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''Ella no quería morir, ella quería vivir pero feliz''

Mierda.


Mierda.


Triple mierda.


Bajó las escaleras sin los zapatos, y con el pelo todo alborotado. Alejandro, esperaba impaciente en la cocina con una taza de chocolate caliente en las manos. Al ver el reloj de la cocina, vio que era demasiado tarde: Las cuatro de la mañana. Él le había dicho que se quedaría a dormir en un hotel. Tini hizo una mueca al entrar donde su padre.


—Antes que me castigues o me digas algo... Lo siento, no sabía que iba a llegar tan tarde, y tampoco tenía planeado ir de fiesta, sólo quise acompañar a Mercedes ¡Además! —Dijo con un tono de emoción. —Tú quieres que tenga una típica vida adolescente, y esto es lo que hacen las adolescentes... —Me alegro que entiendas, ahora... —Junto sus manos en la mesada. —Castigada, un mes, sin salida, sin citas, sin tu novio, y solo pueden venir a casa pero, tú no sales... —Le señaló con el dedo, y luego dio media vuelta. —Que descanses. —Besó la cabellera de la chica, y estaba a punto de salir por la puerta cuando el gritó de su hija le penetró por los oídos.

— ¡¿QUE?! ¡Estoy a salvo, papá! No hagas esto.
—Tini, tú no eres de salir, no te puedes quejar. —Se dio media vuelta, y siguió caminando.
—Pero quiero hacerlo, si quiera a la tarde para ir con Diego o Mechi...
Su padre hizo un ruido con la boca negando esa petición, tomó otro sorbo de su chocolate caliente, y lamió sus labios.
—Un mes. Castigada. Sin citas. Sin salir. Sin Diego.

...............


Una semana. Una puta semana. Sólo eso había pasado del castigo, y cada día pasaba más lento de lo normal. Su padre nunca estaba en la casa, pero la tenía totalmente vigilada. Colocó cámaras por toda la casa, y activó unos sensores para que Martina, si tenía ganas de salir a la tarde, no pudiera hacerlo... Cada vez que atravesaba alguna puerta o ventana, la alarma sonaba y la hacía volver a entrar a la casa.

Ella estaba rodeada por todas las paredes de la casa, sin poder salir. Sólo su padre sabía cómo desenchufar todos los cables de esta cosa mecánica. No sabía, más bien, no tenía la más pálida idea de que Alejandro hiciera tal cosa, por un momento llegó a pensar que realmente estaba loco, pero era su padre... Aunque no lo entendiera, quería hacerlo.

Cada vez, que llegaba desde el Instituto a la casa, y pasaba la puerta, se escuchaban unos sonidos que aseguraban que si salía, la alarma sonaría.

Una tarde, mientras leía un libro que encontró por ahí que no era para nada interesante, alguien tocó a su ventana. Era Jorge. Siempre ahí, espiando y molestando. Una sonrisa se atravesó por sus mejillas. No le esperaba.

Llegó a la misma, y la abrió. El chico pasó y se sacudió.

—No puedes estar acá.

Jorge sonrió con su hermosa sonrisa torcida.


—Si puedo estar acá... —Se sacó su gorra de beisbol, y se la acomodó. —Tengo un plan, ¿quieres participar?


Martina cerró su libro que todavía lo tenía en mano, lo tiró sobre el escritorio. Dio media vuelta, caminó a la cama, y se sentó. Le ofreció un lugar a Jorge, quien se quedó parado.


—Cuéntame. —Pidió Martina.

—Estás castigada por un mes, ¿cierto? —Martina asintió frunciendo los labios. — ¿Sabes lo que hacen los adolescentes cuando están castigados y sus padres no están en casa? —Martina negó con la cabeza, y Jorge formó una sonrisa. —Se escapan, y ahora es tu turno.
—Lo pensé pero... ¿sabes algo? ¡Estoy rodeada por cámaras! —Exclamó frustrada, su padre estaba loco, completamente.
—No lo creo... Una gran persona, si puedo decir, sacó todos los cables que conectaban las cámaras y las alarmas, no hay nadie que te detenga, excepto tu misma.

Let me die »Adaptada« »Jortini«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora