18. Hoy soy feliz y con eso me vale

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Los días pasaban y mi rutina se resumía a pasar las mañanas en aquella casa hablando con las chicas, sobre todo con Teresa, tanto en los días que necesitaba apoyo como en los que era para reírnos. O si no me ponía a ver la televisión hasta que las horas pasaran y nos tocara ir al trabajo. No sé si cada día se hacía más duro o por el contrario ya era una costumbre ir con cualquier tipo de hombre a cualquier precio, y encima sin ver la totalidad de nuestro precio, más bien una mínima parte. Nos decían que no necesitábamos dinero porque en casa teníamos todo lo necesario, pero yo necesitaba ahorrar para un móvil, que a este paso antes se caía la casa de que yo lo consiguiera. Mientras tanto en mi entorno seguirán con su vida, sin recordarme, estarán mejor sin mí. Cuando se ponía a pensar en estas cosas se iba a la ducha, era la mejor solución.

Lo que Sarah no sabía era que mientras para ella sus días pasaban monótonos, en España la gente la buscaba por todas partes. No era un buen motivo, pero su popularidad en el mundo de la música había aumentado notablemente debido a su desaparición. Saúl se pasaba los días y las noches llorando, apenas dormía, se culpaba de no haberse ido con ella. Óscar se pasaba todo el día en el estudio con tal de no pensar. Cristian iba una vez al día a estar con Saúl, para intentar animarle, no se había vuelto a Cartagena, decía que no podía hacerlo, se quedaría un tiempo allí, el necesario. Fernando y Gonzalo la buscaban con los medios que podían. Juan seguía desaparecido, pero perdido por las calles, sin rumbo fijo, sin saber muy bien en qué día vivía. En la universidad de Sarah todo el mundo estaba asustado, inexplicablemente echaban en falta a esa chica que acudía a clase poco, pero que cuando lo hacía en los últimos tiempos su rendimiento había mejorado. En resumen, todo el mundo la echaba más de menos de lo que ella jamás podría imaginar. Excepto los causantes de su desgracia, ellos seguían con su vida como si nada pasara, como si no hubieran tirado por la borda la vida de Sarah.

Hoy era el día en el que al fin había reunido el dinero suficiente para poder comprar un móvil y poder comunicarme con el exterior. Saldría con cualquier excusa, lo compraría, llamaría a Saúl y lo tiraría por ahí, si me veían esconderlo o algo por el estilo sería peor. Fui a la ducha y me puse cualquier cosa para salir. Avisé a las chicas, como siempre y salí que la brisa del exterior impactara en mi cuerpo.

La tienda donde podría comprar el móvil que me daría algo de esperanza para salir de allí no se encontraba a mucha distancia, así que caminando a paso firme no tardé más de diez minutos en estar frente a la puerta de aquel local.

Una dependienta nada más verme entrar se acercó a mí para atenderme:

-¡Buenos días! ¿Qué desea?

-Buenos días. Me gustaría saber el precio de un móvil liberado y sin necesidad de ningún tipo de contrato con vuestra compañía.

Aquella chica me fue indicando todas las posibles ofertas que había, los móviles.. Siempre que se adecuara a mi presupuesto. Opté por comprarme uno cualquiera, sin muchas prestaciones, total tan solo lo necesitaba para una llamada, pero a decir verdad valían más caros de lo que había calculado, aún así pude hacerme con uno.

Nada más salir de la tienda busqué un buen escondite, con cobertura, para poder llamar a Saúl. Se me hizo eterna la espera, quizás no lo cogía por ver un número extraño, pero al final pude escuchar su voz:

-¿Sí? ¿Quién es?

-¡Saúl! -Se oyó un grito ahogado al otro lado de la línea.- Estoy secuestrada en México, búscame por los clubes de alterne, necesito que me saques de aquí..

-Lo haré, ¿Sabes la dirección exacta? Sería mucho más fácil Sarah..

Me puse a pensar y pude deducir la dirección, se la dije y se volvió a escuchar algo al otro lado del teléfono:

-Pensaba que no volvería a oírte jamás.. Mi niña, te juro que te voy a sacar de allí como sea, ¡Te quiero! -No pude responder porque la recarga debió de acabarse.

