—Y en aquel extremo... No debes acercarte jamás a aquel extremo. Allí es dónde se ubican las mayores—concluyó la chica charlatana que vivía frente a la academia Dame de ballet y que hacía dos años se había sumado a las clases de Berenice Bompard, la reina de la danza contemporánea.
Lo cierto era que no todos entraban a la Academia con facilidad, y en aquel primer lunes en la ciudad luego del receso de verano, se le daba la bienvenida a los tres primeros novatos. Dos chicas de quince años y un chico de doce.
El grupo de Charlene rondaba los veinticinco participantes y entre todos, formaban parte de la élite académica que concurría hacía ocho años, exactamente la cantidad de años que llevaba la Academia en Manhattan luego de desprenderse de su sede francesa.
Todos allí eran delicados y perfectos. Así como también un poco altivos y exigentes. Por eso mismo Louise Giamond y Emma D'Grinnianni habían abandonado la Academia de Ballet cuando comenzaron el séptimo año. Ambas eran perfectas y de la clase propia de la Academia, pero no estaban amigadas con el entorno rígido y serio que Charlene amaba. Al fin y al cabo, a ninguna le gustaba aquel tipo de baile. Louise y Emma eran más del tipo de los bailes alocados.
Charlene se estiraba apoyada en la barra. Ballet la había ayudado a obtener aquella figura delicada y exquisita que ni haciendo deportes se podía lograr. No sólo era una clase de ocho horas semanales entre la Academia y el colegio, sino una especie de terapia.
Más allá de bailar ese tipo de danza, disfrutaba ver los espectáculos en los teatros así como también llenar su casa de música clásica los domingos por la mañana después de dos noches de pura fiesta descontrolada. Lo que necesitaba, y que su madre jamás comprendería, era una vida mitad francesa mitad americana en Manhattan. No por ser clásica y con estilo debía vivir en Europa. Ella podía lograrlo de este lado del Atlántico.
—¿Es la suite en dónde Winona se refugió después de robar en esa tienda? ¿Recuerdan?—una chica exclamó saliendo de los vestidores.
Charlene sabía exactamente qué suite era esa. Volteó para verlas.
—¿Cómo no recordarlo? Y creo que sí, es en ese mismo edificio—contestó una chica de anteojos.
¿Cómo sabían de la restringida fiesta de Will? Charlene las miraba sin disimular su molestia.
Una tercera chica que, comparada al resto, parecía bastante normal habló:
—¿Y cómo conseguiste ir? Por lo que he oído ese Shepperd es un diablo y tu te ves como un pálido y pobre ángel.
—Mi prima Leighton irá y prometió llevarme. Ambos van al St. Nichols—respondió la más alta mientras se miraba las uñas.
Charlene volvió a dedicarse a la barra. Entonces William había invitado a algunos seniors. Y eso era raro, porque Will solía odiarlos. Mejor dicho, no odiaba a los seniors, sino a gran parte del grupo del cual Leighton Holmes, esa estúpida perra con extensiones, formaba parte. No había otra Leighton en los niveles mayores del St. Nichols. Charlene lo sabía a la perfección.
A pesar de la gente que debería encontrarse en el Magnificent al día siguiente por aquellas nuevas invitaciones de William, la noticia le abría varias puertas a sus planes. Y, teniendo delante de sus ojos la oportunidad que había esperado, comenzó a accionar.
Chequeando que todavía faltaban tres minutos para que Berenice Bompard entrara al estudio y diera comienzo a la clase, marcó el número de William en su blackberry.
—Buenas tardes, pequeña zorra reina—William contestó al segundo tono. Su voz sonaba en paz. Seguramente estaba fumando en el parque o en el apartamento del hermano de Dean en el East Village.

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SQUAD
Roman pour AdolescentsWHAT GOES AROUND COMES AROUND #PGP2018 Muñecas rotas. Papeles en blanco y agendas rebozadas. Little black dresses. Vestidos de satén y terciopelo. Sandalias de Manolo e infinitos pares de zapatillas blancas. Sex on the beach, Green Apple Martini y...