SEGUNDA PARTE - Capítulo tercero

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El neurólogo consultado colgó nuevamente las radiografías; trataba de localizar hundimientos de las paredes craneales, como si el cráneo hubiera sido golpeado una y otra vez con un martillo. El doctor Klein estaba detrás, con los brazos cruzados. Los dos habían buscado lesiones, acumulación de líquido o una posible desviación de la glándula pineal. Ahora exploraban por si hubiera depresiones en la caja craneal, las cuales probarían la existencia de una presión intracraneal crónica.

No las encontraron. Era el jueves 28 de abril.

El neurólogo se quitó las gafas y las puso con cuidado en el bolsillo superior izquierdo de su chaqueta.

-Aquí no hay absolutamente nada, Sam. Nada que yo alcance a ver.

Klein miró hacia el suelo frunciendo el ceño y sacudió la cabeza.

-Sí, no se ve nada.

-¿Quiere tomarle otras?

-Creo que no. Voy a intentar una punción lumbar.

-Buena idea.

-Entretanto, me gustaría ver a la niña.

-¿Cómo está hoy?

-Bueno, yo... -Tintineó el teléfono-. Con permiso. -Tomó el receptor-. ¿Diga?

-Mistress MacNeil. Dice que es urgente.

-¿Por qué línea?

-Por la doce.

Apretó con fuerza el botón de la comunicación interior.

-Habla el doctor Klein, mistress MacNeil. ¿Qué sucede?

La voz sonaba agitada y al borde de la histeria.

-¡Dios mío, doctor, es Regan! ¿Puede venir en seguida?

-Bueno, ¿qué le pasa?

-No sé, doctor, ¡no puedo describirlo! ¡Por Dios, venga! ¡Venga ahora mismo!

-Salgo para allá.

Desconectó y llamó a la recepcionista.

-Susan, dígale a Dresner que se haga cargo de mis pacientes. -Colgó el teléfono y se quitó la bata-. Es ella. ¿Quiere venir?

No hay más que cruzar el puente.

-Dispongo de una hora.

-Entonces, vamos.

A los pocos minutos estuvieron allí, y desde la puerta, donde los recibió Sharon, oyeron lamentos y gritos de terror que provenían del cuarto de Regan. La mujer parecía asustada al decir:

-Soy Sharon Spencer. Entren. Está arriba.

Los condujo hasta la puerta de la habitación de Regan. La abrió y anunció:

-Los doctores, Chris.

Inmediatamente, Chris fue hacia la puerta, con la cara contraída por el pánico.

-¡Pase, pasen, por favor! -dijo con voz trémula-. ¡Entren y vean lo que está haciendo!

-Le presento al doctor...

En mitad de la presentación, Klein se interrumpió al mirar a Regan. Daba alaridos histéricos y sacudía los brazos, mientras su cuerpo parecía proyectarse horizontalmente por el aire, sobre la cama, para caer luego con violencia sobre el colchón, en un movimiento rápido y continuo.

-¡Oh, mamá, dile que "pare"! -chilló-. ¡Deténlo! ¡Está tratando de matarme! "¡Deténlo! ¡Detéeenlo, maaaamaaaá!"

-¡Oh, mi querida! -gimió Chris mientras se metía un puño en la boca y lo mordía. Miró a Klein de modo suplicante-. Doctor, ¿qué es? ¿Qué pasa?

El Exorcista - William BlattyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora