Capítulo#16: Ah mira, las cosas si pueden ir a peor.

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Una vez que todo Seven estuvo reunido frente a las puertas de un elevador secreto en una de las paredes, nos adentramos en él.

Paul no se me despega y a los chicos parece habérseles ido todo el efecto del alcohol en su sistema. La tensión en el ambiente es palpable, así que a pesar de la mirada helada que me dedica Paul me alejo de él y me voy a la parte más alejada posible al fondo del elevador.

Mi mente arroja la pregunta: ¿Quién fue el desgraciado que les dijo?.
Porque se suponía que la mafia italiana no iba a estar enterada del evento a pesar de haber competido en los juegos, previniendo represalias y conflictos.

La búsqueda de un culpable se detiene abruptamente cuando siento que alguien llega a mi lado.

—¿Tu tampoco soportas el ambiente de este trasto? —le pregunto a Enzo.

—Definitivamente no —se ríe en voz baja. —Prefiero encontrar a hermanos besándose que aguantar un ambiente incómodo en un lugar donde están esos mismos hermanos.

Lejos de molestarme el comentario, me causa risa.

—Está más que claro que ya superaste tu obsesión por mi —me burlo, empujándolo suavemente con mi hombro.

—Pero que creída eres —sonríe, ocasionando que se le marquen los hoyuelos.

De pronto se pone serio.

—No hay nada más fácil que desarrollar una fuerte obsesión hacia ti, Anderson —susurra —Y el hecho de salir de ese bucle obsesivo es todo un acontecimiento.

Me mira a los ojos.

—Creo que nadie llega a superar la obsesión que creas, o al menos ignorarla del todo —se cruza de brazos —solo nos damos cuenta de lo inalcanzable que siempre pareces ser —elevo una ceja en su dirección —Porque tú eres como se vería el fuego si el fuego fuese una mujer.

Trago saliva ante el... ¿cumplido?.

—Soy inolvidable —decido alivianar la situación —Si no me extrañas, me odias.

Se ríe y decido que el italiano no es tan imbécil, sino más bien alguien con el que creo poder hablar siempre que lo necesite.

&&&

Son casi las seis de la mañana cuando llegamos al departamento, el cual es revisado minuciosamente por Paul antes de que entremos.

La pantalla de su teléfono se ilumina por décimo quinta vez con el nombre de Sarah parpadeando en ella.

Nuevamente declina la llamada con un gruñido de frustración.

—¿Estamos a salvo justo ahora? —pregunta Maya.

—No lo creo —niego, tirándome sin cuidado sobre uno de los sofás del salón.

—Oye, chico rudo, ¿dejaste a tu novia sola en medio de esa matanza? —pregunta Anthony y me entran ganas de triturarle la lengua.

Paul me mira.

—Primero: no es mi novia —toma asiento —Segundo: ella es parte de Byron, por lo tanto no va a tener problema con defenderse de la Cosa Nostra.

Suelta un bufido cuando el teléfono vibra una vez más y descuelga la llamada.

—¿Qué pasa, Sarah? —cuestiona y casi parece aburrido.

Espera unos segundos hasta que Sarah termina de hablar.

—¿Me acabas de llamar cretino? —eleva las cejas, indignado —Mira, no tengo tiempo para estas estupideces —tensa la mandíbula, luego pone los ojos en blanco —Cuando me llames que sea para algo importante.

Rebelde por la causa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora