YO, ELIZABETH

Capítulo III

Esta semana ha sido maravillosa, me he dedicado a cantar y componer, eso me reconforta porque me recuerda a mi juventud. También he tenido tiempo para reflexionar sobre algunas decisiones y conductas; después de tantas tristezas se me ha hecho imposible no convertirme en una persona desconfiada. Pero no hablaré de eso ahora, en este momento estoy feliz.

He recordado la razón por la que jamás he favorecido al sexo femenino durante estos años, aunque soy una mujer y me siento feliz de serlo, tengo el corazón de un hombre y el temple también.

El corazón de una mujer es frágil y se deja llevar por situaciones o personas pero yo no soy así. Jamás lo seré.

Ser mujer tiene una gran ventaja, y más si eres atractiva para los hombres. Yo a mis 15 años ya había descubierto que lo era, además de ver con mis propios ojos que las relaciones amorosas son muy peligrosas. Como mujer adulta debo admitir que he usado esa carta a mi favor, he logrado romper más de un corazón y he conseguido más de un fin con mis encantos. Cuando la belleza se escapó por el pasar de los años, comencé a usar con más vigor mi poder, mi posición. Claro, siempre manteniendo mi posición de Reina y mis principios.

Todo lo que he hecho ha sido por Inglaterra porque después de Dios, mi fortaleza principal y mi seguridad descansan en mi nación.

Pensado sobre mis atributos y conducta podría decir que herede de mi padre varias cosas, más que el color de piel o cabello. Heredé el valor, coraje y el corazón de un rey, y no cualquier rey sino de un rey de Inglaterra.

De Ana Bolena lo herede todo según dicen: Su inteligencia, astucia, carácter, humor e incluso su poder de convencimiento y su afinidad con los protestantes. Ella pensaba que después de Dios nuestro señor estaba el rey, no el papa como Roma nos expresa con repetición.

Mi padre era ingenuo debo confesar y agradezco no haber heredado aquello. Siempre engañado y manejado por los que lo rodeaban como por ejemplo, Wolsey.

Siempre se le decía lo que debía hacer pero jamás lo que podía hacer. No se le muestra al león su poder porque entonces nada podría detenerlo. En un principio, era tan humanista como yo lo he sido pero después se dejó llevar por las situaciones y tomó las medidas que considero precisas.

Admiro tanto su coraje, no se rendía ante nada ni nadie. Siempre mostrándose como el rey de Inglaterra.

Por otro lado, hablar de mi juventud es hablar del reinado de mi hermano. Como suponían muchos, Eduardo murió en 1553, como es lógico apoye a mi hermana María frente a Juana Grey que fue proclamada reina para poco después ser detenida y condenada a muerte.

Siempre he sido una mujer inteligente además de leal a mis principios, así que apoye a María por ser mi hermana. Pero ahora les comparto algo increíble de aquella época:

Cómo puedes ser buena y mala al mismo tiempo, pues yo lo fui para muchos. Cuando surgió el movimiento destinado a impedir la boda de la Reina con Felipe (rey de España), fui prisionera por unos meses en la torre de Londres por órdenes de la Reina, mi hermana.

―Tu inclinación por la doctrina protestante te hace sospechosa―dijo María con descaro.

Pese al apoyo que le había brindado, me sometió a investigación.

No celebro su desgracia; pero mi hermana se mantuvo en el poder con torpeza, comenzó derogando las reformas religiosas introducidas por mi padre. Tuvo el atrevimiento de someternos nuevamente a las órdenes del papa además de casarse con Felipe. ¿Un español?

¿De verdad, María?

Recuerdo con claridad el día que me notificaron que sería llevada a la torre de Londres, me sentí tan asustada ese día, ni siquiera supe que decir en mi defensa, solo obedecí la orden y suplique a Dios perdón y piedad en todo el camino. Mis damas lloraron incluso más que yo por mi aprisionamiento, aún siento en mis oídos sus gritos de dolor.