De: srmwallace@richemont.corp
A: cwallace@stnichols.edu
Asunto:
Querida Charlene, sé que no quieres hablar conmigo. Pero deberías entendernos; sólo queríamos saber si todo está bien por allá. Chloe nos ha contado sobre las objeciones que has hecho. Considéralas un hecho. También hemos estado en contacto con Margaret Minnfred y nos ha mencionado que por fin te has anotado en alemán. Lo veo como una buena señal. ¿Estoy en lo correcto? Por aquí está todo normal. Monsieur Pep dice que extraña tus enojos durante las mañanas y Julie no quiere decirlo, pero de verdad le haces falta. No seas tan dura con ella.
Sabemos que eres más responsable y madura que muchas chicas de tu edad. Cuídate. Estaremos en casa en un abrir y cerrar de ojos. Te adora,
Papá.
Charlene bloqueó su iPhone. Extrañaba a su padre pero aún seguía un poco enojada por todo. Y no se había anotado en la clase de alemán por él. Marcus se había criado hablando el alemán suizo pero siempre había manejado a la perfección el francés y el inglés. Era su madre la que apenas podía separar el francés de la lengua que hablaba su única hija, más americana que el himno nacional. Se había anotado en alemán por ninguna razón puntual. Tal vez porque era una alumna maravillosa, pero no siempre tenía en mente ese detalle.
Llegaba a su casa de Park Ave y la calle 70E* cuando divisó a Kevin Preston pisando una colilla en una de las esquinas, frente a la cafetería que se divisaba desde el balcón de su habitación en el primer piso. Gorra para atrás, camisa afuera del pantalón, mochila colgando de un hombro. Todo componía una imagen maravillosa.
Se sonrojó. Ahí estaba. Kevin Preston. Muy cerca de su casa, ¿esperándola?
—Espera—murmuró al chofer en cuánto pasaron por al lado del chico y el auto se posicionó para comenzar la entrada a su garaje—Bajaré aquí.
Tomó su bolso y se bajó del Mercedes Benz de sus padres. Sin pensarlo dos veces, ni pretender no haberlo visto, había comenzado a caminar hacia él olvidando todo lo que tenía en su cabeza antes de ese momento. El Comité y Marcus Wallace sentado en su oficina de Paris habían quedado atrás. Muy atrás.
Él por supuesto la miraba mientras se acercaba. No estaban dentro de la zona St. Nichols como para ignorarse o fingir que no se conocían.
—Hola—murmuró cuando lo tuvo cerca. Si bien no se habían visto a solas desde la fiesta de Will, no había olvidado lo bien que olía. Habían bebido más de la cuenta, pero eso no bastaba para borrarle los recuerdos.
El senior abrió la boca para decir algo pero sólo la acercó con un brazo hacia su cuerpo y la besó.
Ella no pudo resistirse. Si antes se había sonrojado, no estaba muy segura del color de su rostro en aquel momento. Después de unos segundos, se separó un poco de él y observó su mirada de picardía. Podía llegar a verse como un niño, pero en su lugar, se veía aún más guapo. Juegos, juegos, juegos.
Y ella tampoco se quedaría atrás. Se sorprendió por lo rápido que funcionaba su modo-juego alrededor de Kevin. Mientras intentaba despegar sus labios de los de él, ya sabía cuál sería su siguiente movimiento. No quería que la sobreestimaran.
—¿Vienes?—estudió su rostro y comenzó a caminar hacia la entrada de su casa. De pronto le había venido la respuesta perfecta a su padre. Porque estaba segura de que Chloe se lo contaría. Esa intrépida y metida zorra.
Eso lo sorprendió, sin dudas, pero tras un breve pestañeo de confusión la siguió por la acera. Un jugador nato no podía titubear ante invitaciones semejantes.
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SQUAD
Teen FictionWHAT GOES AROUND COMES AROUND #PGP2018 Muñecas rotas. Papeles en blanco y agendas rebozadas. Little black dresses. Vestidos de satén y terciopelo. Sandalias de Manolo e infinitos pares de zapatillas blancas. Sex on the beach, Green Apple Martini y...