Three

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Ella volvió a sonreír, ahora haciendo pequeños los ojos y mostrándome sus amplias y larguísimas pestañas color azabache.
― ¿Eres de aquí? ―pregunté, sentándome frente a ella.
―Sí y no.
Alcé una ceja y arrugué los labios, gesto típico de mí para cuando no entendía algo.
―Quiero decir, sí crecí en Bristol pero hace unos cinco años me fui a estudiar Ciencias Políticas a Liverpool ―suspiró con la mirada perdida. Había ese extraño brillo en sus ojos, como si anhelara algo, o como si estuviese recordando un momento feliz.
―Entonces, ¿Estoy hablando con...?
Buscaba el título perfecto, pero ella interrumpió dulcemente.
―Oh, no ―rió bajito―. No terminé ―hice otra vez mi gesto de "yo no entender"―. Mi papá murió más o menos hace dos años y tuve que regresar acá a hacerme cargo de este viejo edificio ―suspiró.
―Has hecho un buen trabajo ―musité sin emoción alguna; era sólo una verdad, no un halago.
―Gracias ―contestó de la misma forma. He de imaginar que ella sabía que hacía un buen trabajo y que no necesitaba que ningún turista de paso se lo dijera. Era autosuficiente y con el ego atractivamente elevado.
Luego de eso siguió llegando tarde. A veces me quedaba despierto hasta verla entrar sigilosamente. Al principio pensaba que se quedaba haciendo cuentas sobre el hotel o alguna cosa así, pero no; la señorita llegaba oliendo a alcohol, despeinada y con la ropa desacomodada.
Una que otra ocasión me tocó meterla a la cama porque era tanta su inconsciencia que podía caer de bruces al suelo y no despertar ni con eso.
Con cada acción me intrigaba más. Sus ojos brillantes y misteriosos me llevaban a querer saber más de ella, que era lo que le gustaba hacer, que música era de su agrado, o ese tipo de cosas que quieres saber cuándo te interesa conocer a alguien.

EllaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora