El sortilegio de Cupido

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Las imágenes iban y venían a la velocidad de la luz. Ron sintió que su cuerpo ardía, que su pecho explotaba y luego, mucha paz. Una oscuridad absoluta invadió todo su ser, y entonces se sintió, por fin, tranquilo y sereno. Intentó respirar pero no podía. No importaba: no era necesario.

Una vibración en su mano izquierda lo devolvió a la realidad de una manera brusca. Respiró de nuevo. Exhaló. Intentó abrir los ojos. Imposible.

Hizo un nuevo intento y lo logró.

Una claridad tremenda invadió sus retinas. Su primera visión fue un techo blanco. Y entonces, sus oídos, como en un fade in, empezaron a oír nuevamente. Alguien sollozaba.

Ron giró la cabeza sobre la almohada y comprendió que estaba en la enfermería y que Hermione, desde su propio cuerpo, velaba por él.

—Hermione —musitó Ron, y ésta ahogó un grito. Entre un llanto desconsolado y un aullido de júbilo, exclamó:

—¡Ron!

Hermione tenía todo el cabello rojo de Ron despeinado, sucio y enmarañado. Llevaba una barba de varios días y, bajo sus ojos azules, unas ojeras profundamente marcadas. Ron se contempló a sí mismo. Tenía un aspecto terrible.

El muchacho intentó incorporarse en la cama, pero le costaba horrores. Mientras tanto, Hermione no paraba de decir cosas, aunque Ron no comprendía una sola palabra.

—¿Qué ha sucedido?

—¡Por Merlín, Ron! —chilló la castaña—. Pensé que... pensé que te había perdido para siempre —Con sus ojos anegados en lágrimas, le dio un abrazo.

—Me duele la cabeza —se quejó Ron—. ¿Cuánto tiempo llevo aquí?

—Dos semanas —repuso Hermione en cuanto logró recomponerse—. Te ataqué yo. Lo lamento tanto... quise abatir a aquella quimera, y una poderosa maldición dio en tu pecho; yo...

¡La quimera! Entonces, Ron recordó todo.

—Estuviste en San Mungo durante tres días —continuó Hermione—. Necesitabas los cuidados de sanadores profesionales. Cuando lograste estabilizarte, consideraron que podías descansar aquí, en Hogwarts, bajo la vigilancia de Madame Pomfrey... Oh, Ron, he estado tan angustiada —Volvió a aullar, desconsolada, y se echó a llorar a lágrima viva sobre el viente de Ron.

Éste le acarició los cabellos, lo cual fue una sensación sumamente extraña, pues eran sus propios pelos los que estaba acariciando y su propio cuerpo el que estaba consolando.

Ron estaba bastante mareado y tenía el cerebro embotado. Le costaba pensar con claridad. Cuando logró acomodar las ideas en la cabeza, cayó en la cuenta de que, efectivamente, todavía no habían vueltos a sus cuerpos correspondientes.

—¿Cuánto tiempo estaremos en los cuerpos equivocados? —preguntó Ron, resignado.

Ya no le importaba. Había perdido las esperanzas, y a juzgar por lo que dijo Hermione, ella también:

—No lo sé, y no me interesa —repuso—. Lo único que quería era que estuvieras a salvo.

La muchacha se limpió las lágrimas con la gran mano de Ron y luego respiró entrecortadamente, intentando serenarse.

—Lamento todo esto —dijo al final—. He intentado no perder el control en los pasillos, para que nadie vea al supuesto Ronald Weasley llorando por ahí... Aunque, de todos modos, he pasado horas y horas aquí, velando por ti, así que no me he expuesto demasiado.

Ron sonrió. Le parecía increíble que Hermione se disculpara por llorar por él.

—Eres alucinante, Hermione —le soltó.

¡Este cuerpo no es mío! (Ron / Hermione)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora