Lo primero que hice al entrar a mi cuarto, fue apoyar la espalda en la puerta cerrada y me deslicé hasta que ya no pude más. Había tenido que aguantarme las ganas de llorar para que Susana no me preguntara qué es lo que me pasaba. Escondí la cara entre mis brazos y mis rodillas y me dejé llevar. Hicieron conmigo lo que quisieron hasta que se cansaron. Hicieron pedazos mis cosas sin importarles nada y lo que me había molestado es que no pude defenderme. Por más que les dije que se detuvieran, no me hicieron caso.
Abel al fin lo había hecho, se había puesto de su lado para humillarme hasta el cansancio. Algo me decía que las cosas iban mal con él, pero no fui capaz de adivinarlo como en otros tiempos. Lo que sí, es que debía ser algo muy grave para que ahora me mirase con tanto desprecio. El mismo con el que alguna vez yo lo volteé a ver.
La suspensión no había servido de nada, los tres se las arreglaron para molestarme los siguientes días y me advirtieron que si abría la boca, harían con mi hermana algo de lo que me podría arrepentir. «Y no quieres eso, ¿verdad, Caín?» me dijeron una vez, entre risas. «¿Qué pasaría si el buen humor de Susana desapareciera? Estoy seguro que nunca te lo perdonarías, Caín». Por eso preferí que se metieran mil veces conmigo antes de que le tocaran un pelo. Por este motivo, procuré la mayor parte del tiempo estar en compañía suya y de Gina para asegurarme que ni ella ni yo corríamos riesgo alguno.
—Caín, ¿por qué comes tan lento? La mamá de Gina no tarda en pasar por nosotros para llevarnos a la escuela. Por favor, apúrate —Susana se puso de pie al terminar su desayuno y dejó el plato para lavarlo después.
Salí de mi pequeño trance y asentí. No quería que se diera cuenta de la preocupación que sentía cada vez que fijaba mis ojos en ella. Así que esperé que saliera de la cocina para guardar lo que quedaba de mi plato en el refrigerador. Tenía la mente ocupada en otras cosas que me importó poco terminar mi desayuno. De manera inconsciente, fui repitiendo esta conducta, hasta que un domingo por la tarde, mi madre me detuvo en cuanto vio que me levantaba de la mesa con el plato casi lleno. Así me dijo:
—¿No te gustó el espagueti? ¿Qué hay del pollo? No tocaste casi nada.
—Estoy cansado, iré a dormir —le contesté con total calma.
—No. No te vas de aquí hasta que termines de comer. No creas que no me doy cuenta que llevas varios días así —decía con actitud seria—, dejas las cosas a medias y aunque dices que después comerás, nunca lo haces. ¿Ya nos vas a decir qué es lo que te pasa?
Mauro y Susana se miraron, incómodos y decaídos a la vez. Últimamente había tenido enfrentamientos de este tipo con mi madre y que por obvias razones, terminaban muy mal. Desquitar mi mal humor en mi familia, fue mi respuesta para lidiar con aquello que me atormentaba en la escuela.
—¿Qué quieres que me pase? —le solté, esta vez más irritado—. ¿Qué quieres que te diga? ¿Qué parte de «estoy cansado, iré a dormir», no entiendes?
—Caín, no hace falta que me hables así.
—Entonces déjame ir —Me zafé de su agarre, de manera brusca.
Pero mi madre, poco contenta con mis respuestas, se levantó y bloqueó mi paso. Por más que se esforzara en mantener esa imagen dura, leí a través de sus ojos, lo desconcertada y temerosa que se sentía por mi comportamiento.
—Esto no es propio de ti. A ti te pasa algo y por alguna razón no quieres decirme —dijo con más sutileza. Quiso tocarme, pero retrocedí a tiempo.
—Nada mamá, solo… déjame en paz. No me pasa nada, te lo juro. —Y para evitar que siguiera haciéndome más preguntas, volví a sentarme a la mesa. Miré con atención la comida y me pregunté cuánto tiempo me llevaría terminar todo sin que me sintiera culpable y sin que ellos se dieran cuenta de eso.
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Caín y Abel
Mystery / ThrillerCaín desea todo lo que Abel tiene. Abel miente sobre quién es y solo Caín lo sabe. ~ Abdiel es un pintor que en los últimos años ha cautivado a miles. Su indudable talento y carisma lo han llevado a la cúspide de su carrera, pues a su corta edad, h...