11 Parte II

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Jorge se fue faltando diez minutos para que Diego y Mercedes llegaran. Martina se cambió, se peinó pero, no tuvo tiempo para secarlo, y este quedó todo mojado, terminó de ordenar su habitación cuando tocaron el timbre, caminó a las escaleras, y pisó mal, lo que hizo que cayera con el culo por las mismas.


Mercedes entró corriendo al escuchar el ruido, y la vio en el final de la escalera tirada, riéndose a carcajadas.


Diego cerró la puerta, y al ver a Martina de esa manera, soltó una risa, Mer se dio media vuelta, y le observó. Dejó de preocuparse por aquello, y también sonrió.


Ayudó a su amiga a pararse, y le saludó con un beso en la mejilla. Diego le besó la frente de forma tierna. Tenía una remera gris con una campera de cuero negra, y unos jeans del mismo color, su pelo rubio estaba completamente despeinado, y sus ojos brillaban más de lo normal. Le sonrió, y Martina observó su sonrisa, simplemente perfecta.


Sacó su campera, y la dejó sobre el sillón, tenía unos tatuajes sobre el brazo izquierdo, y al ver la cantidad de esto, Martina se sorprendió.


— ¿Cuántos tatuajes tienes? —Le preguntó tomándole el brazo entre sus manos, e intentando contarlos.


Elevó los hombros, diciendo que no sabía.


—Tengo los suficientes para cubrirme todo el brazo. —Rió.

— ¿Te dolieron?


Diego negó con la cabeza, y se tiró al sillón. Llevó sus brazos detrás de su cabeza, y miró a Martina, mostró una sonrisa, y le guiñó un ojo. Mer le golpeó en el brazo, cargándole. Los miró a ambos, y la empujó a su amiga hacia el sillón, tropezó con la mesa de la sala, y cayó al lado de esta.


Hoy, no era su noche.


Diego se agachó para ayudarla a pararse, y la sentó a su lado, llevando un brazo en sus hombros. Las mejillas de Martina se pusieron rojas, bien rojas... Mercedes puso sus manos en jarra, y chasqueó la lengua.


—Vamos a aclarar algo...

—Mer... —Dijo Martina.


Subió el dedo índice al aire para que ella no hablara.


—No, te callas. —Y así fue. —Tú —Señaló a su hermano, quien sonrió de forma seductora. —, no pienses en siquiera hacerla llorar porque, como tu hermana se cosas, Dieguito.


El asintió con la cabeza, y besó la de Martina.


« Oh, por el amor de Dios, Diego. »

« ¡Es muy tierno! »


Martina en su mente mostraba una emoción el triple de lo que lo hacía en ese mismo momento, ahí fue cuando su conciencia tuvo que arruinar todas sus emociones y tirarlas abajo para que ella se deprimiera.


« ¿Crees que hace todo esto porque le pareces guapa? ¡Martina, despierta! Sólo le das pena, cielo. »

« El día que se conocieron, no le llamaste la atención, estoy segura. »

« Deja de pensar en que todo estará bien... No lo estará. »

« No vales la pena, Martina... »


Su conciencia era controlada por ella misma pero, pareciera que eso no fuera porque, se mostraba de diferentes maneras.


Hace segundos estaba bien, pero, luego, estaba mal.


Y nunca antes, se había dicho cosas tan feas como esta vez. Se separó de Diego, se disculpó por un segundo, y subió corriendo al baño principal de la casa.


Quería... Necesitaba desquitarse pero, no podía hacerlo ahora.


Debía estar completamente sola para hacerlo, porque hay veces que los gritos, y sollozos no se pueden controlar, y salen naturalmente...


Se miró en el espejo, y quiso romperlo, quería sentir el dolor del vidrio en sus nudillos, necesitaba sentir los vidrios lastimándole... Era ese momento, en el que como nunca antes, moría por correr a su habitación, y buscar sus pequeñas navajas.


Alguien tocó a la puerta, y Martina tardó en recuperar su voz normal. Esta estaba ronca porque, sin darse cuenta estaba llorando por algo que ella misma se había dicho... Antes que desear que Sandy le dejara de insultar, debía amarse a si misma, si quiera a quererse como era.


—Martina... —Diego golpeó la puerta, y Martina abrió el grifo para lavarse la cara.

— ¿Qué? —Su voz fue un susurro, tosió, y volvió a preguntar. — ¿Qué?


Diego abrió la puerta un poco, y al ver que ella no oponía resistencia, la abrió completamente. Se encontró con su cara roja por haber llorado si quiera unos dos minutos, y con sus ojos del mismo color. Vio la tristeza en los mismos, y se acercó hacia Martina, tomando su cara entre sus manos.


Ella al sentir su tacto, sollozó. Agachó su cabeza, y empezó a llorar, volvió a recordar lo que su mente le había recalcado, y después de pensarlo, supo que era verdad. Solo le daba pena, y por eso, era así con ella. No le gustaba, capaz, ni siquiera le agradaba.


— ¿Qué sucede, Martina? —Preguntó en un murmuro, abrazándola contra su pecho.

—Es que... —Sollozó.


Diego la apoyó contra el lavabo, y la separó de él, tomando su cara entre sus manos, limpiando las lágrimas con sus pulgares.


—Tranquila, Martina.


Ella respiraba entrecortadamente, dejó las lágrimas de lado, y miró a Diego a los ojos. Estos parecían preocupados, pero, lo único que Martina vio fue su reflejo.


—Siento... que actúas así conmigo porque te doy pena. —Susurró, y bajó la cabeza al finalizar la oración.


El tacto de Diego se hizo más fuerte, y subió con su pulgar, la cara de la castaña. Le sonrió, y le dio un pequeño beso en la nariz.


—No quiero que te sientas así, si alguna vez te dije algo, todo fue cierto... Cada vez que te abrazo, es porque quiero. —Le acarició la mejilla. —No quiero que pienses que no es así porque, siendo sincero, te digo que me pareces hermosa, ¿vale?


Martina sonrió de lado, y Diego también, pero su sonrisa fue mucho más extensa. Besó su mejilla con un beso sonoro, y después junto sus frentes. Volvió a limpiar otra lágrima de su cara, y nuevamente, la abrazó contra su pecho.

Let me die »Adaptada« »Jortini«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora