Desde los ríos acorralados y dolientes

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DESDE LOS RÍOS ACORRALADOS Y DOLIENTES


(From pentup aching rivers)


Desde los ríos acorralados que padecen,


Desde esta parte de mí mismo sin la cual yo nada sería,


Desde lo que yo estoy decidido a tornar ilustre, aunque me


encuentre solo entre los hombres,


Desde mi propia voz resonante, cantando al falo,


Cantando el himno de la procreación,


Cantando la necesidad de niños soberbios y, por lo mismo,


de soberbios adultos,


Cantando el impulso del músculo y la fusión en el abrazo,


Cantando el himno del compañero de lecho (¡oh, el irresistible


anhelo!)


¡Oh, para todos y para cada uno la recíproca atracción del


cuerpo!


Oh, para ti, quienquiera que seas, tu cuerpo recíproco! ¡Oh,


este cuerpo, más que todo el resto, objeto de tu propia


delectación!


Desde el hambre roedora que me devora noche y día,


Desde los instantes natales, desde los tormentos que, aun


cantándolos, avergüenzan,


Buscando una cosa que no he hallado aún, por más que


diligente la busco desde hace largos años,


Cantando el verdadero himno del espasmo del alma a la


ventura,


Renaciendo con la Naturaleza más ruda o entre los animales.


De esto, de ellos y de lo que con ellos mis poemas tratan,


De la fragancia de pomas y limones, del pareo de los pájaros,


De la humedad de los bosques, de la lengüetada de las olas,


El furioso asalto de las olas contra a playa, también lo


canto yo,


El preludio sonando suavemente, anticipo de la melodía,


La bienvenida proximidad, la visión del cuerpo perfecto,


El nadador nadando desnudo en el baño, o inmovilizado,


flotando sobre sus espaldas,


Las femeninas formas aproximándose; yo pensativo,


carne de amor trémula y doliente,


La divina lista para mí o para ti, o para cualquiera que la


componga,


El rostro, los miembros, la nomenclatura desde la cabeza


a los pies y lo que ella despierta,


El místico delirio, la locura amorosa, el total abandono,


(Escucha, reconcentrado y silencioso, lo que ahora musitaré


para ti.


Yo te amo, ¡oh!, tú que me posees enteramente,


¡Oh!, que tú y yo huyamos del resto y nos marchemos


inmediatamente, libres y sin ley,


Dos halcones en el aire, dos peces en el mar no tendrían
más ley que nosotros);


La furiosa tempestad me atraviesa, yo trémulo de pasión,


El juramento mutuo de inseparabilidad de nosotros dos,


de la mujer que me ama y que yo amo más que a mi


vida, pronunciando estas palabras:


(¡Oh!, de todo corazón yo arriesgo todo por ti,


¡Oh, déjame perder si es necesario!);


¡Oh, tú y yo! ¿Qué significa para nosotros lo que el resto


hace o piensa?


¿Qué son los otros para nosotros? Que sólo nos proporcionemos


alegría mutuamente, que mutuamente nos quedemos


exhaustos, si es preciso despojados,


Del maestro, el piloto al cual yo abandono el barco,


Del general que me comanda, comandándolo todo, del que


recibo órdenes,


Del tiempo que precipita el cumplimiento del programa (yo


hace rato que me he rezagado),


Del sexo, de la cadena y de la trama,


Del retiro más secreto, de los frecuentes suspiros en la soledad,


De las numerosas personas presentes, si bien la persona necesaria


se halla ausente,


Del suave deslizamiento de las manos sobre todo mi cuerpo


y de la penetración de tus dedos en mi cabellera y


mi barba,


Del prolongado beso detenido sobre la boca o el seno,


Del atenazante abrazo que me embriaga a mí y a cualquier


hombre, desfalleciéndolo con su exceso,


De lo que conoce el divino esposo, de la obra de la paternidad,


De la exultación, de la victoria y del alivio, del abrazo de


la compañera de lecho en la noche,


De los poemas en acción de ojos, manos, caderas y pechos,


De la unión con el brazo tembloroso,


De la adhesiva combadura y del clinch,


Del estar tendidos a lo largo, arrojando a los pies el cobertor,


Del que no quiere que me separe, y de quien, en manera


alguna, deseo apartarme,


(Un instante, ¡oh! tierno guardián, y yo regreso),


De la hora en que brillan las estrellas y gotea el rocío,


De la noche de donde yo surjo tomando impulso,


Yo te celebro, acto divino, y también a vosotros los hijos


por él engendrados,


Y a vosotros, fornidos ijares.

Hojas de Hierba Walt WhitmanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora