Capítulo#13: Met Gala.

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El silencio que ahora predomina en el almacén me hace sentir como si mi alma pesara unas cuantas toneladas. La pantalla gigante está apagada, justo como mi mente. Unos cuantos depósitos de gasolina están volteados en el piso, seguramente a causa de una pelea. Y es cuando paso al lado de una puerta de madera reducida a nada, que comienzo a ser consciente de que los líderes del Consejo caminan en nuestra dirección.

—Felicitaciones, Seven —pronuncia Lorcan al llegar a nuestra altura, acompañando sus palabras de un asentimiento de cabeza en nuestra dirección.

La punzada de orgullo amenaza con salir pero inmediatamente mi cerebro me recuerda lo que perdimos a cambio de ganar.

—Gracias —me limito a responder.

—Ya pueden salir —anuncia Zephyr con las manos cruzadas detrás de la espalda —Los juegos oficialmente han terminado.

—¿Los cuerpos de los nuestros? —cuestiono bajando un amargo trago de saliva.

—Nosotros nos encargaremos de ellos, y los haremos llegar a ustedes si así lo desean —responde, acomodando un mechón de corto cabello color caoba detrás de su oreja.

—Así queda finalizado el conflicto —habla Dain por primera vez —Tal vez no de la mejor forma por su parte Maffia Princess —suelta mi título con desdén, acompañado de una mirada inquisidora y llena de repulsión.

Lo ignoro hasta que decide irse con Zephyr. Lorcan y Beatrice se acercan a mí con paso seguro, quedándose a escasos centímetros.

—Bien hecho. —me sonríe Beatrice —Me alegro de que sigas con vida, a pesar de que nunca dudé de que lo lograrías —susurra lo último solo para los tres.

Posa una mano en mi hombro, dándome un pequeño apretón. Quizás la calidez de su sonrisa o la seguridad que me transmite su gesto son las cosas que casi me hacen flaquear.

—Si Alyssa estuviera viva, y fuera parte del Consejo aún, estaría muy orgullosa de ti, Atenea —no doy crédito a lo que sale de la boca de Lorcan y mi cara debe de hacérselo saber, ya que también sonríe. —Cuídate y no dudes en llamarnos si nos necesitas.

—Espera... —trato de detenerlo.

—De verdad me alegra que sigas con vida, niña —Lorcan deposita un beso sobre mi frente que me deja helada.

Se van, dejándome con millones de preguntas. Al final, salgo de mi entumecimiento y también sonrío, girándome en dirección a los chicos, los cuales lucen cansados, hambrientos y –a pesar de haber ganado –parece que lo perdieron todo.

Hubiera jurado que Alana era la que mejor se encontraba si no fuera por el hecho de que deja caer su Catana como si pesara demasiado y a grandes zancadas llega a mi para abrazarme.

Un sollozo la sacude, luego otro y para los próximos segundos ya se ha convertido en un mar de lágrimas.

—Ey, ey —la obligo a mirarme, sosteniéndole el rostro —Ya pasó.

—Lo siento tanto —habla con dificultad —Tenía que haberlos protegido.

—Ya pasó —repito cuando vuelve a esconder su rostro en el hueco de mi cuello —No es tu culpa, corazón —le acaricio el pelo.

Maya, Anthony, Enzo y Derek suspiran y yo me trago mis propias ganas de llorar. Joder, que molesto. Lloré dos veces y ya quiero llorar toda la vida.

Le limpio las lágrimas a la niña que me llena el material del juego enterizo de mocos.

—Larguémonos de aquí —le paso un brazo por los hombros, instándola para que camine conmigo.

Los chicos nos siguen cuando abrimos las puertas del almacén y salimos al terreno blanco, cubierto de nieve, con el jet privado que nos espera.

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