Eva Giamond, quién ahora era la esposa de un príncipe inglés, había atendido al colegio St. Nichols durante quince años de su vida. No había ido jamás a otro instituto ni tampoco había usado algún otro uniforme que no contara con la baraja de polleras azules, grises o blancas que tanto identificaban al Trinity.
En su época como freshie, el apodo "Trinity" ya estaba bien instalado en la sociedad neoyorquina. El colegio St. Nichols, que al principio había sido ultra católico y luego había suavizado sus costumbres religiosas llevándolas casi a lo imperceptible, siempre había tenido los tres niveles: el kinder, la primaria y la secundaria. Los tres pilares de la institución también habían estado en tres manzanas diferentes (muy cercanas) y bajo tres distintos grupos directivos. Sin embargo, a fines de los años sesenta habían adoptado un mismo apodo que los unía: St. Nichols Trinity. Sí, como el padre, el hijo y el Espíritu Santo. Los pequeños del kinder representaban a los hijos, los alumnos de la primaria a los padres y, evidentemente, los mayores se asemejaban bastante a un grupo revoltoso de Espíritus Santos. Santos, claro.
La zona St. Nichols estaba conformada por nueve manzanas, tres de las cuales enfrentaban directamente al enorme Central Park. En aquellas manzanas, de tres por tres, se repartían los tres institutos, el gran Campus deportivo y el edificio Levington. El prestigio del Trinity no era sólo de palabra.
Eva no había sido la mejor, pero tampoco había sido una más de su camada. Un año antes de mudarse a las instalaciones de la universidad de Yale y varias temporadas antes de conocer a Thomas en los jardines londinenses, se había destacado en las disciplinas deportivas. Por aquellos años, para sobresalir, se acostumbraba a participar en cuántos deportes fuera posible y Eva había sido algo precavida: tenis, voleyball y hockey. Las Giamond solían ser bastante exageradas desde entonces.
La secundaria del St. Nichols estaba dividida en tres edificios: el Mayor, el Lincoln y el Roosevelt. Entre ellos había tres patios, uno cubierto y dos al aire libre; un buffet y un punto de encuentro marcado por la gran fuente de agua. En la misma manzana, un estacionamiento para el cuerpo de profesores y directivos y un auditorio —para nada austero— también tenían lugar. Los presupuestos del Trinity, fundado en 1931 por dos ostentosos cristianos, excedían la imaginación de muchos.
Ya en el primer piso del Edificio Mayor, mientras la profesora Brown hablaba sobre los aburridísimos libros que su marido le había regalado durante el verano, las casi dos docenas de alumnos juniors apenas le prestaban atención. Eran las primeras horas después del receso y por supuesto, todos necesitaban ponerse al día.
Charlene Wallace y Louise Giamond, sentadas en los antepenúltimos dos asientos de la fila cercana a la ventana, no eran la excepción.
Y no estaban solas. ¿Cómo podrían estarlo? Todos en el colegio querían pasar el rato con ellas, el magnífico dúo de flamantes juniors.
En los bancos detrás de ellas, William Shepperd y Josh Hamilton, quién había llegado dos minutos después de que la clase se llenara, hablaban sobre un supuesto nuevo vendedor en Central Park. Un par de semanas afuera de la ciudad, y había gente nueva en el ambiente.
Josh era el hijo mayor de Vivian Hamilton y el primogénito del medio de su padre, Henry. En su momento, la boda había impactado a todos: el simpático neurocirujano, millonario hasta el cansancio y divorciado hacía un par de años de la madre de sus tres hijos mayores, volvía a unirse en matrimonio, esta vez junto a una joven de 20 años. La causa de la unión había sido revelada unas semanas después: los recién casados esperaban un hijo.
Joshua, toda la vida llamado Josh, había sido el muñeco más preciado de Vivian. Había nacido cuando llevaba seis meses casada con el exquisito Dr. Hamilton, el maestro de las cirugías, el gran operador de entrañas, el imponente corredor de bisturíes.

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Teen FictionWHAT GOES AROUND COMES AROUND #PGP2018 Muñecas rotas. Papeles en blanco y agendas rebozadas. Little black dresses. Vestidos de satén y terciopelo. Sandalias de Manolo e infinitos pares de zapatillas blancas. Sex on the beach, Green Apple Martini y...