Esto es la guerra

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El lunes más largo de las vidas de Ron y Hermione llegó a su fin.

A las siete y media de la mañana, Hermione despertó y rezó para que todo hubiera sido una horrible pesadilla, pero bastó con darse media vuelta en la cama para ver que se encontraba en el dormitorio de los chicos. Suspiró y se tocó a la altura de los pechos, ahora inexistentes, sólo para convencerse a sí misma de que, efectivamente, no había sido un sueño.

En el Gran Comedor había unos pocos madrugadores desayunando. Hermione se sentó y comenzó a degustar todo tipo de manjares. Realmente estaba muy hambrienta, y eso en el cuerpo de Ron quedaba muy bien. Sintió que alguien estaba de pie a sus espaldas, y se volteó para mirar. Era la profesora Sprout.

—Weasley, ya he determinado tu castigo. Normalmente, un robo supone la expulsión inmediata del colegio, pero me gustaría creer que el dinero que ibas a utilizar tenía un fin noble —dijo la bruja.

Hermione asintió con descaro.

—Voy a escribir a tus padres y tendrás que hacer una redacción acerca de por qué es importante el veneno de los brazos fatales. Considérate afortunado —añadió con gravedad y se marchó.

Aliviada, Hermione suspiró profundamente. Podría haber sido mucho, mucho peor. Sin embargo, le preocupaba el momento que, indefectiblemente tarde o temprano, llegaría: contárselo a Ron. No podía ocultárselo y, de cualquier manera, el señor y la señora Weasley probablemente estarían recibiendo en aquellos momentos una carta del colegio.

Al cabo de una media hora, cuando Hermione ya estaba apunto de irse, aparecieron Harry y Ron por las grandes puertas; éste último en el cuerpo de Hermione y con un notable mal humor.

—Buenos días —saludó Harry, sentándose al lado de su amiga.

Sin rodeos, Hermione encaró a Ron y le contó todo lo que había sucedido, desde la propuesta de los gemelos hasta el castigo impuesto por Sprout hacía un rato. Cuando el relato finalizó, Ron estaba transformado.

—¿Por qué diablos accediste a robar esas estúpidas semillas? —ladró.

—¡Sólo quería hacer algo propio de ti para que me perdonases por lo que hice ayer en clase de Transformaciones! —exclamó Hermione, y entonces sucumbió al llanto—. Sólo quiero volver a mi cuerpo, Ron...

—¡Y yo al mío, pero no ando robando plantas! —se sulfuró Ron—. ¡Y no llores así! —añadió.

—¿Por qué l-los hombres son t-tan insensibles? —preguntó Hermione sin dejar de llorar—. ¡Pues s-sí, me c-castigaron! Pero de t-todas maneras, soy yo quien padeceré el c-castigo, así que no veo por qué te enfadas t-tanto...

—¡Escribirán a mis padres! —exclamó Ron, fuera de sí—. ¿Tienes idea de lo que significa eso? ¡Ah, será todo un lujo si me dejan tocar la escoba hasta que cumpla diecisiete años!

Harry intentó calmar las aguas:

—Ron, no es para tanto...

—¡Sí! —gritó el muchacho—. Lamento decirte que has arruinado todo, Hermione.

La muchacha, dolida, dio un golpecito en la mesa con el puño y dijo:

—No tienes derecho a hablarme de ese modo, Ron. Si no puedes apreciar un gesto...

—¿Un gesto? —preguntó Ron con ira—. ¿Tú crees que yo estoy robando semillas por ahí?

—Sólo pensé que una travesura de este tipo podría ayudar a que me perdones y tratar de ponernos de acuerdo —le espetó la castaña con frialdad, y se secó las lágrimas con el dorso de la túnica. Ahora parecía realmente enfadada.

¡Este cuerpo no es mío! (Ron / Hermione)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora