Capítulo 14

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Emma

Al llegar al restaurante era obvio que el ambiente en el restaurante era más denso de lo habitual. Desde el momento en que entré a la cocina, pude sentir la tensión, como si algo estuviera a punto de estallar. No pude descifrar el porqué o que es lo que pasaba, así que intente no darle importancia. Al entrar me encontré a James, así que lo saludé como de costumbre, con la intención de aliviar un poco el ambiente.

—Buenas tardes, chef. —dije con una sonrisa amable, tratando de romper el hielo.

Él se giró hacia mí, con una expresión oscura en el rostro.

—¿Qué tienen de buenas? —respondió, su tono seco y frío, antes de seguir caminando sin siquiera mirarme

Me quedé paralizada por un momento, sorprendida por su actitud. James solía ser estricto, pero siempre mantenía una cortesía profesional. Algo estaba mal.

El servicio comenzó de forma caótica. Las órdenes se acumulaban, y James parecía estar más irritable de lo común. Apenas hablaba, pero cuando lo hacía, sus palabras eran duras, como si buscara la mínima excusa para descargar su frustración. Un pedido se retrasó, y luego otro, hasta que James explotó.

—¡Emma! —su voz tronó por encima del ruido de la cocina—. ¿Por qué la mesa cinco no tiene su orden todavía?

Me giré, confundida.

—Chef, yo no tenía esa orden asignada. —respondí, intentando mantener la calma. 

—¿Y qué? —espetó, acercándose—. Aquí todos somos responsables. Si algo no está listo, es culpa de todos. ¿O acaso estás esperando que alguien más haga tu trabajo?

Había estado trabajando sin descanso toda la tarde, y aun así, me estaba culpando por algo que no era mi responsabilidad. Mis manos temblaban de la rabia contenida. Sabía que no era justo que me hablara así, pero decidí no discutir. Aun así, mi silencio no pasó desapercibido.

—¿Tienes algo que decir, Emma? —preguntó, cruzando los brazos.

—Sí, chef. —respondí, incapaz de contenerme— Con todo respeto... —dije con la voz temblorosa de la mezcla de rabia y frustración—no veo cómo podría ser mi culpa si nadie me informó de esa orden.

El silencio cayó sobre la cocina. Todos los demás empleados fingieron estar ocupados, evitando mirar en nuestra dirección. James me observó con una mirada que parecía atravesarme, su mandíbula apretada mientras procesaba mis palabras.

—Bien. —dijo finalmente, su voz baja pero cargada de ira contenida—. Si tienes tanto tiempo para hablar, entonces también tienes tiempo para limpiar los congeladores al final de tu turno.

Sentí como si me hubiera dado un golpe directo al estómago. Limpiar los congeladores era una tarea agotadora y que llevaba mucho tiempo, pero sabía que no tenía opción. Asentí con la cabeza, tragándome las palabras que quería decir, y volví a mi estación.

Al final del servicio, mientras todos recogían para irse, me quedé sola frente al congelador, con una escoba en una mano y un balde en la otra. El cansancio ya pesaba en mi cuerpo, pero no tenía más remedio que terminar.

No pasó mucho tiempo antes de que Charles apareciera, apoyándose contra la puerta.

—¿Necesitas ayuda? —preguntó Charles, entrando con una expresión despreocupada.

Lo miré, dudando.

—No quiero que tengas problemas con James por mi culpa. —le respondí, aunque en el fondo deseaba que alguien estuviera conmigo.

Amor a la CartaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora