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"Es lo que está debajo de tu piel, la belleza que brilla en el interior, tu eres la única que mueve mi mundo, mi chica de portada"

Habían pasado dos semanas desde aquel último día, y Jorge no había aparecido nunca más en su casa, ni en su vida. Sandy seguía de la misma manera, y ahora que a él ya no le importaba más Martina, la novia de este le maltrataba del mismo modo que solía hacerlo.

Un día, llegó a su casa, con la ayuda de Mercedes, con la cara morada. La rubia de su amiga no fue ese día a clases, y Sandy aprovechó la oportunidad que se le apareció.


Martina recuerda que le había dicho que la dejase, que no podía respirar, y Sandy le respondió: "—Soy como el diablo, siempre voy a seguirte..." Desde hace días que esa frase merodea por su cabeza como un recuerdo de hace muchos años.


Era sábado, y Mechi llegó de improviso a la casa de Tini con una bolsa llena de maquillaje, la planchita para el pelo, y una rizadora. La castaña se quedó atónita cuando vio a su amiga, además de que tenía una pequeña valija con cosas... Martina pensó en que se iba de viaje y pasaba a despedirla pero no fue así. Subió a su habitación, dejando algunas cosas en la cama, y otras en el escritorio de madera.


Martina tenía muchos, muchos, muchos vestidos que nunca había tocado. Su madre se los compró para que saliera de fiesta pero, era algo que a ella no le fascinaba. Leer un libro, estar en la computadora o ir al parque eran ideas más adecuadas a Martina, era algo tranquilo como su personalidad.

Sacó unos zapatos de fiesta, que eran muy altos, el taco debía de tener quince centímetros, eran totalmente preciosos pero, la castaña de ojos cafes nunca se los había probado, aun seguían en la caja. La cara de Mercedes cayó cuando vio semejante belleza frente a sus ojos sin usar. Quiso pegarle a su amiga, pero se resistió... Ese armario era el mundo perfecto para Mercedes.


Oh, lo era realmente.


—No entiendo qué diablos haces sacando todo esto, Mechi.

—Hay una fiesta en de las casas de un chico que conocí hace tiempo, teníamos algo, y al parecer... ¡Se acordó de mí! Me invitó a una fiesta de último minuto, y por eso estoy aquí. —Suspiró, y tomó un vestido negro del ropero de Martina.
— ¡Claro! Toma el vestido que querías... Papá tuvo un problema con el auto en medio de la ruta, así que se quedará en un hotel hasta mañana, puedes venir a casa después de la fiesta. —Sonrió, y se tiró a la cama a leer un libro que había encontrado en la pequeña biblioteca de la casa.
—Nop, quiero que vengas conmigo... A la fiesta.
—No, gracias. —Respondió y siguió leyendo el fascinante libro.

Mercedes se lo sacó de las manos, y sin mirar hacia algún lugar, lo tiró, y cuando escuchó el sonido del libro chocar contra algo, supo que lo había lanzado fuera de la habitación ya que, la ventana estaba abierta.


— ¡Mercedes! —Le recriminó Martina, ella solo rió... Agarró un vestido, y se lo tiró en la cara a Martina.

—Te cambias, Martina. —Le señaló con el dedo.

Iba a quejarse pero, Mercedes le calló. Estaba completamente decidida en llevar a su amiga a una fiesta, emborracharse y después quejarse por las cosas que hicieron... Le costaría sacarla de la casa, pero no iba a dejar que en su adolescencia se quedara leyendo libros mientras tenía la libertad que tenía en esa casa.


El vestido consistía en ser totalmente negro con una sola manga hasta la muñeca donde había algunos retoques, brillos plateados. El otro hombro era totalmente descubierto. La fiesta ya había empezado pero, siempre era mejor llegar tarde a ser la primera persona que entra en la casa del desorden. Mercedes sentó a Martina en una silla de la habitación, le vendó los ojos, y le empezó a peinar el cabello. Se lo planchó, y después le hizo un rodete con algunos mechones cayendo por su cara en forma enrulada debido al rizador.

—No puedo creer que me obligas a hacer esto... Tú puedes ir sola, Mechi.

—Lo sé, lo sé... Pero no quiero que pases toda tu vida diciendo: "Debí de aprovechar la adolescencia." La vida se vive solo una vez, y tú desaprovechas la oportunidad que Dios te dio. —Sonrió, aunque Martina no pudiera ver su sonrisa.
—Odio cuando te haces la inteligente, ¿sabías eso?


Martina se quedó mirándose al espejo mientras que Mercedes le esperaba abajo con las llaves del auto de Diego... Por primera vez, no se sentía fea. Le gustaba como el vestido resaltaba su cuerpo, aunque no tuviera la mejor figura, el maquillaje hacia que las fracciones de la cara fueran mucho más bonitas, sus ojos parecían totalmente enormes y llamativos, le encantaba. Sonrió al espejo, tomó una cazadora de la silla, y bajó las escaleras con los zapatos en mano... No se los pondría hasta llegar a la fiesta, eran altos y dolorosos pero como dicen: "La belleza cuesta."


Al aparcar el auto a unas cuadras de la casa, se notó que el lugar era para que gente con mucha adquisición económica, autos últimos modelos, casas totalmente edificadas a la perfección, y hoteles de lujos a los alrededores... Bueno, era un barrio totalmente privado, había rejas alrededor de todo esto. La música se escuchaba a las cuatro cuadras de diferencias.Martina, se colocó los zapatos altos, y salió del coche. Mercedes le había enseñado, en dos horas, como caminar con los mismos sin caerte, y aunque no fue mucho tiempo, lo entendió bastante bien. La gente entraba para ir a buscar otro trago, y salía para tomar un poco de aire... El clima estaba lo bastante cálido como para ser una noche en Londres.

Había una entrada de un pasillo totalmente descubierto antes de pasar por la puerta de la casa, a los alrededores había muchas parejas, muchos chicos, y chicas tomando de su vaso de plástico, pero una persona llamó la atención de Martina, un chico de ojos verdes con una camisa blanca remangada hasta los codos, y unos pantalones informales negros estaba parado con un vaso en su mano riendo con una chica que no era Sandy.

—No empezó bien la fiesta.

Let me die »Adaptada« »Jortini«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora