Abie (cuando Phoebe estaba en su primer año de universidad)
Leo una vez más la invitación de boda de mi hermana Lisbeth y suspiro. ¡Por fin fa el gran paso! Es la última de las hermanas en casarse y parecía que jamás iba a hacerlo.
—¡Nena, ya he dejado a Trevor con mis padres! —anuncia Kendall entrando en casa.
Dejo la invitación en la mesa y me acerco rápidamente a él para besarlo. Sus manos me agarran por la cintura mientras me besa con fuerza. Hacía tanto que no nos quedábamos solos...
—Feliz día, Barbie —dice sacando una cajita del bolsillo del pantalón.
Yo ya le di mi regalo esta mañana, ¡me ha hecho esperar toda una tarde para darme el mío! Cuando abro la cajita ahogo un grito al ver el anillo que hay dentro.
—¡Dios mío, Kendall!
—Trae, deja que te lo ponga —dice cogiendo el anillo y agarrándome la muñeca—. Te queda perfecto.
Me muerdo el labio y le rodeo el cuello con los brazos antes de volver a unir nuestros labios. Nuestro beso se va haciendo más hambriento hasta que me coge en brazos y se separa de mis labios con la respiración alterada.
—Tengo otro regalo para ti, nena —dice con voz ronca mientras me besa el cuello—. Pero tengo que dártelo arriba y tal vez sobre toda esta ropa que llevas.
Asiento de forma frenética mientras él se dirige rápidamente hacia las escaleras.
Me quito rápidamente la camiseta y vuelvo a besarlo como si no hubiera un mañana. Parecía que no iba a llegar nunca este día. Ken lleva unos días demasiado... tenso. Y yo ya no podía más con la abstinencia de tener a un hijo de trece años en casa. ¡Dios mío, benditos sean nuestros padres! Aunque mi padre todavía pone mala cara cuando le llevamos al niño en fechas como esta. No ha olvidado lo de aquella excursión.
Él me deja sobre la cama y me observa detenidamente hasta que decido quitarme los pantalones, y reacciona.
—Joder, nena —jadea mirándome con los ojos muy abiertos—. Sigues igual que el primer día.
—No, ahora tengo bastante urgencia por que te quites esto —digo incorporándome para sacarle la camiseta por la cabeza.
Nos quedamos en ropa interior mientras siento las manos de Kendall en todos lados. Sus hábiles dedos desabrochan los corchetes de mi sujetador y lo tira al suelo.
—Cuidado que la lencería es nueva —jadeo con una sonrisa—. ¿No te ha gustado?
—Puede que la parte de abajo un poco más —dice acariciando las tiras de mi ropa interior de encaje—. No, ni hablar. Esto fuera.
Me arqueo bajo su cuerpo cuando por fin entra en mi interior y le rodeo con las piernas mientras mueve las caderas con fuerza contra mí, haciéndome gritar. Me agarro a su espalda con fuerza, clavándole la uñas en sus firmes músculos, y lamo el tatuaje que tiene en el cuello y que lleva mi nombre.
—Dios, nena, eres una diosa —gruñe en mi oreja.
Volvemos a unir nuestros labios mientras rozamos el clímax con la punta de los dedos, rompiéndonos en mil pedazos. Antes de caer exhausto sobre mí, nos hace roda para que yo quede sobre él. Apoyo la mejilla en su pecho y suspiro.
—Qué pena que haya que esperar hasta nuestro aniversario para repetirlo —suspiro subiendo la mirada hasta sus ojos.
Sonríe.
—Quién ha dicho que hay que esperar.
Phoebe (en la actualidad)
Cojo aire con el fax en las manos y entro en el despacho de Nick. ¡Maldita sea la tensión sexual! Al menos lo suyo con Sarah no salió bien al final. Qué rabia me daba verlo cerca de esa tía. Sé que él también lo nota. No sé cuándo empezó esto, pero no sé si voy a poder más. En cuento pongo un pie dentro del despacho de este Dios griego él levanta la cabeza y me mira sonriente.
—Señor Hutcherson, ya ha llegado el fax —digo sin aire en los pulmones.
Cuando oye las dos primeras palabras coge aire y cierra las manos en puños. Si ya sabía yo que le ponían los formalismos...
—Perfecto, seguía sin llegarme nada al correo.
Me acerco a la mesa sin apartar mi mirada de la suya, desafiándolo. Este hombre va a volverme loca.
—Está a punto de acabar mi jornada laboral y la suya también, señor, ¿quiere que haga algo más? —pregunto apoyándome en su escritorio.
Él carraspea y desvía la mirada hasta el fax que le he dejado delante.
—Eh... No, creo que ya es suficiente por hoy.
—De acuerdo, qué pena tener que pasar el resto del día de San Valentín sola —suspiro.
Traga con dificultad y se levanta de la silla para rodear la mesa y apoyarse en ella a mi lado.
—¿Sola? —Pregunta con la mirada fija en sus zapatos y cruzado de brazos—. Pensaba que tendría novio.
—No.
—¿Algún pretendiente?
—Ni uno sólo, señor.
Nick murmura algo por lo bajo que no logro entender y me mira por el rabillo del ojo. Dios mío, conozco esa mirada. Y sé lo que va a ocurrir si ninguno de los dos rompe el contacto visual. Pero ocurre de una forma que no me esperaba.
Nick se gira rápidamente hacia mí y me besa con hambre antes de subirme a su escritorio. Es la primera vez que su lengua acaricia la mía y puedo saborear el mentolado sabor de su boca. Sus labios no son tal y cómo recordaba, diría que muchísimo mejores, y sus manos subiendo poco a poco mi falda es todo un sueño que me produce un dolor familiar en el vientre.
—Dios, cuántas ganas tenía de hacer esto, Phoebe.
Sonrío contra sus labios y le rodeo las caderas con las piernas.
—Sí, es cierto que tenía muchas ganas —digo al notar algo duro clavándose en mi barriga.
Él se ríe y sigue devorando mis labios.
—Señor Hutcherson...
Nick se separa rápidamente de mí, y yo me bajo de la mesa, poniéndome bien la falda, cuando entra Renee.
—Siento haberle interrumpido —dice mirándonos a ambos con las mejillas encendidas—. Sólo venía a decirle que si no me necesita me voy yendo.
—Puede irse —responde Nick jadeante.
Renee asiente y se marcha rápidamente.
Nick y yo nos miramos y empezamos a reírnos.
FIN
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Jones? © [GGLBB #1.5]
Ficção AdolescenteALERTA CLICHÉ: Cambio de roles. Phoebe ya tienes diecisietes años y es una adolescente de lo más rebelde. Lo que más le gusta: Jugar. ¿Con quién? Con Nick Hutcherson. ¿Cuándo? Cuando quiere. ¿Y quién manda en el juego? Ella. Es una Jones. ¿Tú lo ere...