Una luz que se escapa

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Aquella noche aún vivíamos  en el pueblo, estábamos sentados en la mesa cenando mi padre, mi madre, mi hermana pequeña y yo cuando un anuncio saltó en el televisor.

Una niña chica se escondía bajo la cama con un peluche entre sus brazos. A sus espaldas se escuchaban gritos, golpes y lloros desde la habitación de al lado. El cuarto estaba sumido en oscuridad y su puerta se encontraba entreabierta donde retazos de luz artificial se colaban como intentando escapar.

Odiaba ese puto anuncio, nunca he comprendido qué cojones pretendían hacer con aquello, ¿no han pensado nunca lo que puede provocar esto con Él delante?

Cada vez que lo emitían quería morirme, se hacía el silencio más absoluto y mi madre y yo clavábamos las miradas en un punto fijo, cabizbajas. Anuladas. 

Se creaba un ambiente tan tenso que me parecía que hasta mi hermana de tres años podía entender qué pasaba.

Esa noche de verano Él rompió el silencio con una carcajada exagerada. Él simplemente alzaba la cabeza y se reía... como en las pelis, pero en este caso, de verdad. Esa carcajada era real y no era una risa normal y corriente, era esa carcajada que te avisa de que algo va a ir mal. Y es cierto, todo fue a peor. 

Sólo puedo decir que recuerdo un escalofrío.

Trocitos de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora