Open your hand
Take a glass
Don't be scared
I'm right here
Even though you don't roll
Trust me girl
You wanna be high for this.Un metro sesenta y nueve. Buen color en la piel, firmada en exclusiva por el Mediterráneo. Ondas playeras —beachy waves— castañas claras, con algunos destellos de sol y ciertos aromas salados. Ojos avellanas, pestañas largas y gruesas y diminutas pecas esparcidas por todo el rostro. Nariz pequeña. Labios perfectos. Charlene Wallace resultaba de aquella suma detallada, cercana a lo angelical.
Pero con un carácter para nada angelical, paradójicamente.
—Señorita, ya llegamos—susurró el empleado sin grandes deseos de interrumpirle el sueño a la única pasajera del Victorian 001.
—Hm—murmuró la bella durmiente mientras abría sus ojos con lentitud. Había dormido algunas horas y estaba exhausta por el viaje. Se reacomodó con pereza y revisó su reloj de muñeca, el cual por supuesto ya había reprogramado. Faltaban seis minutos para las nueve de la noche—¿Antes?
Tenía aires de seguridad y confianza en su voz. Simplemente porque ella era todo eso. Solía hablar fuerte y claro, para dejar a la vista de todos que su lengua era su mejor arma.
Antes de dormirse en los cómodos asientos del chárter que la había traído desde París hasta su hometown New York, había calculado las horas que podría dormir en su cama antes de que su estilista personal la despertara por la mañana, dispuesta a arreglar los detalles que las vacaciones de verano habían dejado. Necesitaba con urgencia un baño luminoso y nutrido a su largo y ondulado cabello castaño y algunos retoques en las puntas para estar perfecta en su vuelta al colegio, ahora como junior.
También le urgía un tratamiento facial de algas marinas para reparar las imperfecciones que el sol había dejado en su delicado rostro y, por supuesto, una sesión extrema de manicure. El haberlo pasado fenomenal en Europa durante las vacaciones había implicado cometer demasiados pecados y —entre otros tantos—había descuidado un poco su imagen.
Podría haberse encargado de ello en París, pero los últimos días habían sido un lío de película. Y una de Hitchcock.
Y por eso llegar a la isla dos horas antes de lo pensado, le garantizaba dos hermosas y placenteras horas más para descansar. Jet lag.
—¿Necesita algo?—el empleado del avión, vestido por completo de un azul horrendo, se acercó para desabrocharle el cinturón.
Charlene, que ya había comenzado a peinarse el cabello con los dedos, miró al joven.
—No, gracias—le respondió. No podría ofrecer una sonrisa en ese momento ni aunque la estuvieran apuntando con una escopeta—Yo puedo, gracias—repitió.
Si debía agradecer una vez más, se aseguraría de que el suyo habría sido el último vuelo de aquel muchacho como parte de la tripulación. Era entrometido, avasallante y ligeramente desubicado.
La amabilidad no era su mejor atributo, estaba claro. Tal vez poseer el control de todo lo que sucedía a su alrededor sí lo era. No era casualidad que todos los años —al menos los dos que llevaba en la secundaria— se postulaba como presidente de la clase y por el momento, era miembro de la Comisión Organizadora y Benéfica de su colegio, el prestigioso St. Nichols.

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SQUAD
Fiksi RemajaWHAT GOES AROUND COMES AROUND #PGP2018 Muñecas rotas. Papeles en blanco y agendas rebozadas. Little black dresses. Vestidos de satén y terciopelo. Sandalias de Manolo e infinitos pares de zapatillas blancas. Sex on the beach, Green Apple Martini y...