ciudad natal. Que estaba logrando conseguir lugar donde quedarse a vivir y que ya tenía planeado dónde iba a estudiar después de terminar la secundaria. Solo era cuestión de tiempo para irse, mi hermano Riku ya tenía todo planeado.

Me quedé muda, reflexionando sobre lo que me estaba contando. También me confesó que aún no le dijo nada a nuestra mamá, así que me encargó guardar el secreto. Sobre todo, por un detalle importante.

-El departamento donde me quedaré tiene una habitación extra... por si quieres venir conmigo -

Lo observo a los ojos, anonadada por la noticia. Riku sabía exactamente que yo quería regresar a nuestra ciudad desde el momento en que llegamos a Morioh. Él mismo fue quien me consoló, recomendándome ser paciente y que algún día podría regresar. Y ahora, me ofrecía esta oportunidad, de irme mucho antes de lo esperado. Que el lugar donde estaría sería bastante cercano a mi anterior escuela; y que volveríamos a ver a nuestros conocidos; que el asunto de responsabilidad paternal era algo que podía solucionar. Era como si me lo ofreciera en una bandeja de plata, y era demasiado bueno para creerlo.

Mi vida en MoriohDonde viven las historias. Descúbrelo ahora