Capítulo 31. Cambio de aires

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A los pocos días me di cuenta de lo que realmente sentía por Ben. Estaba enamorada de él, sí, enamorada. Ese encuentro que tuvimos en el bosque hizo que me enamorase de un completo desconocido, de alguien a quien no había visto en mi vida y de quien no había oído hablar jamás. Hizo que dejara de amar a mi novio, con el que llevaba tres años y que me olvidara de él. Hizo que sintiera cosas que nunca había sentido y que jamás pensé que podría sentir.

Al principio pensaba que todo aquello que estaba experimentado era consecuencia de que me hubiese dado el cariño que me faltaba, el cariño que Ethan no era capaz de darme, pero no era capaz de sacarlo de mi cabeza, no podía parar de pensar en los ojos tan bonitos que tenía, en sus labios tan besables... todo se me iba de las manos, además, por si no fuera poca tortura el no poder tenerle, Phoebe insistía en ir a verle...

No sabía que hacer para que Ethan no sospechara. Me daba pena dejarle ya que tenía un hijo suyo y otro en camino. No podía hacerlo, él no se merecía eso, no era capaz de abandonarlo hasta que por fin me armé de valor y lo hice.

Ahora que han pasado unos cuantos meses, cuatro exactamente, estoy mejor que nunca. Me he separado de Ethan y la sonrisa ha vuelto a mi cara.

Ben ha dejado de ser creepy para poder cuidarnos a nosotras y al pequeño Adam. Desde que estoy con él todo va a mejor, estoy realmente a gusto con su presencia y a Phoebe le cae muy bien, demasiado diría yo, ya que hasta le llama papá.

Está todo el día dispuesto a ayudarme; hace la comida, juega con Phoebe y la verdad es que ha conseguido un buen trabajo en una empresa muy importante. Vivimos en su casa, ya que está cerca realmente cerca del pueblo dónde llevamos a Phoebe al colegio.

Mientras ellos están fuera de casa, yo me dedico a limpiar, ordenar, ver mis series favoritas y leer, soy lo que viene siendo una ama de casa.

Aunque a veces me agobia estar todo el día metida en casa, cuando llega él del trabajo, todo cambia. Mi agobio desaparece y no dejo de sonreír.
Es mi hombre; él me llena, me hace feliz. Me completa. No me habla frío como Ethan, ni está distante, ni nada por el estilo, es todo lo contrario a mi ex, ya que está siempre dándome mimos, haciendo que me ría, etc... me hace la vida más amena y la persona más feliz del mundo. Sin duda alguna me completa a la perfección.

Recuerdo que el día en el que papá hizo que Phoebe dejase de ser crepy, él no se despegaba de nuestro lado. Estaba pendiente de todo y realmente se preocupaba, no como Ethan que le daba todo igual.

Al principio pensamos que Phoebe era humana del todo, al cien por cien, por la conversión que hizo mi padre, pero a lo largo del tiempo nos dimos cuenta de que puede ser lo que ella quiera.

Dependiendo de la situación en la que se encuentre y de cómo sean sus sentimientos en ese momento, se puede hacer crepy.

Al principio no lo controlaba, pero la enseñamos como hacerlo y ahora controla todo perfectamente.
No la gusta ver sufrir a las personas. Ella se dedica a hacer el bien, cueste lo que cueste, aunque en el fondo la gusta estar de crepy, lo ve como algo guay y divertido.

Se la ve relajada y feliz con su nueva vida y eso me alegra mucho ya que quiero lo mejor para mi pequeña.

En cuanto a mi embarazo, el niño está muy bien y Ben lo quiere como si fuese suyo. Intenta que no me falte de nada y también intenta complacer todos mis antojos; cosa que consigue siempre.

Últimamente está un poco ocupado porque estamos pintando la habitación del nuevo bebé y redecorando la habitación de Phoebe ya que a ella ya no le gusta. Dice que quiere cambiar el color de su habitación, que quiere más peluches y quiere que sus sábanas sean de color blanco y no de princesitas.

Algo me dice que mi pequeña se está haciendo mayor, ya que antes lo quería todo de las princesas y ahora no me puedo creer que quiera deshacerse de casi todo. Esto no es normal en ella, algo está cambiando, sin duda alguna.

Aunque tenga tres años, aparenta siete y a veces me impresiona con su inteligencia. La gente que no la conoce, cree que tiene un retraso, ya que parece mayor de lo que es, y su comportamiento es el de una niña de cinco años, lo que no concuerda ni con su edad real ni con su apariencia.

(...)

De repente oí unos pasos corriendo por el piso de arriba hasta tenerla en frente mía.

P: Mami, quiero un drisfraz de Elsa.

-¿De Elsa, la princesa? -sonreí al escucharla.

P: Si, tenemos que ir a clase disfazados de lo que queramos.

-Cuando venga papi se lo decimos ¿si?

Ella asintió y se sentó a mi lado.

P: ¿Cuándo sale el bebé de ahí dentro mami? -dijo acariciando mi barriga.

-En cinco meses amor.

P: ¿Tanto?

-Si cariño, lleva cuatro meses dentro y nace a los nueve.

P: Pues que tonto ¿por qué tanto tiempo? yo no estuve tanto, solo tres días.

-No amor, no estuviste solo tres días. Estuviste mucho más.

P: ¿Y por qué no me cuerdo?

-Porque eras muy pequeña para recordarlo mi vida.

P: Pero me acuerdo de lo que hago ahora y tengo solo tres añitos.

-Pero amor, te acuerdas de lo que haces ahora porque eres mayorcita, antes eras solo un bebé pequeñito.

P: Quiero jugar -suplicó por fin.

A veces me impresionaba su facilidad para cambiar el tema de la conversación.

-A que cariño.

P: Escondite, tu pillas.

-Venga, escondete, pero que sea en un sitio muy difícil donde no pueda verte.

Escuché sus pasos corriendo al piso superior. Empecé a contar mientras sonreía y al dejar de escuchar sus pasos abrí los ojos.

-¡Allá voy!

Y subí.

Ethan Fitzgerald [EDITANDO] [LS 2] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora