Piano

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Me coge de las manos y hace con ellas lo que quiere. Estoy bastante nerviosa pero hago como si hubiera hecho esto ya millones de veces, tomo aire y lo suelto despacio, mentirosa.

La melodía nos balancea hacia un lado y hacia otro o al menos así lo siento aunque realmente estemos casi quietos. Respira tras mi cuello y cierro los ojos obligándome a mantenerme cuerda, esto no estaba previsto. El piano suena mejor si él toca conmigo.

Noto un soplo frío de su boca tras mis oídos. No sé cómo hemos llegado a este punto pero sigo tocando, Dios sabe que es lo único que me mantiene estable ahora mismo. Se ríe con picardía y me susurra algo que ni siquiera entiendo, pero no le pido que lo repita. Tiene la voz más bonita que he escuchado nunca.

Abro los ojos y veo sus manos deslizarse por mis piernas, mis manos alcanzando su cuello, nuestras caras juntas, nuestros labios acercándose. Parecíamos teclas porque puedo asegurar que la melodía seguía su curso, aunque esta vez sin partitura. Besos, mordiscos y arañazos sellaron el momento. Entonces nuestro profesor de instrumento entró en la clase y vio tol tinglao... Ya os podéis imaginar: MARRONACO.

Y así, niños, fue como me echaron del conservatorio de música.



Trocitos de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora