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"Hace mucho tiempo que me hubiera suicidado de no haber leído en alguna parte que es un pecado quitarse voluntariamente la vida mientras pueda hacerse todavía una buena acción. La vida es hermosa, pero la mía está envenenada para siempre."

Martina salió corriendo del salón de clase, no quería que Mercedes le encontrara en la puerta y le pidiera por favor que hablaran, pero como la suerte nunca está de su lado eso pasó. La castaña caminó derecho hacia su locker, era el cambio de asignatura y siempre le tocaba con Mercedes. Por el amor de Dios.

La rubia le seguía por detrás intentando hablarle pero no había forma, cuando Martina paró en su casillero, ella le empezó a hablar.


—Martina, déjame explicarte.


Ella negó con la cabeza, tomó sus libros y cerró el locker.


—Oh, vamos, no seas idiota y hablemos como personas.


Lo último que faltaba era que la persona que le había mentido, que la había usado como un proyecto para ganar dinero le dijera que era una idiota. Mechi se retractó al segundo que abrió su boca, Martina tenía una sonrisa en la cara, estaba totalmente enojada con ella. No pensaba perdonarla, ¿Cómo podría hacerlo? Lo peor de todo fue que pensó en Jorge y como, en parte, le perdonó hace tiempo... En sí era diferente la situación pero, ambos le habían lastimado.


— ¿Eres actriz en algún lugar, Mercedes? —Preguntó Martina mientras empezó a caminar y ella le siguió.

—No, ¿Por qué lo...? —Se quedó callada, y bajó la cabeza. —Oh, mira...
—Oh, ¡No sigas mintiendo! Nadie engaña de esa manera sin ser actriz, Mercedes. —Le pegó en el hombro como si estuviera jugando con ella. —Ojala te vaya bien en tu vida siendo como eres.
— ¡Martina! —Le gritó, y ella se detuvo en seco. — ¡Vas a escucharme, Martina!

Y esa era la Mercedes que ella conocía o pensaba que conocía, el punto es que... por un momento, sonrió por recordar en cuantos problemas se había metido porque ella le obligó a hacer cosas que una adolescente hace. Después, pensó en aquella noche donde iban a cenar todos juntos y su sonrisa desapareció. Miró hacia el cielo, estaba gris, iba a empezar a llover. Tal vez, al escuchar el sonido de las gotas chocar contra el pavimento podía calmarla, solo tal vez.


—Vale, te escucho.


Mercedes tardó en hablar y Martina se estaba cansando.


— ¿Vas a hablar? ¡Estoy perdiendo la clase!

—Sé que tu papá me pagó para fingir que era tu amiga, pero cada consejo o cada vez que te obligaba a hacer algo era porque, realmente quería que lo hicieras, quería que vivieras esa vida que toda chica quiere porque, tienes las posibilidades. —Dijo, y se acercó a ella. —Para mí eres una amiga, y estuviste ahí para cuando yo te necesite, si no hubiera pensado que eras tal no te hubiera contado mi historia.

Martina se quedó callada, espero por unos segundos más por si seguía hablando pero no fue así, agarró con más fuerza sus libros.


— ¿Eso es todo?


Mercedes abrió la boca, atónita, esperaba algo como: "te perdono pero, seguimos sin ser amigas." "todo esta bien, ¿vale?" no esperaba que ella le dijera eso, así que solo asintió con la cabeza, y Martina dio media vuelta para irse pero, ella aclaró su garganta, tenía una gran duda en medio de esta. Su cabeza solía pensar y no sacaba ninguna respuesta, no podía inventar algo o sospechar tendría que preguntarlo.


— ¿Por qué perdonaste a Jorge pero no me perdonas a mí?


Y esa pregunta... Esa pregunta no tenía respuesta.


Por ese pasillo justo pasó Jorge y se quedó mirando a Martina, quien lo ignoró. Realmente tampoco quería hablar con él por más que ahora fuera a evitarla, el hecho de que se hubiera ido en el peor momento, dolió. No se podía confiar en las personas pero, las entendía y odiaba eso. Jorge quedó parado en medio de Martina y Mercedes, miró a la rubia después a la castaña e iba a seguir caminando cuando giró y fue donde Martina.


—Martina...

—No, no me hables.

Era irónico porque cuando le molestaba lo quería lejos, no le soportaba. Pero, después aceptó eso, había empezado a llevarse bien y Jorge se fue, y eso era cuando lo quería cerca para tener a una persona que la ayudara.


La vida no tenía sentido.


La vida de Martina no tenía sentido.


—Mercedes, a él nunca lo perdoné, nunca voy a hacerlo, puede que haya aceptado que podemos intentar ser amigos pero, no, no acepté que él me dijera lo siento, ¿entiendes? —Dijo, y miró a Jorge, agachó su cabeza. Martina quería llorar. Odiaba toda esta mierda de telenovela barata. —Tampoco puedo perdonarte, es que... Sigo sin entender, te creí mi amiga —Se acercó. —, te conté cosas que se las habrás dicho a mi papá, y eso no puedo perdonarlo.

—Nunca le conté nada que fuera muy personal, te lo prometo. —Su voz se cortó. Ambas querían llorar. Jorge fue donde Martina, y le tiró del brazo.
— ¿Quieres decirme algo también?
—Lamento haberte dejado cuando más necesitabas a alguien pero, siempre deseaste que te dejara de molestar y lo hice, solo que no entiendo por qué.
—Yo sí sé por qué, es muy fácil de saber.

Mercedes se acercó a ellos, quería escuchar de qué hablaban. Los ojos de Martina se ponían más brillantes con el paso de los segundos, su mente le decía que no llorara, que no soltara ninguna lágrima porque no lo merecían y trataba de escucharla y hacerle caso por primera vez.


—Si a Mercedes mi padre no la hubiera contratado, nunca me hubiera hablado. Y si tú, nunca hubieras sentido pena tampoco, y lo entiendo —Intentó sonreír pero, hizo una mueca. —, nadie pero nadie quiere ser amigo de la chica que algún día va a acabar con su vida.


Los dos se quedaron callados y entonces, Martina supo que su teoría estaba en lo correcto. Solo había que pensarlo y analizarlo, su vida no era buena, no era divertida, no era la típica chica adolescente, no salía, no bebía, no disfrutaba. Ellos sí.


Miró hacia el pasado cuando su madre seguía con vida, y deseo, deseo más que nunca que ahora ella estuviera viva, tal vez esto nunca hubiera pasado.

Let me die »Adaptada« »Jortini«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora