Capítulo XI - Parte II

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Cuando enferme me preguntaba constantemente: ¿Qué pasaría en el país? Posiblemente mi corto reinado había dado lugar a una guerra civil cuando los católicos intentaran sentar a María de Escocia en el trono y otros querrían a Catalina Grey. Pero gracias a Dios nuestro señor me recupere de mi enfermedad, y dada a la gravedad salí airosa. Otras personas que habían contraído el mal y habían sobrevivido pero quedado desfigurados, pero yo... Solo quede con algunas marcas que escondo con maquillaje, nada grave. Dios siempre mostrándome su generosidad y amor.

Tengo la responsabilidad de cuidar esta tierra, y lo he hecho porque si España, o cualquier soberano de Europa, se atreva a invadir las fronteras de mi reino; lo cual, si sucediera, antes que una mancha caiga sobre mi honor por mi culpa, yo misma empuñaré las armas, yo misma seré su caudillo y su juez, y sabré recompensar sus virtudes en el campo de batalla.  

En ese momento Inglaterra estaba tan feliz con mi recuperación que habría aceptado que me casara con cualquiera, incluso con Robert, a quienes muchos veían como sospechoso por la muerte de su esposa Amy. Quien murió en dudosas circunstancias. Todos habían pasado un momento de ansiedad y zozobra con mi enfermedad pero cuando me recupere el país estaba feliz de nuevo. Solo deseaban que me casara y tuviera un heredero pero aun así no les di aquello. Después de todo me mostré con más benevolencia que nunca, nunca he guardado rencor a nadie y se premiar y agradecer a los que me sirven.

Recuerdo que después de todo aquello me puse furiosa cuando le comenzaron a llover propuestas de matrimonio a María de Escocia. Odiaba que la compararan conmigo, pues era ella la reina nacida entre flores, con su vida tan emocionante y alegre mientras que yo, había crecido en la oscuridad, con la sombra de la muerte asechándome. Esto debe ser apreciado, yo era sin duda más ágil e inteligente que María. Si ella hubiera nacido en mis circunstancias, no habría llegado a ningún lugar. Ni siquiera hubiera sobrevivido.

No me preocupe demasiado en aquello luego, comencé a hablar con mis damas, me gustaba que me contaran historias y a mí me encantaba hablar de mis pretendientes. Aun seguía viendo a Robert, pero en ese momento me entretenía más el embajador escocés sir James, quien disfrutaba verme tocar, cantar y bailar. Después de cada actuación le pedía su opinión, deseaba saber si yo era mejor o peor que su soberana. Mis damas reían al ver que él siempre se ponía nervioso cuando lo presionaba a admitir que era superior a ella. Él buscaba la manera de alagarme sin desprestigiar a su reina, María de Escocia. Era muy tonto todo aquello, pero siempre he sido tan vanidosa, no lo puedo controlar. Perdía los nervios cuando nos comparaban, y digo "perdía" porque ahora nadie nos compara, ella tuvo un final trágico, quizás lo merecía pero siendo una reina debía de recibir mi misericordia. Solo Dios sabe cuánto lamento aquello, lamento que el mundo nos haya convertido en enemigas siendo familia.

Aunque la gente diga que es difícil sobrellevar mi carácter, no es así. Siempre los hago saber cuándo se están pasando de la raya, cuando están abusando de mi favor; con una mirada severa o un golpecito. Con mis damas utilizo los pellizcos. Y con Robert, nada funcionaba.

Él a veces era un soberbio, recuerdo como se puso cuando se entero que lo había ofrecido en matrimonio. Si, le ofrecí a María de Escocia al mejor hombre de mi corte, a Robert Dudley. Él se puso furioso cuando se entero, tanto que entro a mi habitación hecho una fiera, nadie se atrevía a hablar en aquel momento. Más de uno pensó que lo mandaría a colgar por la forma en cómo me hablo. Todos nos dejaron a solas y dejaron que yo controlara la situación, nos gritamos un poco pero después por fin él entendió que yo tenía la palabra final. No sé el porqué del drama, María nunca lo aceptaría.







YO, ELIZABETHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora