Capítulo 17

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CHAUUUUU. La cosa más triste que escribí hasta ahora. Me dio mucha cosa escribir esto. :(((

Me había saltado la clase, pero porque Mateo y Lucas insistieron tanto que no me quedó de otra. Nos encontrábamos en lo alto de las gradas del campo de futbol, ellos hablando sobre varias cosas que en realidad nada me aportaban y en las que no se esforzaban por incluirme. A Lucas se le había ocurrido traer de contrabando una caja de cigarros y una botella de alcohol que, apenas tuvo la oportunidad, repartió entre él y su amigo.

—Abel, ¿en serio no quieres? Vamos, pruébalo. No sabe tan mal como piensas —me dijo Mateo, que sostenía un vasito medio lleno. Me lo ofreció.

—De verdad, estoy bien.

—Eres un aguafiestas —rodó los ojos.

—Ya déjalo —habló Lucas luego de encender su cigarro—. Tampoco le vamos a rogar. Si no quiere, no. ¿Pues quién será para que le insistamos? ¿Verdad, Abel?

Asentí, con una sonrisa apenas visible y dije, con tal de seguir un poco la conversación:

—Sí, gracias. Es que no le entro a esas cosas, son malas para la salud.

Los dos se miraron y entonces se echaron a reír, de esa manera tan exagerada y molesta.

—Ay, Abel, Abel… —Lucas negó varias veces, antes de ponerse de pie—. Claro que son malas, pero hasta para eso, uno debe medirse. ¿No pensarás que esto es lo único malo, o sí? Lo malo está en todas partes. Allá afuera, la gente hace cosas mucho peores de las que ni te imaginas, ¿y te vienes a espantar por algo como esto? Por favor.

—Yo digo que al menos lo pruebes y así al menos ya sabes a qué sabe y ya después hablas, ¿verdad que sí, Lucas?

—Pues quién sabe. —Lucas se encogió de hombros y lanzó una bocanada de humo—. Con eso de que a todo dice que no… No podemos obligarlo, aunque rechazar tanto nuestras muestras de amabilidad, ya me parece muy grosero de su parte. ¿Pero qué vamos a hacer?

—Yo pienso lo mismo. Abel, si en definitiva no te sientes a gusto con nosotros, lo mejor será si te buscas a otros amigos —habló Mateo en apoyo a Lucas—. Pero no sé si vayan a ser como nosotros que te aguantamos todo. ¿Será que les caerás bien si nunca buscas salir de tu zona de confort? Porque déjame decirte que eso tarde o temprano cansa y aburre.

—Mateo, déjalo. No es para tanto, no le digas esas cosas.

—Lo siento, pero es que le tengo que decir la verdad. Los buenos amigos dicen las cosas como son.

Entonces, hicieron como que no estaba ahí y siguieron con lo suyo, hablando y haciendo pequeños chistes entre ellos. Lo único que había conseguido era que me tomaran por una persona creída que no hacía ni el más mínimo intento por dejar a lado sus inseguridades para atreverse a hacer cosas nuevas. Siempre era el único de los tres que ponía muchas excusas y era por mi culpa que sus planes se arruinaban. Seguían en su mundo, que no se dieron cuenta cuando agarré la caja de cigarros y con las manos temblorosas, saqué uno para encenderlo. Hasta que Lucas se acercó a mí y tuvo un gesto que en ese momento, consideré muy amable de su parte.

—Mira, no te preocupes. Para prenderlo haces así. Y luego así y ya está. ¿Lo ves? Vamos, inténtalo. Tú puedes, Abel. No, así no. Así. A ver, otra vez.

Cuando al fin lo logré, Lucas pasó un brazo por mis hombros y me acercó a él, para felicitarme. Después me enseñó cómo debía hacerle para darle una calada y me dio unas palmaditas cuando vio que empecé a toser. Me dijo que me tomara mi tiempo y que lo estaba haciendo bien para ser mi primera vez. Luego, pidió a Mateo que se apurara a servir un nuevo vaso para mí y me lo dio.

Caín y Abel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora