El aire frío arrastraba las hojas muertas por los suelos. A esa hora del día no había nadie en el lugar. Todo estaba desierto, todo estaba tan gris como lo recordaba...
Se había levantado temprano y esta vez no le había sorprendido no ver a su padre en su casa, ahora si sabía el motivo y le dolía mucho. Pero lo entendía muy bien. Aprovechando que no había nadie había decidido salir a un lugar que hacía mucho no visitaba.
Tenía las manos metidas en los bolsillos de sus pantalones y la cabeza agachada. Caminaba como guiado por una fuerza extraña. Solo sus pasos serenos retumbaban en aquel solitario lugar. Tan silencioso, tan lúgubre... Tan triste.
Sus pasos se detuvieron de golpe al reconocer el lugar al que había llegado... Estaba tan descuidado.
Sacó la mano de sus bolsillos, se agachó hasta estar casi a la altura del suelo y con las manos desnudas comenzó a quitar el cúmulo de hojas secas y flores marchitas que descansaban sobre esa fría lapida; gris y solitaria.
—Perdóname por no venirte a ver antes, Nick – dijo Harry con la voz quebrada por la tristeza quedando hincado a un costado de la lápida de piedra.
Quería llorar, pero no tenía más lágrimas. Todas las había derramado por alguien que no las merecía.
—Cuánta razón tenías al regañarme. Soy un tonto ingenuo. Fui un idiota al confiar en quien no debía. No he querido decirle a nadie lo que ocurrió. En ese aspecto he tratado de seguir tu consejo. Los problemas del corazón es mejor ahogarlos en alcohol. Bueno, solo he tratado de ahogarlos con mi propio llanto, no quiero volver a beber. Nick... Te extraño. ¿Sabes que las cosas con papá han mejorado mucho? – siguió diciendo sentándose en la lápida y viendo al cielo para continuar hablando – Pero hay algo que me preocupa lo despidieron de su trabajo, no ha querido decírmelo pero lo escuché hablando con Eleanor. Será muy difícil que consiga trabajo a su edad y solo le faltaban cinco años para jubilarse. Creo que voy a dejar la universidad y me pondré a trabajar. Aún tengo el puesto que me conseguiste en la tienda. El señor Gaintz me dijo que puedo volver cuando quiera y eso voy a hacer.
El cielo pareció responderle por que el viento comenzó a soplar de forma suave agitando los mechones de cabello que caían sobre su frente.
—No he querido importunarte con mis problemas. Quizá tu allá abajo tienes más – dijo mostrando una ligera sonrisa – Y si estás pensando que me refiero al infierno, es cierto, me refiero a eso, pequeño diablo – su semblante volvió a entristecerse de forma rápida – Me siento usado ¿Por qué jugó conmigo de esa forma? Yo le entregué mi corazón y él lo tiró a la basura para quedarse con ella.- hizo una pausa y cruzo sus manos bajo su barbilla sin dejar de ver al cielo - Tú siempre dijiste que a la vida hay que enfrentarla con valor y no bajar la vista nunca ante ella. Problemas van y problemas vienen y lo que no nos mata nos hace más fuertes. Bueno, esto que estoy pasando no me mató, debería hacerme más fuerte.
El viento volvió a agitar las hojas, se sentía cada vez más frío. Harry seguía viendo al cielo, las nubes se movían de forma rápida por que el viento soplaba cada vez más fuerte. Se levantó de la lápida y sonrió de forma triste al ver la inscripción en ella un tanto desgastada y con una de sus manos limpió las letras doradas hasta hacerlas brillar.
—Vendré a verte otro día... - dijo agachándose hasta las letras y depositando un beso sobre ellas – Nunca voy a olvidarte.
Sus pasos de nuevo por aquel cementerio solitario metiendo sus frías manos en sus bolsillos de nuevo para intentar calentarlas. El vaho de su boca salía a bocanadas grandes. Esta vez no iba con la vista baja, la llevaba alzada, viendo al frente.
Vio una sombra detrás de uno de los árboles en el cementerio. Quizá alguien más había ido a ver a uno de sus seres queridos. Sin prestarle importancia siguió caminando de forma firme. Pero de reojo podía ver que la sombra seguía detenida detrás del árbol, aparentemente viéndolo. Entre más caminaba hasta ese lugar, la sombra parecía seguirle.