Quité la tarjeta sim, la destruí y tiré el móvil muy lejos de aquel lugar. Volví simulando la mayor normalidad a la que en los últimos días se había convertido en mi casa, aunque espero que no por mucho tiempo.

Aquella noche el trabajo transcurrió normal, aunque algo mejor por la leve esperanza de que sería la última vez que tendría que realizarlo. La noche siguiente la misma función, pero no sabía que esa sería la última.

Un hombre de mediana edad se acercó a mí y yo traté de ser amable para acabar proponiéndole mis servicios, pero esto último no fue necesario, pues cuando estuve a punto de hacerlo una voz muy conocida para mí hizo que aquel hombre se alejara de allí con temor:

-Como no te apartes de mi novia en un puto segundo te vuelo la cabeza, viejo verde.

Pude fijar la vista en el dueño de aquella voz y pude ver a Saúl con una pistola en la mano apuntando al hombre y con una mirada tan fría que nunca le había visto. Cuando el hombre huyó me acerqué a él y nos juntamos en un abrazo que parecía no terminar nunca, pero necesitaba estar siempre abrazada a él, o esa era mi necesidad ahora mismo:

-Ahí fuera está el cuerpo de policía, nos llevarán a casa, ¿Vale mi niña? -Asentí, pero en cuanto vi que quería llevarme tuve que alejarme de sus brazos.

-Espera, antes necesito hacer algo.

Su cara fue un completo poema, pero me dio igual, ahora tan solo tenía que encontrar a Teresa. Me llevó tiempo, pero conseguí encontrarla en una esquina del local con un hombre y con una copa en su mano:

-Tere, ya no tienes que seguir aguantando esto, vente a España conmigo -Le tendí mi mano, que la cogió encantada.- Ha venido Saúl a buscarme y vamos a ir a casa.

Me dio un abrazo que prácticamente me dejó sin respiración. Volvimos junto a Saúl y salimos del local. Fuera estaban un montón de agentes que nos escoltaron hasta el aeropuerto. Saúl llevaba las noticias puestas en la radio, y estas no dejaban de nombrarme, de describir miles de cosas sobre el secuestro, sobre mi biografía, pero intentaba no escucharlos. En el aeropuerto había muchísimos periodistas, tanto mexicanos como españoles, pero pude evitarlos hasta el momento de subirme al vuelo.

Durante el vuelo las muestras de afecto entre Saúl y yo no dejaban de existir, y de vez en cuando Teresa soltaba algún, "¿Vais a parar algún año?" "Si vais a tener tiempo de hacer todo cuando lleguemos, dejar de gastaros y de hacerme sentir una sujetavelas" Nos reíamos ante sus reacciones, pero necesitábamos el uno del otro.

El vuelo de vuelta a casa se hizo muchísimo más corto que el de ida, también iba en mucha mejor compañía, a un destino que conocía y añoraba, y con una sonrisa en mi cara que parecía no tener ganas de esfumarse en mucho tiempo.

Ofrecí una habitación a Teresa en mi casa, no solo hasta que encontrara otra cosa, indefinidamente. Había sido mi gran alegría durante todo ese tiempo, le debía mucho. Y a Saúl le pareció bien, siempre y cuando guardara nuestra intimidad, a lo que se comprometió.

Mis redes sociales estaban colapsadas, y mi número no iba a poder recuperarlo de momento, pero supongo que también. Traté de responder al mayor número de gente posible, pero una visita impidió que siguiera respondiendo. Saúl fue el que se encargó de abrir, pero nada más fue a hacerlo, una invasión de personas ocuparon mi casa. Si ya era feliz con Saúl y con Tere a mi lado, con toda aquella gente más, sobretodo incluyendo a Cristian, Gonzalo, Fernando, Óscar, gente de mi universidad, vecinos, antiguos amigos, gente a la cual no conocía de nada pero me daban cariño.. Hasta Juan se dignó a venir, aunque hoy no era un día de mal rollo, así que me daba igual tener a Saúl y a Juan bajo el mismo techo. Hoy soy feliz, y con eso me vale.

Soy y seréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora