Capítulo 17.- A veces...

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Corrió con toda la velocidad que sus piernas le permitieron hasta la parada de autobuses, rezaba por porque un bus llegase a aparecer pronto. Su auto seguía en casa de su padre y no se sentía en condiciones de conducir. Su respiración agitada no era solo por el ejercicio reciente, sino que también por el hecho de pensar en él. Veinte minutos después se asomó un autobús, se subió, pagó, se sentó y esperó. Su pierna derecha se sacudía intranquila e insistente. Su mirada variaba por la vista desde la ventana. El conductor no parecía tener prisa y Sungmin ya se estaba impacientando demasiado. De pronto sus ojos reconocieron la parada correcta y se puso de pie de forma brusca, llamando así la atención de los otros pasajeros, pero poco le importó presionando con su pulgar el botón del timbre para la bajada. De un saltó quedó fuera de la maquina y comenzó a correr, todavía faltaba una cuadra y media para llegar al destino final.

Mientras, en un departamento no muy lejano, tan solo una cuadra y media más allá de donde se encontraba Sungmin, un joven de cabellos azabaches y rizados empacaba su ropa y algunas cosas. En su cabeza solo existía el hecho de que nunca volvería a ver a quien fue el hombre y amor de su vida y que si se quedaba ahí, en ese lugar, nunca podría vivir sin su presencia, ya eran demasiados los recuerdos que se acumulaban en aquel departamento. Sí, era un desperdicio renunciar a ellos y abandonar el lugar, pero también era un suplicio seguir ahí y a cada paso que daba recordar que antes caminaba junto a él. Comer un simple tazón de yogurt con cereal y recordar que antes él se lo preparaba. Tomar una taza de café ya no era lo mismo, se había mal acostumbrado a tomarlo de la mano del mayor. Leer ya no era lo mismo, no lograba concentrarse en su lectura sin la voz del mayor repitiéndola. Nada era simple, nada era exquisito, ni siquiera pasar todo un día en la biblioteca, ese lugar era igual o peor que estar en el departamento. Ya no había vuelta atrás. Ese ya no era un lugar donde pudiera sentirse en paz. Terminó de empacar su última prenda y caminó hasta un estante en donde recogió una foto enmarcada de ellos juntos y sonriendo. En ese tiempo eran felices. La metió en la maleta junto a lo demás y la cerró. Dio un suspiro y la tomó firme entre sus manos. Caminó hasta la puerta y tomó el picaporte, apretándolo con fuerza y girándolo despacio. Realmente no se sentía capaz de abandonar ese lugar. No era tan fácil. No, no era para nada fácil dejar de lado aquel lugar que durante tantos años y con tantos esfuerzos fue llamado hogar.

Esta era la maratón más importante que había corrido en toda su vida. Le costaba la respiración y todo. Le pesaban las piernas y los brazos. Pero finalmente se asomó al lugar en el que tanto anhelaba estar. Valía la pena dar un último suspiro por tocar aquella puerta. Formó un puño con su mano izquierda y tocó con la fuerza que le permitió su débil cuerpo y se agachó sujetándose de sus rodillas para regularizar un poco más su respiración. La puerta se abrió finalmente y sonó un fuerte golpe, Sungmin alarmado levantó su rostro y se encontró con unos familiares ojos castaños que lo miraban con sorpresa, amor, desesperación, felicidad, tristeza y mucho más.

Dos pares de ojos.

Unos más oscuros que otros.

Ambos embobados.

Ambos enamorados.

Ambos conmocionados.

Ambos con lágrimas.

Adoloridos y ardientes de tanto llorar.

Se encontraron en las mismas condiciones.

No reaccionaban a nada más que no fuese mirarse. El mayor alargó el brazo y con su pequeña pero firme palma le acarició el rostro, necesitaba saber que era real. El menor levantó su brazo y con su grande y dura mano sujetó aquella que le acariciaba el rostro, necesitaba desesperadamente sentirlo. Se sonrieron con amargura y dulzura, con sus miradas consumidas en lágrimas, las sonrisas eran retorcidas en un intento por ocultar sus sollozos. Cho Kyuhyun tiró del brazo del mayor y lo pegó a él. Lee Sungmin se dejó llegar y se aferró a su cuerpo.

-Te odio –habló el Cho con voz descompuesta.

-te odio más

-te extrañé

-te necesito

-te deseo

-te quiero

-te amo

-te amo más

-bésame

-a la orden

Sus labios se unieron, comenzó en un intento por algo suave y sutil pero quedo en un desesperado beso en busca de sentimientos compartidos. Se separaron agitados y se miraron con deseo, el mayor desvió la vista al suelo y dio con la maleta.

-Para qué es eso? –Preguntó apuntando al objeto.

-Yo.. Planeaba marcharme

-y... Todavía piensas hacerlo? –estaba muriendo de los nervios.

-solo iba a hacerlo porque sin ti este lugar no tiene vida

-entonces..? –se mordió el labio inferior impaciente por la respuesta.

-Prométeme que no te separarás de mi

-Prometo no separarme nunca de ti, si tú prometes no separarte de mi

-Nunca te separes, nunca

-Lo prometo

-Lo prometo

-ya no te vas?

-Jamás

Juntaron sus frentes con una sonrisa y se abrazaron nuevamente con cariño. Entraron al departamento y el Cho acorraló a Sungmin contra la puerta. Se dio paso a un beso salvaje. Ese resto de tarde y toda la noche, se amaron como nunca antes. Durmieron abrazados. Se repartieron mil besos. Se hicieron cien promesas. Se regalaron millones de sonrisas. Todos sus males habían desaparecido. Se amaban y no podían negárselo por nada en el mundo. Se repitieron lo mucho que se querían, amaban y necesitaban. Los sentimientos salieron a flote. Era sin duda la noche más mágica que tenían en siglos.

Este amor sería para siempre.

Por siempre.

Nada ni nadie los separaría.

Todo en ellos era gloria.

En aquel departamento se sembró una rosa de amor puro que florecía con cada palabra y beso dado y dicho.

Pero las advertencias nunca están de sobra.

Las promesas quedan en promesas.

Las ilusiones mueren, se marchitan antes que la misma rosa.

Los besos quedan en un recuerdo.

A veces la vida separa a las personas para que puedan darse cuenta de cuánto significan el uno para el otro.

                   ~Fin~

Tengo una pequeña duda {Kyumin}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora