Sorpresa matinal

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El desastroso partido de quidditch había logrado que tanto Hermione como Ron empezaran a discutir de nuevo, y Harry ya no sabía que más hacer para apaciguar las aguas.

Durante el desayuno del viernes, Ron se contentó con despotricar contra la castaña acerca de sus pésimas cualidades en el deporte.

—Es sencillo, Hermione: ¡tienes que evitar que te metan un tanto! Durante todo el partido parecía que estabas dejándole libre el aro apropósito. La gente no es tonta. Todos sospecharon.

—Claro que no —lo atajó Hermione, dolida—. A lo mejor creyeron que sólo tenías un mal día.

—¿Un mal día? —se sulfuró Ron—. ¡Oliver Wood me preguntó si he estado usando drogas! Tú quieres que mi reputación baje hasta las mazmorras, ¿verdad?

—No te soporto más, Ronald —le espetó Hermione con un nudo en la garganta, y dejó escapar un ligero sollozo.

—¡No! ¡No lo hagas! —dijo Ron en un susurro desesperado—. No llores, Hermione. No pueden verme llorar.

—Ya no quiero seguir con esto —dijo Hermione con los ojos anegados en lágrimas.

—Ni yo. Esta mañana me he olvidado y quise orinar parado.

—¡Ron!

—Es realmente tedioso tener que sentarse cada vez que tienen ganas de orinar —le explicó Ron—. He aguantado una semana, pero no creo que pueda tolerarlo mucho más.

—Para ustedes es todo demasiado fácil —repuso Hermione, limpiándose las lágrimas con el dorso de la manga de su túnica—. Sólo tienen que llegar... y... simplemente.... Abrir el... y luego sacar el...

Una voz dijo a sus espaldas:

—Creo que ya sé lo que está sucediendo aquí.

Tanto Ron como Hermione se sobresaltaron. Giraron sus cuellos y se encontraron conque Ginny los contemplaba de pie con el semblante triunfante.

—¡Ginny! —exclamó Ron.

—No hay que ser muy listo para darse cuenta —dijo la pelirroja—. Han intercambiado sus cuerpos.

—Nosotros... —balbucéo Hermione.

—No soy idiota —la atajó Ginny—. Empecé a sospecharlo el día del partido. Lo siento, pero tus paradas eran simplemente penosas, Hermione —añadió, dirigiendo su mirada a la cara de Ron—. ¿Por qué no me lo han contado?

Harry apareció detrás de Ginny con aspecto de avergonzado.

—Lo lamento, chicos —dijo, con una sonrisa a modo de disculpa—. Pero me amenazó con lanzarme una maldición mocomurciélago si no le decía la verdad.

Los dos se acomodaron en la mesa de Gryffindor, enfrentados a los intercambiados Ron y Hermione.

—El Sortilegio de Cupido... —murmuró Ginny con interés, mirando alternativamente a su hermano y a su amiga—. Nunca había oído algo igual.

—Ginny, tienes que ayudarnos —le suplicó Ron.

—¿Saben algo? —terció Harry con una risita—. Es muy curioso ver que, técnicamente, Hermione le está pidiendo ayuda a Ginny —Ron, Hermione y Ginny le dirigieron miradas asesinas. Harry carraspeó y musitó: —Hum, lo siento.

—Yo no puedo ayudarlos —repuso Ginny, negando con la cabeza—. Por lo que tengo entendido, la única manera de volver a sus cuerpos originales es...

—...dejando de lado las diferencias —finalizó Harry con los ojos en blanco, ya harto de escuchar aquella teoría—. Ustedes son los únicos capaces de hacer eso —añadió—. Así que, como ya les he dicho antes, será mejor que trabajen en ello.

—¡Sólo tienen que admitir que se aman alocadamente! —los animó Ginny.

—Yo no amo a Hermione alocadamente —dijo Ron con enfado.

—Ni yo amo a Ron —añadió Hermione.

—Claro —les espetó Ginny—. Y Snape en este momento está con Sirius tomando un café y recordando viejos tiempos.

* * *

El sábado por la mañana, Hermione se levantó muy alterada y corrió hasta la habitación de Ginny.

—¿Qué ocurre? —preguntó Ginny, entre dormida y despierta, refregándose los ojos. Afuera estaba terminando de amanecer.

—Despierta, Ginny —le pidió Hermione desesperada, dándole suaves sacudidas en el hombro.

—¿Ron? —murmuró Ginny sin comprender—. ¿Qué rayos estás haciendo aquí?

—Soy Hermione, ¿recuerdas? —le aclaró la muchacha.

—Ah, sí —dijo Ginny, incorporándose en la cama—. Lo había olvidado... —Dio un descomunal bostezo y preguntó: —¿Qué quieres, Hermione? Es sábado, quiero dormir un poco más.

—Ginny, me ha pasado algo horrible —confesó Hermione.

A pesar de la tenue luz matinal, Ginny pudo ver que las mejillas de Ron estaban encendidas. La pelirroja inquirió con la mirada a su amiga.

—¿Qué? —ladró con desconfianza.

—Es que... es que... —Hermione estaba tan abochornada que apenas podía hablar. Bajó la voz hasta convertirla en un susurro y dijo algo inentendible.

—Lo lamento —repuso Ginny arqueando las cejas—. No te comprendo.

—Creo que tengo una...

—¿Qué?

—Una erección —musitó Hermione.

En un principio Ginny abrió la boca para responder, pero la situación la sobrepasaba. Cerró la boca, volvió a abrirla y dejó escapar una sonora carcajada.

—¿Estás... me estás diciendo que...?

—¡Sí! —dijo Hermione, tapándose la cara con las manos—. He despertado así y no hay forma de que se me pase...

—¡Por Merlín, esto es muy desagradable! —repuso Ginny debatiéndose entre una mueca de asco y una sonrisa en la comisura de sus labios—. Al fin y al cabo, tienes la forma de mi hermano.

—Ya lo sé, pero recuerda que soy Hermione...

—No puedo ayudarte, lo lamento mucho.

—¡Quiero que se vaya!

—Piensa en otra cosa... ¡mi tía abuela Muriel! —sugirió Ginny—. Ya verás cómo se te pasa.

—No la conozco.

—Pues entonces... —Ginny se levantó de la cama. —Ya conoces la única forma que hay para que desaparezca.

Bajó a desayunar de buen humor, mientras dejaba a Hermione allí, inmersa en una lucha interna.


¡Este cuerpo no es mío! (Ron / Hermione)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora