8. Los secretos no son buena combinación en la primera cita.

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POV ROSS

Volví al restaurante. A lo lejos pude ver lo incomoda que se sentía Laura con la presencia de Riker. Seguramente la estaría interrogando.

Laura sonrió un poco cuando aparecí a su rescate.

— ¿Qué pasa hermanito?—preguntó Riker—Venga, ya olvídate de todo.

Eso era precisamente lo que planeaba hacer. Olvidar. Pero no por eso iba a perdonar a mi hermano o a Caroline.

Ignorando a Riker, cogí de la mano a Laura. Pareció sorprendida cuando nuestros dedos se entrelazaron.

—Tenemos mejores planes que hacer. —dije secamente.

Laura ya estaba de pie y cogió su bolso. Tiré de ella para caminar a la salida no sin antes dejar efectivo por lo que habíamos comido.

—Por eso seguirás como estás...—escuché vagamente lo que decía Riker.

No me importó en absoluto y salí del lugar. No volví a toparme con Caroline.

Pedí a uno de los trabajadores del hotel que llamaran para traer el auto.

— ¿Está todo bien?—quiso saber Laura mientras esperábamos el auto.

—Todo bien—aseguré.

Ella me miró dudosa. Demonios. Con su ceño fruncido se veía muy sexy.

—Descuida, no tienes de qué preocuparte—volví a asegurar. Y no sé lo que me pasó porque tenía unas inmensas ganas de besarla. Y lo hice. No fue un beso brusco y me encantó.

— ¿Qué fue eso?—preguntó. No respondí, nuestro transporte había llegado.

Le di una propina al valet, le abrí la puerta a Laura y después me dirigí al asiento del conductor.






POV LAURA:

Mi mente seguía aturdida por los acontecimientos previamente ocurridos. Me sentía rara. Demasiado. No lograba entender la actitud de Ross. Y no sabía con exactitud que me incomodaba más, si el hecho de no saber absolutamente nada sobre la enemistad entre los hermanos Lynch, o que haya disfrutado del beso que Ross me había dado antes de subirnos al auto.

No había pasado más de quince minutos que nos alejamos del hotel; y durante ese tiempo nadie en el auto había dicho cualquier cosa. Ambos seguíamos sumidos en nuestros pensamientos. Solamente una delgada voz se escuchaba en la radio.

Miré por la ventanilla, suspiré al ver el paisaje frente a mí. El desayuno había ido mal, pero al menos podía tener algo de paz observando el cielo despejado y totalmente iluminado por el sol.

Girándome sobre el asiento—al menos todo lo que me dejaba el cinturón de seguridad—fijé mi mirada en Ross. Tenía un buen perfil. Y sí, eso definitivamente no lo debí pensar.

Pasando aquel pensamiento por alto y aclarándome la garganta decidí entablar una conversación con él.

— ¿A dónde vamos?—nunca había ido a Vancouver, así que no conocía los lugares turísticos que éste poseía.

La boca de Ross se torció en una media sonrisa, sus ojos no se movieron de la carretera.

—Eres demasiado curiosa—respondió, pero pude entender lo que dijo con ese adjetivo.

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