El error de Hagrid

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Hogwarts siempre tenía acostumbrados a los estudiantes con exquisitos manjares, y el banquete de Navidad no era la excepción.

Con las barrigas llenas, Ron y Hermione lograron relajarse bastante y encontrar una paz que no experimentaban hacía mucho tiempo. Después de la cena, comenzaron los shows que el personal del colegio había preparado. Primero hubo un espectáculo de stand-up presentado por fantasmas, aunque los chistes eran bastante extraños y, de hecho, parecía estar dirigido exclusivamente a almas en pena. Más tarde, una banda tributo a Las Brujas de Macbeth, llamada Los Hipogrifos Resbaladizos, invadió el escenario con música.

Entre todo el alboroto, la inmensa figura de Hagrid se acercó hacia los tres amigos.

—¡Hola, Hagrid! —saludó Ron de buen humor.

—Hola, Hermione —repuso el semigigante con voz tenue. Parecía consternado y preocupado por algo.

—Los árboles de Navidad son estupendos —lo felicitó Harry con optimismo—. Felicitaciones por ello.

Hagrid, lejos de sonreír agradecido por el cumplido, suspiró prolongadamente y dijo:

—Necesito de su ayuda.

—¿Qué ocurre? —preguntó Hermione, comenzando a preocuparse.

—Algo muy malo, Ron —repuso Hagrid—. Necesito que vengan conmigo ahora, mientras todo el mundo está bailando. Luego... luego podría ser demasiado tarde —añadió con dramatismo.

—Pero ¿ir a dónde? —le preguntó Harry.

—Al Bosque Prohibido.

—¡Es casi medianoche! —exclamó Hermione con un chillido—. No podemos meternos en el bosque prohibido a estas horas, Hagrid. Podrían castigarnos.

—Claro, como si eso te importara mucho, ¿verdad, Ron? —le espetó Hagrid—. De verdad, muchachos. Necesito que vengan conmigo. No sé a quién más acudir.

Los tres amigos intercambiaron miradas llenas de desconcierto. Hagrid realmente parecía desesperado. Siguieron al semigigante intentando pasar desapercibidos, aunque la figura de Hagrid era lo suficientemente voluminosa como para ser avistada por todos allí. Sin embargo, lograron salir del Gran Comedor con éxito y luego salieron a los jardines delanteros.

Mientras caminaban sobre la hierba, bajo la luz de la luna, Hagrid comenzó a hablar:

—He sido un estúpido.

—¡Suéltalo ya, Hagrid! —le dijo Harry con irritación. Se acercaban al linde del Bosque Prohibido.

—No sabía a quién más acudir —repuso Hagrid—. Si se lo decía a Dumbledore iba a perder su confianza. ¡He sido tan tonto! —Dejó escapar un alarido.

Ron puso los ojos en blanco, resignado a que Hagrid siguiera quejándose en lugar de contarles qué rayos estaba sucediendo. Cuando estaban a unos cincuenta metros de los árboles que daban comienzo al Bosque Prohibido, empezaron a escuchar unos fuertes gruñidos. Eran unos bufidos que parecían hacer vibrar al suelo bajo sus pies, como si se avecinara un fuerte temblor en la tierra. Hermione, desde el cuerpo de Ron, preguntó:

—Hagrid, ¿qué ha sido eso?

—¿Recuerdan que les mostré una manada de streelers, hace algunos días? —preguntó el barbudo semigigante. Los tres amigos asintieron con la cabeza. —Destrozaron gran parte de mi cultivo. Luego compré un repelente mágico de contrabando en Hogsmeade para que se fueran. O eso creía yo. Lo cierto es que me estafaron y compré una poción muy rara. No era un repelente para streelers, ni de casualidad.

Otro fuerte gruñido. Hermione se aferró fuertemente la mano de Harry, pero Hagrid estaba tan enfrascado en su explicación que no notó que Harry y Ron iban de la mano.

—Entonces, ¿qué secedió? —preguntó Ron.

—Aquella poción que me vendieron atrajo a una quimera al bosque. Tengo que deshacerme de ella antes de que se entere alguien más.

—¡Hagrid! —chilló Hermione—. ¿Has dicho una quimera? ¡Es la criatura mágica más peligrosa del mundo! ¡Si se acercara a los terrenos del colegio...!

—¡Es por eso que tengo que deshacerme de ella, Ron! —bramó Hagrid.

Ahora sí fue Ron, desde el cuerpo de Hermione, quien habló:

—Por los calzoncillos más grasientos de Merlín, Hagrid. Arañas gigantes. Centauros. Dragones. Hipogrifos. Pero no, eso no era suficiente para ti —masculló.

Ya estaban casi en la entrada del bosque. A Hermione le temblaban las gruesas piernas de Ron. Harry, en tanto, estaba también bastante asustado, e intentó convencer a Hagrid de que llamaran a algunos profesores competentes.

—No podremos nosotros cuatro con una quimera, Hagrid —le dijo.

—Si se entera algún profesor, sabrán que fui yo quien la atrajo al bosque —explicó el semigigante—. Bastaría con ver los rastros de aquella estúpida poción con la que embadurné los cultivos.

Ya estaban sorteando la maleza y los arbustos del bosque prohibido.

—Hagrid —terció Hermione—, ¡no existe en ningún registro de la historia el caso de un mago que haya vencido a una quimera con una simple varita mágica!

—Coincido con Hermione —insistió Harry—. Quiero decir, con Ron. Volvamos al castillo ahora mismo o estaremos muertos en menos de lo que...

Otro gruñido, tremendamente cerca.

Hagrid había cometido el errormás grande de su vida al arrastrarlos hasta allÍ.


¡Este cuerpo no es mío! (Ron / Hermione)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora