11. De vuelta a la realidad

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POV ROSS:

Finalmente la conferencia anual de la empresa de mi padre había llegado a su cierre.

Después del paseo en globo, Laura y yo volvimos al hotel a prepararnos para la clausura.

Parte de mí se sentía mal puesto que volvería a ver a Riker y Caroline, sin embargo, el resto de mí se encontraba feliz de que todo aquello acabara y así yo no los volvería a ver. Al menos no hasta que mi padre quiera reunir a la familia, cosa que no siempre sucedía.

Laura salió del baño vistiendo un vestido negro con encaje plateado. Infiernos, mi entrepierna se sintió feliz.

— ¿Puedes ayudarme con el cierre?—me dijo.

Asentí porqué mi capacidad de habla se había esfumado al ver sus piernas. Piernas que ya había tocado, y acariciado.

Ella me dio la espalda.

Admiré por algunos segundos aquella espalda y por fin subí el cierre.

Laura se giró, mirándome. Pude ver en su mirada lo mismo que yo sentía.

Mañana volveríamos a la realidad.

Coloqué una mano en su espalda baja y la atraje hacia mí. Uní nuestros labios, saboreándola. Sabía a menta.

No creí que pudiese llegar a sentir aquella atracción por ella. No porque ella no fuese guapa. Ciertamente la señorita Marano tenía belleza y sensualidad. Pero tras mi regreso a la ciudad no quería enfocarme en nada más que ayudar a mi padre.

Me tragué un gemido suyo. Podía ver con claridad que yo también le atraía. Y se sentía tan bien besarla.

—No quiero regresar a la realidad—murmuré contra sus labios.

No obtuve respuesta por su parte o quizá yo no escuchaba porque solo me importaba sacarle sus prendar y sentir su piel.




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La clausura de la empresa duró menos de lo que esperaba, por lo tanto, teníamos una hora extra antes de que el vuelo despegara.

Por suerte Riker se había marchado antes. Cosas que surgieron en la compañía de Inglaterra, o eso es lo que uno de los directivos me había contado. Realmente no importaba, por mí podría haberse marchado desde el inicio.

Mi madre me había mandado un texto preguntándome acerca de mi vuelo. Le había dicho que saldría a las cuatro de la tarde, así que llegaría a las cinco o seis a la ciudad mientras no ocurriese nada que me atrasara. Me pidió que si llegaba a aquella hora que fuera a su casa pues mi padre estaba ansioso por saber cómo había ido la conferencia, aunque en el fondo sabía que él estaba más interesado en mí y Riker. Ellos sabían de mi mala relación con él. Esa fue una de las razones por la cual me mudé a Colorado. Y saber que Riker y yo estábamos en el mismo lugar, bueno, era algo poco común y al parecer de más importancia que la empresa.

La hora extra que faltaba para que finalmente volviera a New York la pasé comiendo con Laura. Había resultado una comida silenciosa y normal.

Antes de llegar al aeropuerto se detuvo en una tienda de regalos. No dije nada. Simplemente me limité a acompañarla.

Ella compró un muñeco de porcelana que tenía una expresión en la cara muy divertida y extraña. No le pregunté que le atraía del objeto; supuse que simplemente quería un souvenir.

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