Capítulo 4 Viaje

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Llevaban cerca de un mes juntos, él hubiera deseado regresar a sus tierras, matar al imbécil de Inuyasha y alejarse de aquella misteriosa mujer. Pero claro, quién dijo que la vida fuera justa. Esa mujer hablaba bastante y él sin quererlo comenzó a ponerle atención a todas sus historias, variaban desde su familia hasta los productos comestibles más raros que alguien se pudiera imaginar. Ella aseguraba que provenía del futuro y eso a él le causaba mucha curiosidad, claro que nunca se lo demostraba y cuando ella le hacía preguntas personales, él la desairaba con una mueca de indiferencia.

A pesar de eso se acoplaban bastante bien, Kagome había aprendido a leer cada mirada de Sesshomaru y él ya se había acostumbrado a esa energía que desplegaba Kagome. En una aldea de paso, una sacerdotisa ya anciana les dijo que para revertir maldiciones, hechizos, conjuros y karmas del pasado no había nadie mejor que Hotaru la diosa de los espejismos. Lo bueno es que no era algo incurable, o eso trataban de pensar, esperaban poder hallar a Hotaru antes del año de plazo. Lo malo era que Sesshomaru cargaba un genio del demonio (literal) porque se sentía indefenso, no tenía sino la fuerza de un humano ligeramente arriba del promedio, cero poderes y cero espadas, sumando a eso dependía de una humana que no paraba de "entrometerse" en su vida. Irónicamente sin esa humana él de seguro ya se hubiera metido en más de un problema. Hablando de problemas al pareces Sesshomaru iba tan envuelto en sus pensamientos qué...

-¡Sesshomaru! Podrías quitarte de encima- Sesshomaru tropezó con una roca y fue a caer sobre Kagome, esta al querer sacárselo de encima hace que ambos queden en una pose muy comprometedora. No sólo toda la virilidad de Sesshomaru estaba rozando la intimidad de Kagome sino que su rostro estaba en el cuello de ella. Siendo hombre le era más difícil contener sus emociones así que le fue imposible resistirse y aspiro suavemente el aroma de la sacerdotisa, quien lo sacó de su ensoñación en el momento en el que ella liberó un suave suspiro.- Sesshomaru, pesas, podrías levantarte.- dijo una sumamente sonrojada Kagome, acto seguido ocurre algo que ni en los más locos sueños de nadie podría pasar, Sesshomaru ocultaba un fuerte sonrojo tras su flequillo y no sólo eso, fue incapaz de articular una sola palabra.

Así pasó el día, sin pena ni gloria, sólo un incidente que había dejado en claro que la transformación del Lord del oeste, estaba despertando varias emociones en él.

-Sabes Sesshomaru creo que es hora de descansar, sé que por ti caminaríamos día y noche sin descanso pero lo mejor será tomar las cosas con calma todavía falta mucho para que el plazo termine.

-Humanos...por eso son una especie inútil, siempre posponiendo todo.

-Momento, oh gran Lord y Excelencia, usted también es un hu ma no- algo en ese comentario le ocasionó gracia a Sesshomaru y trato de ocultar una leve risa que amenazaba con salir.

-Bueno mujer, sólo por hoy te permitiré un poco de descanso porque a partir de mañana caminaremos día y noche.

-Sí sí lo que diga el gran Lord.- Ya estaban como de costumbre, él recargado en el tronco de un árbol y ella tumbada en el césped. Pero comenzó a llover y sus planes de descanso fueron deshechos por la lluvia. Ella se puso de pie, él, necio, testarudo y orgulloso dijo que la lluvia no le haría daño, que lo mejor sería que ella buscara refugio cerca. Kagome asintió y salió en busca de una cueva o alguna cabaña abandonada, estaba segura que en poco tiempo el Lord dejaría su orgullo atrás y compartiría el espacio con ella, y hubiese sido así si Kagome hubiera estado atenta pero por ir distraída cayó y lo único que fue capaz de articular fue:

-¡Sesshomaru!- fue su última palabra antes de perder el conocimiento, lo bueno es que Sesshomaru estaba cerca, bajó cuidadosamente un pequeño barranco, la tomó en sus brazos delicadamente y tras caminar unos cuantos metros halló una cueva, no era grande ni pequeña, tenía un buen tamaño. Dejó un momento a la sacerdotisa inconsciente y salió por un poco de leña, quién le diría que el cuerpo humano tenía tantas debilidades. Pero él era el Lord del oeste y no dejaría a su guardaespaldas desamparada ¿cierto? ¿Quién más se ofrecería a cuidar la espalda de un humano cualquiera en una misión tan peligrosa? No era por su dulce aroma, no era por su hermoso y delicado cuerpo, no era por la desbordante alegría y preocupación que siempre tenía hacía él, mucho menos era porque esa humana se le estuviera colando en lo más profundo de su alma. Él no hablaba mucho, de hecho era un hombre de muy pocas palabras pero siempre atento a su entorno y ese mes se estaba convirtiendo en una tortura con esa mujer, temía, claro que temía. Temía perder su coraza de acero que le había tomado cerca de medio milenio formar. Temía enamorarse de la humana, pero el simple hecho de pensar esas cosas sólo le abofeteaba el rostro diciéndole que si no le importara un ápice se limitaría a ignorarla y seguir con su camino no se rompería la cabeza pensando tanta estupidez. Pero la convivencia esa jodida convivencia era lo que lo estaba matando, no era lo mismo convivir con Rin que hablaba de trivialidades como las mariposas, flores y demás niñerías. Kagome le estaba mostrando cosas que él desconocía, y las cuales quisiera o no le removían la curiosidad.

Sesshomaru y Kagome Crónicas de un viaje juntosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora