Capítulo XXII

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"Pá, hoy saldré mas tarde de la escuela, me quedare a ayudar en algo de la escuela, ¿puedes venir más tarde por mí?"

El mensaje estaba enviado, no quería que supiera que era un castigo.

Observaba a todos salir de la escuela, Valeria no se despidió y Demian trato de animarme sin mucho éxito antes de marcharse.

Entré a la biblioteca cuando sonó mi celular indicando que tenía un mensaje, era la respuesta de mi padre.

"Ok claro, espero tu mensaje o llamada. Besos".

-Por lo menos se creyó la mentira- dije para mí misma –y por lo menos no hay nadie para escuchar que hablo sola.

Entré a la biblioteca y vi libros apilados, otros más en cajas y algunos más esparcidos por las mesas o el suelo. Cerca de mi estaba el señor Rodríguez maestro de español y encargado de la biblioteca.

-Buenas tardes señorita- dijo el señor Rodríguez, dirigiéndose a mi –sígame le mostrare que tiene que hacer.

El señor Rodríguez no es el tipo de personas que tengan la facha de imponer respeto, es un señor al parecer cincuentón de no más de 1.60, calvo y con gafas. Era un profesor flexible pero al mismo tiempo estricto, casi nunca hay nadie que se atreva a hablar en su clase. El señor Rodríguez me empezó a explicar lo que tenía que hacer. Se trataba de acomodar libros, por género y al mismo tiempo por orden alfabético.

-Bueno señorita Ferro, podría comenzar con esa caja de allá ¿está bien?

Ya que.

–Claro, no hay problema- dije finalmente, acompañado de una sonrisa falsa, más bien de resignación.

-Ok, pues a comenzar- indicó el señor Rodríguez –yo tengo que salir un momento, no me tardo, usted puede empezar, por ahí- señalo un rincón donde había una caja con libros al lado de un librero, donde se supone debía de acomodar los libros.

Iba directo hacia donde estaban, cuando la alarma de mi celular sonó, era hora de mi medicamento, saque una botella de agua de mi mochila que estaba casi a la mitad, junto con dos frascos de pastillas, no recordaba que dosis me tocaba de cada una si eran dos del frasco verde o dos del frasco azul, lo hice al azar y tome dos del frasco verde y una del frasco azul, esperando no haberme equivocado. Comencé a sacar libros de la caja al parecer esta sección es "cuentos y novelas". Saque poco a poco cada uno de los libros encontrándome con títulos como: Blanca Nieves, Rapunzel, Ricitos de oro y los tres osos, El mago de oz, el diario de Anna Frank, etc.

Empecé a acomodar los libros, quite uno que hablaba sobre matemática, que se encontraba en el lugar donde se suponía debían estar los cuentos y las novelas, comencé a bostezar y a sentirme somnolienta, tome el libro y lo puse en una pila de libros que no deberían estar en esa área, me senté al lado de la caja y saque un libro que al parecer era "Aladin" me recargue en la pared y pronto comencé a sentir los parpados aún más pesados.

Me levante de la cama y di unos pasos, llevaba un vestido azul larguísimo, apenas me dejaba ver mis pies, todo era confuso pero familiar, frente a la cama estaba un tocador muy similar al que esta en mi cuarto, pero este era de un color rosa palo, me acerqué al espejo y me di cuenta de que el pelo llegaba debajo de mi espalda, algo iba mal, me dirigí al balcón y sin alguna razón comencé a recitar:

-¿Danniel, Danniel dónde estas?- dije con una mano en el pecho –que no te veo... espera eso no rima, Dios, no podrías elegir un nombre no sé ¿cómo Romeo?

-Lola, Lola deja caer tu pelo- era Danniel, quien iba vestido como un trovador medieval- que quiero mandarte un... ¿Qué rima con pelo?

-No sé- estaba confundida –espera un momento, eso es de Rapunzel y esto es Romeo y Julieta.

-¿Romeo y Julieta?

-Sí, tú sabes- comencé a jugar un mechón de mi ahora, larguísimo pelo –los jóvenes enamorados, cuyos padres se oponían a su amor, tú sabes... amantes trágicos, los Montesco y los Capuleto ¿te dice algo?

-¿Qué dices?- contesto Danniel, con cierta alarma, el chico siguió con su discurso mientras movía las manos y hacía poses exageradas: –obviamente, nuestras familias se oponen, los Salvatierra y los Ferro, no hay mas amor trágico que el nuestro, por eso te traje un regalo- entonces comenzó a hurgar en una especie de bolso que llevaba cargando. –Deja caer tu pelo para poder mandártelo, es algo para salvarnos la reina roja.

-Ok...- balbucee y finalmente me decidí –¿Eso no es de Alicia en el país de las maravillas?- dicho esto, por alguna razón, deje caer mi pelo.

El tomo un mechón, y ato una especie de bolsa de tela que yo subí, al parecer podía hacer crecer mi pelo a voluntad, desate mi pelo de la bolsa y vi una lámpara.

-Es oficial, soy una desquiciada.

Frote la lámpara, como si supiera que un genio fuera a salir de ella, mi sorpresa fue cuando salió algo, pero no precisamente un genio.

-Hola encantadora señorita- era un conejo, de casi 1.40 muy parecido al señor Rodríguez –le he traído estos zapatos, que resolverán sus problemas- dijo este mostrándome unos zapatos rojos.

-¿Y el genio?, ¿Y los 3 deseos?

-¿De qué hablas?- preguntó el conejo con cara del señor Rodríguez, parecía confundido.

-Tú sabes, los genios que salen de la lámpara, que te conceden 3 deseos- dije mientras veía al conejo Rodríguez con cara de incertidumbre. –Bueno ya, dame esos zapatos- los tomé y me los calce, era como si estuvieran hechos a mi medida -¿Qué tengo que hacer?

-Póntelos, golpea tus talones contra el suelo y di: no hay lugar como el hogar.

-Como en "El mago de oz- dije con naturalidad. –Muy bien estoy lista- comencé a golpear mis talones –no hay lugar como el hogar.

De pronto un torbellino me arraso. Cuando abrí los ojos de nuevo estaba en una cama muy incómoda, al lado de esta se encontraban dos iguales, todo me parecía aterradoramente familiar, me levanté y mire por la ventana, estaba un bosque no en Kansas. Observe la habitación, un cuarto de madera de tamaño regular, noté que mi pelo ahora estaba rizado y más, traté de hacerlo crecer pero no funciono, el vestido azul fue cambiado por uno un poco más corto y del color de la miel. Salí de la habitación y baje las escaleras encontré a tres osos, o más bien tres personas disfrazadas de oso. Valeria, Demian y Sebastián.

-¿Qué hacen ustedes aquí?- estaba confundida mirándolos –y vestidos así.

-Vestidos ¿cómo? Siempre hemos vestidos así- dijo el oso Sebastián.

-No te acuerdas, ah no, tú ya no me visitas desde que te enteraste de que me case con Sebastián- dijo la osa Valeria, con una mirada despectiva. –Además ¿Cómo entraste?

-Un conejo me dio unos zapatos y me trajeron hasta aquí.

-Entonces tú debes ser nuestra salvadora- dijo el oso Demian.

-¿Salvadora?- dije, con algo de confusión -¿De qué hablas Demian?

-De...- Demian se vio interrumpido por un golpe en la puerta. – ¡Es él!- gritó Demian, desesperado.

-¿Quién?- pregunte yo. Entonces algo rompió la puerta, era un lobo, de un pelaje café, era enorme. El lobo se abalanzo directo hacia mí, me derribo y abrió sus enormes fauces frente a mí cara y con una voz familiar rugió:

-Despierta Lola, despierta...- decía el lobo, abriendo sus grandes fauces.

Después de eso, todo se ensombreció, escuche la voz del señor Rodríguez.

Abrí los ojos, todo se veía borroso, pero finalmente todo se aclaro, vi al señor Rodríguez y me di cuenta de que todavía estaba en la biblioteca. Todo había sido un sueño, uno muy raro.

En una esquina del cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora