22. Sarah, por favor.

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Una vez pude sentir  cómo se cargaban ambas pistolas, por una parte mi instinto me decía que me conformara, que si el destino había decidido que merecía morir así, no podía cambiar nada. Pero otra parte me decía que hiciera las maniobras necesarias para coger aquella pistola y lograr salir con vida de allí. Decidí hacer caso a mi segunda parte. Pude quitarle el arma al hombre que estaba tras de mí y dispararle. Nada más recibir el impacto de la bala que había salido por aquel artilugio, el hombre cayó desplomado al suelo, y la sangre comenzó a extenderse por el suelo. Hubo otro disparo, y el autor no fue Saúl, más bien el afectado, al cual le dispararon en el hombro en vez de en la cabeza como parecía el principio. Cambio de planes al ver mi actuación supongo. Saúl cayó al suelo y empezó a tocarse el hombro y retorcerse por el suelo de dolor. No tuve más remedio que acercarme a intentar auxiliarle, pero el culpable de su dolor me lo impidió apuntándome con el arma e incitándome a que leyera sus labios:

-Vas a guardar ese arma, vas a hacerme caso a todo lo que diga, y vamos a salir los tres de aquí como si no pasara nada, como si fuéramos amigos -Tenía una gran facilidad para leer los labios, así que no me resultó difícil descifrar aquello.- Y la cuenta ya está pagada, por eso no os preocupéis.

Hicimos caso a sus palabras y salimos tras él. Saúl iba tapándose la herida y disimulando su dolor como podía ante las atentas miradas de toda aquella gente. Prefería pensar que nos miraban por mí y no por lo sospechosos que estábamos resultando sin saberlo. Nos montamos en un coche que estaba en la puerta y una vez sentados el hombre que había herido a Saúl nos puso una especie de saco en la cabeza para prohibirnos la visión. La respiración con aquello encima de la cabeza costaba, pero aún con una respiración acelerada y con mi cuerpo requiriendo más oxígeno, pude llegar sana y salva al lugar que se suponía que era nuestro destino.

El hombre que dirigía el coche, que era el mismo que nos impidió la vista durante el camino, me hizo salir del coche agarrándome por la cabeza y haciéndome daño. A Saúl le hizo salir con la misma brutalidad, solo que agarrándole del hombro que tenía sano. Me rompía por dentro verlo así, pero no podía hacer nada, ya bastante hice con salvar mi vida y matar a aquel hombre, ahora solo me quedaba obedecer.

Nos dirigimos hacia una especie de almacén bajo su atenta mirada. Aquello debía de estar en el extrarradio de la ciudad, no se veía nada cerca. Nuestros pasos eran cansados, aunque intentábamos acelerar lo menos posible. Era un local muy diminuto, ni siquiera serviría para montar un comercio que diera buenos resultados, no entendía a quien le podría interesar algo de ese estilo, pero creo que no era el momento adecuado para analizar lo que es mejor o no para la gente.

Dentro nos esperaban dos hombres con un bate de béisbol en la mano. Podrían mediar cual jugador de baloncesto y eran bastante fornidos. Sus miradas eran muy penetrantes y oscuras, pude ver la cara de Saúl de reojo y era de mayor pavor que la mía, y eso creo que era difícil de superar.

El hombre que me llevaba causando durante bastante tiempo un mal rato me cogió por detrás para sentarme en una silla que había en una esquina. Necesitó la ayuda de uno de los hombres para atarme con una cuerda mientras el otro sujetaba a Saúl, haciendo fuerza, sobretodo en su hombro malo, lo que le hacía retorcerse más y desear librarse de aquel agarre. La cuerda me apretaba, pero preferí callarme, cualquier cosa que dijera podría ir en mi contra. Una vez que consiguieron atarme, el que intuyo que sería encargado de sujetar a Saúl volvió a su puesto, mientras el otro hombre su puso frente a mí, sin apartar sus ojos de los míos:

-¿Ahora también eres tan valiente? -No dije nada, y él estaba dispuesto a seguir hablando.- Por el camino he sido capaz de pensar una venganza digna que suplir lo que le has hecho a mi compañero y amigo, así que ahí va.

Les hizo un gesto a aquellos hombres y dejaron caer a Saúl al suelo, provocando que él se llevara un golpe muy fuerte. Sin darle tregua empezaron a golpearle. Yo intentaba salir de la silla mientras no quería estar viendo ni escuchando aquella escena, pero eso era misión imposible. Los gritos de Saúl cada vez se producían con mayor intensidad, y también aumentaban las risas de aquellos matones. Todo eso hacía que mi rabia también aumentara con mayor fuerza, pero nada.

Soy y seréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora