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El lunes por la mañana, Martina permaneció sola en el Instituto. Mercedes le mandó un mensaje diciendo que no podría ir ya que, estaba enferma, y ahí fue cuando ella empezó a temblar... Sin Mercedes no podría caminar con tranquilidad por los pasillos, no podría estar tranquila porque cuando estaba con la rubia, Sandy solo le insultaba, y ahora... estaba sola, podía lastimarla.


Martina chocaba la punta del lápiz contra el escritorio cuando una mano con unas uñas largas, y rojas se apoyó en el mismo. Levantó la vista, y Sandy le sonrió de lado.


« Oh, Dios mío. »


La clase había terminado, y ahora, todos se irían a su casa... Menos Martina.


Sandy la tomó del borde de su camisa, y le rompió una parte de esta.

Lo que le faltaba, que le rompiera todas las blusas que llevaba al maldito colegio.


—Estás sola... Y en el aula, no hay nadie que pueda defenderte. —Dijo mirando a los alrededores. —Tampoco está ese nuevo novio tuyo, el grandote... —Rió, y la levantó por la camisa del pupitre.


La apoyó contra la pared, sin golpearle la cabeza, y llevó sus manos a las caderas en forma de jarra. Le miró de arriba, abajo, y después soltó una carcajada... Martina sentía inseguridad en ese momento. Sandy le señalaba con el dedo índice, y le decía cosas, y cosas feas sobre su cuerpo, su ropa, su cara, y su manera de peinarse... Una puerta se abrió, y un chico con pelo castaño y ondulado apareció... Jorge.


Martina agradeció al Cielo que apareciera, si era bueno; se llevaría a su novia y esta, la dejaría en paz hasta que pudiera escapar del Instituto pero, si era malo; vería como Sandy le pegaba hasta dejarla sin respirar.


Jorge les miró, y cuando Sandy llevó una mano a la mejilla de Martina, él avanzó hasta tomarla de la cintura, y besarle el cuello, el agarre de ella se fue relajando hasta dejarla a Martina, el tiempo para escapar.


Si corría, podía salir de Instituto y alejarse lo suficiente para que Sandy no le alcanzara pero, su mente estaba en otro lado, y si en vez de caminar, corría, algo podría pasarle por estar desconcentrada.


Iba por la calle cuando sintió pasos detrás de ella, paró en seco, giró la cabeza, y no había nadie. Siguió caminando por la vereda, rota, y casi tropieza; escuchó una risa grave detrás de ella, repitió los pasos de la otra vez, y se encontró con las casas, y sus jardines perfectamente cuidados.


Ignoró eso que le había pasado, y al doblar en la siguiente cuadra, se quedó ahí contra la pared para ver quién era la persona que le seguía. Y esa persona, giró, y se encontró con Martina mirándole, era Jorge.


« Otra vez él. »


—Eres una plaga, estás en todos lados.


Soltó una pequeña risa y se acercó a Martina.


— ¿Estás bien?


Martina rodó los ojos, y se acomodó un mechón del pelo que le caía por la mejilla derecha.


— ¿Importa? —Arqueó una ceja, se dio media vuelta, y siguió caminando.


Jorge llegó a su lado, y empezó a caminar a la par. Martina chasqueó la lengua, preguntándose qué diablos hacia él ahí mismo, debería estar con su novia o con sus estúpidos amigos que jugaban fútbol.


— ¿Por qué estás aquí?... Deberías ir con tus amigos o tu novia por ahí, ¿no crees?


Jorge negó con la cabeza, y cuando estaba por hablar, Martina le interrumpió:


—No quiero tenerte cerca, yo no te soporto al igual que tú a mí... Así que, para hacer las cosas más fáciles, vete... Vete lejos de mí... para siempre. —Dijo, recalcando las palabras "para siempre" entre sus labios. Apresuró su paso, pero al parecer Jorge no se rindió.

—No quiero irme.


Martina respiró profundamente antes de responder aquello.


No le toleraba.


Y lo peor de todo, era que él se creía que Martina le parecía atractivo o guapo, pero ella ni siquiera le miraba de esa manera... No le tomaba en cuenta, en sus ojos solo tenía en cuenta a Diego... Eso le hizo acordar de que hoy saldría con él... Tendrían su primera cita, irían a ver una película, y luego a cenar a un lugar al aire libre.


— ¿Sabes? Tú, eres una de mis razones de mi malhumor, Jorge. —Le dijo Martina tomando su celular, y fijándose la hora en este. Su padre estaba en casa por una hora, y ella no llegaría a su casa con Jorge.

—Gracias, es un alago para mi saber que te causo malhumor.


Y ahí estaba él.


Así de estúpido, e imbécil.


— ¿Soy un trabajo escolar? ¿Uno de castigo o qué? —Preguntó Martina e hizo una mueca. —Es raro que hables conmigo, y que me sigas a todos lados, Jorge... Si es porque Sandy te manda...

—No, Sandy no me manda, Martina. —Bufó.


Martina solo negó con la cabeza.


— ¿Entonces por qué estás aquí? —Giró completamente para verla. —Estoy segura de que no quieres que nadie te vea con "la loca" del curso. —Dijo haciendo comillas con los dedos.


{...}


Martina se sentó en la silla del comedor, y apoyó sus brazos en la mesada, y su cabeza arriba de estos. La mano de su padre, le acarició la espalda, y ella subió la cabeza rápidamente. Le abrazó por el cuello, y le saludó con un beso en la mejilla. No le veía desde ayer en la noche, cuando él llegó, ella estaba durmiendo plácidamente sobre su cama.


Su padre le observó el rostro, y frunció la ceja, Martina se alejó un poco, y se acordó que Sandy le había pegado en la mejilla hace unos minutos atrás...


« Mierda. »


Martina se mordió el labio, y Alejandro le miró el pequeño moretón que tenía en esa parte de la cara.


— ¿Qué pasa?


Martina abrió la boca, y su padre le calló.


—Y cuando digo qué pasa, me refiero a qué sucede en la vida de mi hija.

Let me die »Adaptada« »Jortini«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora