CAPÍTULO 2: La mejor casualidad

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Era increíble, estar casi toda la noche pensando en él y luego despertarse con las putas ganas de verlo sin a penas conocerlo, a penas hacía un día que empezamos a hablar, y es que cada vez estaba más convencida de que Christian tocó mi corazón desde el primer segundo en que lo vi.¿Pero que estoy diciendo Dios mio? Yo no era así, no me gustaba cualquier chico al momento, pero él... Él no era cualquiera, tenía algo que lo hacía uno entre un millón, tenía algo que hacía que lo viese unico, esa única y jodida persona que estaba apoderándose demasiado rápido de mi corazón.

-¡Buenos días!-Exclamé saliendo sonrientemente de mi habitación.

-¿Y esa alegría tan repentina? Ayer estabas echa polvo.-me preguntó curiosamente mi hermana, la cuál estaba ya desayunando en la mesa.

- He decidido ver la vida con otros ojos.- dije sonrojada mientras cogí una galleta.

- Adolescentes, cada día os entiendo menos.-dijo mi hermana mientras daba un sorbo a su taza de Nesquik.

- Ya llegará tu hora enana. - añadí haciéndole una burla.

Kiara, mi hermana, tenía 8 años pero es sin duda alguna la persona más espavilada de este mundo. A veces era la peor pesadilla y otras veces era la mejor cómplice, pero la mayoría de veces era una pesadilla.

Aun así le quiero muchísimo.

Estaba sola en ese momento con mi hermana, cuando de repente sonó el teléfono, "¿será él? " pensé.

-¿¡Idiota como va a ser el si no tiene el teléfono de casa!?.-me exclamé a misma.

-¿Se puede saber a quien le gritas? - dijo extrañada mi hermana mirándome como si estuviera loca.

Le hice un gesto de "calla" con el dedo, y cogí el teléfono.

-¿Quién? -pregunté.

-Elena hija estamos en el centro comercial que tus abuelos nos han llevado para comprar, ¿estáis bien?. -preguntó mi madre preocupada.

-Si si, estamos bien. -confirmé.

-Vale en dos horas más o menos llegaremos, adiós. -añadió mi madre. Así fue, en dos horas llegaron mis padres y mis abuelos y en seguida se pusieron a cocinar, eran las 15:00 y aún no habíamos comido, al parecer se estaba volviendo una costumbre comer tarde en esta família.

-Elena ve a comprar el pan, girando la calle hay una panadería, coge cualquier oferta que veas.- dijo mi abuela mientras extendía su mano para darme un euro.

-Vale. -le dije cogiendo el dinero.

Salí y empecé a oír silvidos, miré hacía todos lados para intentar descubrir quien era el pesado o la pesada que no paraba de silvarme.

-¡Enana! Desde aquí arriba pareces aun más pequeña. -gritó riendo una voz que venía de aarriba. Alcé la mirada y era él, Christian y su costumbre de llamarme enana.

- ¡Imbécil

jaja! -dije mientras le saqué el dedo del medio.

-¿Donde vas? - me preguntó curioso.

A un te quiero de sus labiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora