Capítulo XII

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En el auto comencé con las teorías de quien le podía gustar a Demian, incluso llegue a pensar que era gay, cosa que descarte. Realmente no es de las personas que, se muestran muy interesadas, por alguien, digo todos sus intereses románticos lo han rechazado, sólo le había salido con una sola chava en toda la secundaría (y su vida).

Llegamos a casa, la lluvia había cesado, aunque las nubes grises aun no desaparecían, posiblemente volvería a llover más tarde, atravesé el jardín con mi papá, el pasto estaba excesivamente húmedo, parecía más bien un lodazal. En la entrada, estaba mi mamá, que recibió a mi padre con un beso, y a mí me hablo y no para saludarme, si no para hacerme un recordatorio:

-Lola, mi amor, ¿te podrías quitar los tenis antes de entrar?- dijo mi mamá, sonriente como siempre.

-Oh, sí mamá, claro, un gusto verte, estoy muy bien ¿y tú?, por cierto tuve un maravilloso día, gracias por preguntar- dije sarcástica.

Me quite los tenis y los deje en la entrada.

Me dirigí a mi habitación, sin fijarme en la reacción de cualquiera de los dos, camino a mi habitación vi a mi hermana Sofía, jugando con su xilófono, levante la mano saludándola y le sonreí, ella me respondió con una sonrisa, subí las escaleras y seguí el pasillo hasta llegar a mi cuarto. Una vez ahí, arroje la mochila sobre la cama y me dirigí al baño, me despoje de la ropa, y entre a la ducha, abrí la llave de agua caliente, y luego la de agua fría, cuando el agua estaba en la temperatura perfecta me comencé a duchar. No pude evitar llorar, todo me había estado saliendo mal, no sólo eso, sentía que la cabeza me quería estallar, lo que me faltaba para mejorar mi día, me iba a enfermar. El agua caliente caía en mis hombros, relajando mis músculos, mientras yo me sumía cada vez más en mis pensamientos. Decidí por fin salir de la ducha, me puse mi bata de baño y me enrede una toalla en la cabeza, salí del baño y corrí a vestirme, elegí un pants y una camisa suelta. Estaba fodonga pero cómoda. Vi por la ventana, observé como casi todas las nubes grises habían desaparecido, el cielo estaba casi todo azul y un arcoíris lo acompañaba, pero a pesar de ese bello paisaje sentía que le cabeza me estallaba, incluso había olvidado que tenía hambre. Me acosté un rato, una pequeña siesta tal vez ayudaría, pero los parpado me traicionaron y me sumí en un profundo sueño.

En una esquina del cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora