Jaime
Martes 11 de noviembre, 7.15 p. m.
La transcripción de las llamadas entre Amelia y Tomás que Jaime tenía en su escritorio dejaban en claro que Luis se había anticipado una vez más a su equipo de inteligencia. Al igual que el hacker amigo de Vidal, los especialistas de Lemlock detectaron la consulta que hizo Milena de su correo electrónico desde una estética del centro de la ciudad, pero el joven se encontraba más próximo al lugar y llegó antes que ellos. Más tarde sus hombres peinaron las cámaras de vídeo que vigilan el tráfico en esa zona; para su desgracia, las ubicadas en las esquinas más cercanas al establecimiento no captaron a ninguna rubia con la apariencia de Milena. Jaime supuso que la croata había ido al salón de belleza precisamente a modificar su aspecto. De cualquier forma, el sistema de cámaras era muy poco de fiar cuando se le utilizaba para identificar a peatones; estaba diseñado para vigilar el flujo de vehículos. Jaime se tranquilizó pensando que no tardaría en conocer dónde retenían a la examante de Rosendo Franco. Su equipo vigilaba en tiempo real los teléfonos de todos los Azules y su círculo inmediato; sin embargo, había perdido ya la oportunidad de presentarse ante Claudia y Tomás como alguien capaz de resolver todas las cuestiones de seguridad que El Mundo llegase a requerir. Luis se estaba convirtiendo en una molestia imprevista; algo tendría que hacer al respecto. Por lo pronto debía encontrar la vía para intervenir las comunicaciones entre el joven y Vidal: hasta ahora desconocía el método que Luis usaba para comunicarse con su amigo. Con esa reflexión pensó en Vidal y una oleada de calor recorrió su cuerpo. Era lo más cercano a un hijo que alguna vez tendría. Algo en la bondad del chico y en su eterno deseo de agradar lo remontaban a su propia adolescencia, cuando se pasaba los días cultivando aficiones y habilidades para granjearse la admiración de su progenitor, el gran Carlos Lemus. Pero eso había sido antes de que le destrozara la vida al seducir a Amelia y restregárselo en la cara. Pese a los altos cargos que había desempeñado en
los aparatos de seguridad del Estado mexicano, Jaime aún sentía que tendría que escalar varios peldaños para superar la sombra ominosa de su poderoso padre. Carlos Lemus había sido procurador general del país y cabeza del despacho de abogados más importante de México; durante décadas había sido un hombre temido y reverenciado por la élite empresarial y política. Todos sabían que cualquier querella en contra de un cliente del bufete de Lemus estaba condenada a la derrota. Peor aún, también Carlos Lemus lo sabía y vivía para demostrarlo. Pero Jaime creía encontrarse en la ruta correcta para hacer morder el polvo a su padre algún día. Lemlock se convertiría en un imperio. La súbita oportunidad de sumar al diario El Mundo en su esfera de influencia era muestra inequívoca de su progreso. Pensar en Lemlock le recordó la necesidad de involucrar a Vidal en la empresa. En caso de que él llegase a faltar, el chico podría continuar con el impresionante proyecto que había construido; carecía de herederos, y pese a gozar de buena salud a sus cuarenta y tres años, sabía que estaba a cargo de una operación de alto riesgo. El año anterior pudo escapar por muy estrecho margen a la orden de ejecución ordenada en su contra por el cártel de Sinaloa. Le gustaban la agudeza de Vidal y sus buenas intenciones; el hecho de que tuviera talento en las artes digitales lo capacitaba para consolidar su imperio en materia de inteligencia cibernética. A sus casi veintidós años seguía siendo ingenuo e inmaduro, aunque él no había sido muy distinto a esa edad, pero la información confidencial que día a día llegaba a su oficina le quitaría el candor para siempre. Y tampoco era urgente, tenía todo el tiempo del mundo para prepararlo; era más importante hacerlo con cuidado que deprisa. Por lo pronto, el bueno de Vidal le prestaría hoy un servicio sin saberlo: el iPhone 5S que meses atrás le había obsequiado con el propósito de localizarlo en caso de peligro hoy le permitiría ubicar dónde tenían escondida a Milena. Su equipo ya había logrado descubrir la identidad del grupo de tratantes que la explotaban: un rumano apodado Bonso parecía ser el responsable, aunque Jaime sabía que en el mundo de la prostitución unas bandas se traslapan con otras en las distintas facetas del negocio: traslados, producción y venta de pornografía, suministro de mujeres para los table dances, empresas de escorts y burdeles.
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Milena o el fémur mas bello del mundo
Teen FictionLa novela se abre con una fatalidad: la muerte, de un ataque al corazón, mientras hacía el amor, del dueño del diario El Mundo de México. La escena es digna de un comienzo de serie, pues la amante del magnate, la Milena del título, se ve obligada a...