Capítulo 3. El juego

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Al hablar con mi abuela sobre mi madre, me entraron unas inmensas ganas de hablar con ella, de verla; pero no era posible. Ella estaba muerta, estaba en el mundo de los espíritus y yo estaba vivo, con mi abuela.

Realmente la echaba de menos, necesitaba sus besos, sus abrazos, ver su preciosa sonrisa y sentirla cerca.

El camino a casa se me hizo eterno y cuando por fin llegué subí a mi cuarto corriendo y cerré la puerta con pestillo. Bajé la persiana y encendí unas velas. Saqué el tablero de la ouija de debajo de la cama y empecé a jugar.

Empecé a jugar y hay que decir que el puntero se movía muy rápido. Pregunté su nombre y dijo que se llamaba Emily. Pregunté si era mi madre y el puntero marcó el sí. Empecé a hacerla muchas preguntas hasta que sentí la necesidad de dormir y la pregunté si podía irme. El puntero dijo que no.

-Por favor, déjame ir a dormir, juro que mañana vuelvo a jugar, no pienso dejarte -dije desesperado.

Entonces el puntero señaló que si, me despedí educadamente diciendo un simple "adiós". Recogí todo y me tumbé en mi preciada cama y me quedé dormido al instante.

A la mañana siguiente me desperté con una horrible sensación de cansancio. Me levanté y fui al baño, me duché rápido y me vestí con unos vaqueros, una camiseta básica blanca y una camisa de cuadros por encima. El pelo me había quedado bastante desordenado así que me puse un gorro para no pasar frío. Estábamos en pleno Noviembre y el frío se hacía presente. Bajé y le dí los buenos días a mi "familia". Besé la mejilla a mi madre y la frente a mis hermanas menores.

-Buenos días enanas.

X: De enanas nada, que ya tenemos dieciséis años.

X1: ¡Eso!

Reí y las miré, como siempre, ellas sacándome una sonrisa por la mañana. Cogí una manzana y caminé hacia la puerta.

-Me voy, hoy llegaré tarde -dije saliendo.

Camino a la universidad me comí la manzana tranquilamente. Cuando llegué a un parque vi a un niño como de unos 12 años parado en la acera. Vestía de negro y tenía una herida en el pómulo izquierdo. Me quedé mirándolo. ¿Qué hace un niño de doce años despierto a las 7 de la mañana y en la calle?, pensé. Me iba a acercar a hablarle pero una mujer pasó su cuerpo.

¿Cómo... cómo lo atravesó? Es imposible; pensé. ¿Será un olograma? Me acerqué curioso a él, éste me miró.

Z: Me ves, tú me ves. Ayúdame, por favor -dijo con cara de desesperado y con lágrimas en los ojos.

-¿Quién eres y por qué esa mujer te ha atravesado? -le pregunté desconcertado.

Z: Mi madre no me habla, el otro día tuvimos un accidente y no me hace caso, ayúdame -dijo sin contestar a mis preguntas.

-¿Es ella? -señalé a una mujer que hablaba por el teléfono cerca nuestro. Él asintió.

Ethan Fitzgerald [EDITANDO] [LS 2] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora