(Yᴏ ᴇɴ ʜᴏʀᴀ ᴅᴇ ᴀᴠᴇɴᴛᴜʀᴀ) 𝐻𝑒𝑟𝑜𝑖𝑐 𝐷𝑟𝑎𝑔𝑜𝑛

"El peso de los siglos 1/2"

El paisaje de Ooo se extendía frente a Angel, un mundo tan familiar y a la vez tan extraño. Su andar era firme, pero su mente estaba atrapada en un torbellino de pensamientos. Cada paso que daba parecía ser una metáfora del peso que cargaba, un peso que lo había seguido desde el momento en que decidió traicionar al Ente para regresar a esta tierra que, ahora, apenas reconocía.

"Mil años... ¿Cómo es posible? ¿Cómo pude haber perdido tanto tiempo? Para mí fueron semanas. Semanas de dolor, sacrificio y decisiones que deberían haber cambiado todo. Pero aquí estoy, enfrentando un mundo que no necesitaba un héroe... no a mí, al menos."

El dragón ajustó su capucha, ocultando la mirada que vagaba entre los restos de lo que alguna vez fue su hogar. A medida que avanzaba, los recuerdos comenzaban a pesar más. Era como si cada piedra del camino estuviera grabada con los ecos de su pasado. Las voces de los amigos que dejó atrás resonaban en su mente, pero con cada recuerdo, también venía una amarga realización: ellos siguieron adelante sin él.

"¿Realmente fui tan importante? ¿Realmente hice alguna diferencia? O quizás... solo fui una herramienta, usada y luego olvidada. Eso es lo que soy ahora. No un héroe, no un amigo. Solo un... Experimento."

Angel se detuvo y miró sus manos. Las escamas oscuras que antes eran símbolo de su poder ahora le parecían ajenas, como si pertenecieran a alguien más. Cerró los puños con fuerza, tratando de aferrarse a lo poco que quedaba de sí mismo.

El cielo comenzaba a teñirse de un rojo profundo mientras el día se desvanecía. Era como si el propio mundo reflejara el conflicto interno del dragón. Mientras continuaba su camino hacia la Nochiosfera, Angel reflexionaba sobre lo que lo había llevado hasta aquí.

"Cargar con esto solo es la única forma. Nadie más puede soportar el peso de lo que he hecho... de lo que tengo que hacer. No puedo permitirme volver a ser ese héroe ingenuo que creía que siempre había una manera de salvarlo todo sin sacrificar nada. Ahora lo entiendo. Algunas veces, hay que destruir para proteger. Algunas veces, el bien necesario supera cualquier enseñanza o código moral."

La voz del Lich aún resonaba en su mente, burlándose de sus decisiones, desafiando su fortaleza. Pero Angel no podía detenerse. No podía permitirse dudar de el. Había aceptado su destino, aunque eso significara destruir lo que alguna vez fue.

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El cielo se oscurecía rápidamente mientras una tormenta se gestaba sobre un pequeño pueblo de insectoides, Los vientos ululaban entre las casas de madera, y los habitantes, con rostros de preocupación, se refugiaban en sus hogares. En el centro del pueblo, un grupo de pueblerinos con formas extrañas, se congregaba en la taberna, susurrando entre sí sobre el problema que los había acosado durante semanas: una criatura misteriosa que atacaba sus cultivos y ganado bajo el amparo de la noche.

La puerta de la taberna se abrió de golpe, dejando entrar la ráfaga de aire húmedo que precedía a la tormenta. Una figura imponente, encapuchada y cargando un enorme peso en una mano, apareció en el umbral. La criatura que llevaba colgando ya no mostraba señales de vida. Con un movimiento seco, dejó caer el cadáver frente al grupo, una criatura tan extraña y propia de estas tierras, provocando un murmullo de sorpresa y temor entre los presentes.

Angel: (con voz baja y firme) "He cumplido mi parte. Ahora... la suya."

El granjero líder del pueblo, con forma de hormiga, con patas temblorosas, se acercó lentamente. Miró a Angel con una mezcla de agradecimiento y miedo, mientras su familia observaba desde una distancia segura. Había escuchado rumores de que tales figuras encapuchadas pedían precios exorbitantes, a veces incluso almas, por sus servicios. Pero Angel, sin moverse, esperó pacientemente.